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Las decisiones del nuevo CGPJ muestran que el empate pactado entre PP y PSOE favorece a la derecha

Qué ven mis ojos

La moción de censura que ganaron entre muchos y no ha perdido uno solo

Los malos perdedores lo tienen fácil: pintan la bandera de negro, se ponen el cuchillo entre los dientes y pasan de patriotas a piratas”.

Dice el Diccionario de la Real Academia Española que una moción, en sus dos acepciones principales, es la “acción y efecto de mover o ser movido” y, en segundo término, una “alteración del ánimo”, y las dos cosas han pasado aquí y ahora. La coalición instrumental encabezada por el PSOE de Pedro Sánchez –el otro jamás hubiera dado el paso– ha movido al PP de la Gürtel de los bancos azules del Congreso a los de la oposición, y la verdad es que el ánimo también se ha alterado: se nota un alivio sintomático de los males que causaban Rajoy y los suyos, entre los que se contaba un aburrimiento feroz, una pérdida de esperanza basada en la incredulidad que producía el hecho de que tanta y tan clara corrupción, tanto robo y tan poca vergüenza, no consiguiesen bajarlos del árbol del poder, al que habían llegado a fuerza de andarse por las ramas.

Hace una semana, el que Pedro Sánchez se convirtiera en presidente del Gobierno, de la noche a la mañana, en un abrir y cerrar de ojos, no nos lo hubiéramos creído ni ustedes, ni yo, ni él. Ahora, está en la Moncloa y los cuchillos empiezan a afilarse en las cocinas de la calle Génova, porque ¿alguien ha olvidado cómo se comporta la derecha española cuando no está al mando, cuando pierde lo que considera suyo? Que después de clamar por la aprobación de sus Presupuestos Generales del Estado, algunos de sus líderes amenacen ahora con entorpecerlos en el Senado, donde tienen mayoría, y como venganza contra el PNV, lo ejemplifica a las mil maravillas. A ver si de verdad se animasen y estas cuentas insolidarias, asociales y egoístas, pensadas contra los más débiles, no sean aprobadas. No caerá esa breva.

Hay quienes embisten contra todo aquello que no les cabe en la cabeza

La moción de censura que acabó en las Cortes y empezó en la Audiencia Nacional, la han ganado muchos pero no la ha perdido uno solo: el segundo derrotado, el campeón de las encuestas, Ciudadanos, ha quedado aislado y en tierra de nadie, se ha enemistado con tirios y troyanos y en lugar del botín, se ha llevado a la tripulación pirata a su barco: el PP era el ancla, era el abrazo del oso. Tal vez es que no se puede ser a la vez el plato principal y la salsa de todas las comidas, o que sostener a los mismos que trataba de derribar ha mareado a Albert Rivera, por muy acostumbrado que esté a intentar llegar arriba a base de saltos mortales: ¿alguien se acuerda de cuando se definía como un político “de centro-izquierda” y pregonaba el “socialismo moderado”.

Esta legislatura durará poco y lo saben todos los implicados, pero podría ser suficiente para revocar la humillante ley mordaza del PP, por ejemplo, o para incrementar las pensiones, que por pura lógica nunca debieran ser inferiores al salario mínimo, cuyo nombre, para el que quiera entenderlo, ya lo dice todo: es lo mínimo que hace falta para vivir. ¿Que no hay dinero? Si no lo hubiese, no se lo habrían llevado, porque estamos hablando de cientos de millones de euros. Traerlo de vuelta, en la medida en que sea posible, es otra obligación que no puede esquivarse.

Los regímenes autoritarios, de eso sabemos mucho por aquí, se desintegran en poco tiempo. Veremos si eso ocurre también en este caso y si el nuevo Gabinete es capaz de hacer aquello de lo que todos hablan y ninguno practica: dialogar, buscar entendimientos. ¿Lo habrán entendido? ¿Se habrán dado cuenta de que eso es lo que les exigen los ciudadanos? Pronto lo sabremos.

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