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Cultura

La caída del libro de texto frena el crecimiento del mercado editorial

El parque del Retiro durante la Feria del Libro de Madrid.

Una "victoria pírrica". Así calificaba Daniel Fernández, presidente de la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE), el saldo del sector del libro en 2017: 2.319 millones de euros recaudados, un 0,1% más que el año anterior. Los datos del informe anual presentado el viernes no daban grandes motivos para la alegría. Aunque es, técnicamente, el cuarto año consecutivo de crecimiento para el mundo del libro, lo cierto es que ese 0,1% se lee más como un estancamiento, alejado del 2,7% de aumento de la facturación experimentado en 2016. El "optimismo moderado" que lucía Fernández con el anterior informe se tambalea. 

La razón está clara: el libro de texto, que ha tirado del sector en los últimos años, perdió 28 millones de euros en 2017, cayendo un 3,2%. Y este descenso era más que previsible. La LOMCE, la ley educativa aprobada por el PP en 2013, fue un empujón para la industria: nuevos programas educativos, nuevos libros, nuevos clientes. Entre 2014, primer año de implantación de la normativa, hasta 2016, el último, las editoras de libro de texto vieron crecer su facturación en 108 millones de euros. La caja ha ido creciendo cada año y llegó a suponer en 2016 casi el 37% de todo lo obtenido por la industria del libro. Pero para 2017 prácticamente todas las comunidades habían renovado ya sus títulos. La excepción de Andalucía, que se sumó al cambio un año más tarde, no ha sido suficiente para paliar esa pérdida. Por primera vez desde la implantación de la ley, los ingresos han caído.

"El nivel de incertidumbre del libro de texto es cada vez mayor", dice Miguel Barrero, del grupo Santillana, vicepresidente de la FGEE. Malas noticias, tratándose de un sector que mantiene por sí mismo más de un tercio de la facturación total. "Es imposible saber qué sistema de gratuidad y con qué dinero se va a aplicar", continúa quejándose Barrero. Estos sistemas, organizados por cada comunidad autónoma, proveen de libros a los alumnos, que tienen que devolverlos en buen estado a final de curso para que los utilice otro estudiante. Las ayudas benefician a las familias, claro, pero no tanto a los editores... "Se ha perdido la homogeneidad entre comunidades", denuncia también el responsable de Santillana, que critica la existencia de currículos diferentes incluso para materias comunes, como Lengua Castellana: la tirada media de cada título del libro de texto no llega a los 2.800 ejemplares, lo que dificultaamortizar a la inversión. "Así, es difícil proyectar hasta un plan editorial", denuncia. 

Mientras, el resto del mercado editorial avanzaba con la tímida mejoría esbozada en años anteriores. Los títulos científicos y técnicos crecían un 4,3%; los cómics, un 4,2%; el libro infantil y juvenil aumentaba un 3,2%; la literatura, un más discreto 1%. Esto último resulta especialmente preocupante. En 2016 pasado, la novela creció un 1,3%, recaudando cinco millones de euros más que el año anterior. Pero es que en 2015 había ganado 33 millones más que en año anterior. En el último ejercicio, el crecimiento se frenó, sin embargo, hasta el 0,7%, lo que no llega a suponer ni tres millones de euros más de lo recaudado en el año anterior. Y esto, pese al éxito de un bestseller como Patria, de Fernando Aramburu, cuyo éxito se repartió entre el final de 2016, con la camapaña navideña, y el primer semestre de 2017, hasta la campaña de verano. ¿Qué hubiera sido de las cuentas de la novela sin esta alegría económica de Tusquets? En cualquier caso, estos sectores crecen, todos juntos, unos 19 millones de euros, lo que no palia por sí solo la caída del libro de texto. 

Las cifras que la novela lucía el año pasado empujaron a Daniel Fernández a un claro optimismo: "La lectura ha recuperado el terreno entre los lectores habituales, vuelve a ponerse de moda", decía en la presentación del informe de 2016. Esta vez se ve obligado a rebajar los ánimos. Y da dos posibles motivos del descenso: "La versión pesimista sería que no ha habido títulos que tiren tanto como el año anterior". ¿Y la optimista? "Que los títulos han sido los mismos pero ha habido un descenso, no del número de lectores, sino del número de compradores". Es decir, que la piratería les habría jugado una mala pasada. Es imposible comprobar que este sea el motivo detrás del ligero desencanto del público con la ficción, pero, sea como fuere, los editores denuncian que la descarga ilegal de libros les cuesta 200 millones de euros al año

El libro de texto asfixia a familias, librerías... y editores

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La Federación no deja que las tibias cifras de 2017 le agüe la fiesta. Defienden la serie de los últimos años como un "paisaje de recuperación" y recuerdan que el sector editorial es el más importante de la industria cultural, con una recaudación casi cuatro veces mayor que la del cine. Los títulos editados han aumentado en un 7% hasta los 87.262, así como los ejemplares publicados, otro 7%, hasta los 240 millones. Hay más títulos vivos en oferta, y más empresas agremiadas. Las exportaciones alcanzan los 588 millones de euros, superando las cifras de 2008. Las pequeñas y medianas editoriales hacen negocio en Hispanoamérica, aumentando un 12% los ingresos que llegan del otro lado del océano. Pero otros números se imponen igualmente: Fernández señala que la industria del libro está aún a 900 millones de euros de recuperar la facturación de 2009, que no ha recuperado el 25% de ingresos perdidos. 

Más allá de la recaudación perdida, otras cifras del sector ensombrecen también el ambiente. Son tendencias marcadas por la crisis que no desaparecen con la celebrada —y modesta— recuperación. Una de ellas es la tirada media, que apenas aumenta desde el año pasado, estancándose en 2.753 ejemplares por título editado, lo que supone una gran diversidad pero una gran desconfianza de los editores, que hacen menos apuestas comerciales. O que las editoriales grandes y muy grandes copen más del 60% del mercado. O que las ventas en librerías y cadenas apenas repunten un más que magro 0,2%. "El sabor es agridulce", resume Daniel Fernández. Y en 2018, dice, los libros de texto podrían volver a bajar. 

 

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