NUEVO MINISTRO DE CULTURA
José Guirao, una apuesta más segura
Una apuesta más segura. Tras el escándalo que forzó el miércoles la dimisión de Màxim Huerta como ministro de Cultura y Deportes, cuando se hizo público que el escritor y presentador de televisión defraudó a Hacienda 243.000 euros entre 2006 y 2008, Pedro Sánchez ha optado por un una figura de consenso. El nombre del gestor cultural José Guirao sonará a pocos fuera del sector y no goza, desde luego, del tirón mediático de Huerta o de fichajes como el del astronauta Pedro Duque. Pero su carrera, que suma ya tres décadas, ha transcurrido en los despachos de grandes instituciones culturales del país. Guirao fue uno de los responsables de la creación del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, director del Museo Reina Sofía entre 1994 y 2001 y cabeza de La Casa Encendida hasta 2014. No es ajeno, por tanto, ni a la gestión pública ni a los ritmos de la política: fueron Gobiernos del PSOE los que le nombraron y mantuvieron en los dos primeros destinos, y un Gobierno del PSOE ha vuelto a recurrir a él.
La carrera de Guirao (Pulpí, Almería, 1959) ha estado hasta ahora estrechamente ligada al arte contemporáneo, pese a su formación en Filología y aunque en los últimos años se hubiera alejado de los museos. Tras dejar La Casa Encendida en manos de su pupila, Lucía Casani, pasó a ser director general de la Fundación Montemadrid, responsable de este centro de arte de la capital. Desde 2017 era también secretario de la Fundación Lorca, entidad presidida por Laura García Lorca a la que llegó también para solventar un momento de crisis: después de que la sobrina del poeta denunciara a Juan Tomás Martín, anterior secretario, por falsedad documental y apropiación indebida, la entrada de Guirao se recibió con alivio.
Su llegada al Reina Sofía sirvió también para apagar un fuego. Nombrado a propuesta de la entonces ministra de Cultura Carmen Alborch, Guirao pasó a ocupar el despacho del director en el mayor centro público de arte contemporáneo a los 35 años, tras una década de militancia socialista y apenas un año después de haber sido designado director general de Bellas Artes y Archivos. Por entonces, Alborch llevaba 15 meses de enfrentamiento con la anterior directora, María Corral, a la que acabó destituyendo "por falta de confianza". La decisión de poner a Guirao en el puesto fue leída por sus detractores como un "nombramiento político", y cuatro patronos dimitieron por lo que consideraban una injerencia de la ministra.
El ahora ministro continuó al frente del Reina Sofía durante seis años, un periodo en el que se reordenaron las colecciones estatales, dividiendo las obras entre este museo y el del Prado, y en el que se puso en marcha la ampliación del edificio, finalmente realizada por el arquitecto Jean Nouvel. Cuando llegó al centro, apenas llevaba dos años abierto y el grueso de su fondo procedía del extinto Museo Español de Arte Contemporáneo. Cuando lo dejó, había sido nombrado Caballero de la Orden de las Artes y las Letras por el Gobierno francés, se había hecho con importantes obras de Picasso o Juan Gris y manejaba presupuestos solo para compras de más de 1.500 millones de pesetas (unos 9 millones de euros). Fue despedido poco después de que la conservadora Pilar del Castillo llegara al Ministerio, y consiguió salir aproximadamente indemne de la polémica por la compra de un falso Juan Gris: "Yo me limité a dar traslado administrativo de su informe [sobre la obra] a la comisión de valoración. A mí que no me líen", aseguró.
Hasta su llegada a Madrid, Guirao había ejercido durante cinco años, entre 1988 y 1993, como director general de Bienes Culturales de la Junta de Andalucía, siendo presidentes José Rodríguez de la Borbolla y Manuel Chaves y consejero de Cultura, Javier Torres Vela. Fue su primer gran salto político, tras cuatro años al frente de Cultura en la Diputación de Almería. El principal proyecto durante su gestión fue la fundación del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, el mayor centro público dedicado a este período en la Comunidad Autónoma. En 1990, el CAAC se constituye como "organismo autónomo", todavía sin sede —no ocuparía su ubicación actual, en el Monasterio de la Cartuja de Sevilla, hasta 1997—, y comienza a construir su propia colección. En su mandato se realizaron también las reformas del Museo de Bellas Artes de Sevilla, la restauración del Palacio de San Telmo, actual sede del Gobierno andaluz, y de la Cartuja, impulsada por la Expo 92.
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Su última etapa en la gestión cultural le alejó de la administración pública. La Casa Encendida, centro que dirigió desde su fundación en 2001 hasta 2014, depende de la Fundación Montemadrid, que formó parte de la obra social de Caja Madrid hasta la caída de las cajas, cuando comenzó a ser una entidad independiente. Allí se rodeó Guirao de un equipo joven y entonces inexperto, acorde con las edades a las que el proyecto quería alcanzar: La Casa Encendida buscaba crear una marca desenfadada, centrada en la nueva creación e interesada en el encuentro entre distintas disciplinas artísticas. El centro logró, por ejemplo, imponerse como referencia de la música electrónica de creación y la performancecuando estas artes recibían poca atención en la capital.
A lo largo de estas décadas, se encuentran pocas polémicas en torno al gestor cultural. El rechazo de las obras en la Plaza de Oriente, siendo responsable de Bellas Artes. Una denuncia por prevaricación —por denegar unas excavaciones a un arqueólogo— de la que fue absuelto. Su propio nombramiento al frente del Reina Sofía. Cuando Ifema ordenó la retirada, en la última edición de ARCO, de la serie de Santiago Sierra, la Fundación Montemadrid a la que representaba se alineó con el Ayuntamiento y apoyó su restitución. Poco más. Y el flamante ministro tampoco usa Twitter.