Plaza Pública
Construir genealogía feminista: aprendiendo de las maestras
Cuando acabó Para una moral de la ambigüedad sintió la necesidad de escribir un libro que hablase de ella y se preguntó: "¿Qué ha supuesto para mí el hecho de ser mujer si nunca me he sentido inferior?". A lo que Sarte le contestó que no había sido educada de la misma manera que un chico y que, por lo tanto, convendría que reflexionase sobre ello. A Beauvoir esta idea la obsesionó tanto que no paró hasta conseguir responder a la pregunta de qué significa ser mujer. Tras muchos estudios llegó a la conclusión de que ser mujer es ser “la otra”, nunca definida respecto de sí misma, sino en relación con el hombre.
Ha transcurrido más de medio siglo desde que Simone de Beauvoir publicara El segundo sexo y con ello nos ayudara a ver que sólo existe un sexo como modelo único y este es el masculino; pero la conciencia de este hecho nos dio la energía necesaria para cambiarlo. El feminismo nos permite mirarnos a través de los ojos de las otras y poder definirnos respecto a nosotras mismas.
Sentirnos orgullosas de ser mujeres y saber que nos merecemos la mitad de todo lo existente, y que durante siglos se nos ha arrebatado, no ha sido un camino ni fácil, ni recto, ni corto, pero estamos en un momento en el que mujeres a las que nunca antes habríamos considerado aliadas se declaran feministas.
En un simposio universitario en Salamanca ante once rectores a finales de mayo, Ana Patricia Botín, presidenta del Banco Santander, se denominaba feminista y reclamaba más espacio para las mujeres en el mundo laboral. Declaraciones como esta evidencian que la denuncia de la discriminación de las mujeres había dejado de ser una manifestación académica, política y militante proveniente de un reducido sector activo de mujeres para permearse a toda la sociedad y el 8 de marzo tuvo su escenificación. Acabar con el tan traído y llevado recurso patriarcal de que “las mujeres somos las peores enemigas de las mujeres” para conseguir alianzas no es un paso menor. Que una banquera se declare feminista o comprar camisetas con este tipo de eslogan puede ser contradictorio entendiéndolo como un triunfo más del capital. La historia nos da ejemplos constantes de cómo el sistema capitalista aprovecha para el mercado cualquier elemento de crítica social, y además el feminismo socialista no entiende el feminismo olvidando la clase y el anticapitalismo, el género. Pero es una obviedad que feminismos hay muchos y de distintos tipos y no es menos cierto que todas sabemos que los feminismos están construyendo un movimiento radical que, lejos de poderse encorsetar, encuentra en la sororidad el mejor camino para avanzar.
Hemos aprendido que las luchas de hoy –corresponsabilidad, brecha salarial, derecho al propio tiempo y al cuerpo, a los puestos de dirección económica y política, a tener una vida de cuidados mutuos y por los buenos tratos, al derecho a una vida sin violencia–, lejos de ser nuevas vienen de muy lejos y que la discriminación, explotación y dominación –según la tendencia política– nos afecta a todas. De modo que no vamos a renunciar a hacer alianzas entre todas las mujeres en todo aquello que nos una para conseguir que la histórica discriminación desaparezca.
Otra cuestión es cómo conseguir que el cada día más frecuente número de personas que se autodefinen como feministas llenen de contenidos y prácticas esta identidad. Esta cuestión es más compleja porque los feminismos tienen una tradición de tres siglos, con unas fuentes conceptuales, una identidad teórica y un conocimiento que nos empodera. Pero no sólo nos empodera, sino que nos construye con las otras, puesto que las que se acercan al feminismo por primera vez cuentan con todo el conocimiento y los aprendizajes de las que las han precedido. Pese a cierta prepotencia de aquellas que se creen que con ellas llegó “el invento”, hay que recordar que hacer genealogía feminista es una forma potente de conseguir esa autonomía femenina que reclamara Simone hace más de medio siglo.
El primer libro que leí sobre feminismo fue La liberación posible, escrito en 1978 por María Victoria Abril y María Jesús Miranda. No podía adivinar que muchos años después acabaría publicando el libro Feminismos: una mirada desde la sociología con una de sus autoras (Miranda). El objetivo no es otro que homenajear a las maestras y agradecerles su legado. Un legado que queremos que sea conocido por todas aquellas personas que quieren dotar de contenidos a una práctica política, una teoría y una forma de vivir que no es una moda pasajera, sino que viene para quedarse, pero para cuya construcción ha sido imprescindible el aporte de las socialistas de primeros de siglo que pelearon en las internacionales por defender los derechos de las trabajadoras, de las maestras de la generación del 68, de los feminismos lésbico, postmoderno y de los que nos llegan del otro lado del Atlántico. Sobre estas bases teóricas junto con Mª Jesús Miranda he podido hacer sociología con perspectiva de género del empleo, el trabajo, los cuidados, la violencia, los modelos familiares y las prisiones.
La memoria de Simone de Beauvoir
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El conocimiento sobre feminismo nos empodera. Construir genealogías femeninas hace trizas ese papel de segundo sexo que nos hizo ver Simone de Beauvoir y nos ayuda a avanzar hacia una sociedad democrática de hombres y mujeres libres e iguales como seres humanos. Pero para eso no podemos olvidar a las maestras, y yo en este artículo quiero agradecer a Mª Jesús Miranda el haber sido durante tanto años y para muchas de nosotras nuestra gran maestra feminista. _________________
Begoña Marugán Pintos es socióloga y politóloga, autora junto a María Jesús Miranda de 'Feminismos: una mirada desde la sociología'