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Desigualdad social

Oxfam alerta de la inseguridad de las mujeres rohinyás en los campamentos de refugiados de Bangladés

Mujer rohinyá en un campamento de refugiados.

infoLibre

Entre los cientos de miles de refugiados rohinyás que viven en los campamentos de Bangladesh hay colectivos especialmente vulnerables, como el de las mujeres que no cuentan con la salvaguarda de un compañero varón, víctimas de la discriminación social y de un creciente riesgo que les lleva, por ejemplo, a evitar salir de las tiendas una vez cae el sol, informa Europa Press.

Más de 700.000 personas huyeron de Birmania solo desde el gran éxodo de hace un año –la cifra total en Bangladesh ronda el millón–. Las mujeres solteras o viudas están al frente de una de cada seis familias en los campamentos habilitados en territorio bangladesí, por lo que la ONG Oxfam ha instado este lunes en un comunicado a tener en cuenta su situación.

Ayesha Khatin, de 35 años, se convirtió a su pesar hace un año en la cabeza de una familia mermada por la barbarie. Su calvario comenzó hace doce meses, cuando una ola de ataques milicianos desencadenó una violenta represión contra los rohinyás en el estado birmano de Rajine, donde vive principalmente esta minoría apátrida.

"Estaba cenando con mi marido, mi hijo y dos hijas cuando oímos gritos. Salimos fuera y vimos a unos hombres prendiendo fuego a casas. Comenzamos a correr y ellos empezaron a dispararnos", cuenta Ayesha, que apenas se dio cuenta en esta carrera de que su marido había recibido un tiro. Su hijo, de 20 años y a punto de casarse, regresó para tratar de ayudar a su padre pero también él perdió la vida.

"El tiroteo seguía, así que no tuve otra opción que dejar a mi hijo y a mi marido desangrándose", relata esta superviviente a Oxfam, de la que ha recibido parte de la ayuda esencial que necesita para sobrevivir al otro lado de la frontera. Desde el campamento donde ahora vive, confirma el giro que ha dado su vida.

Ayesha recuerda a su marido como un hombre cumplidor con las tareas domésticas y romántico. Así, ahora viste un pañuelo amarillo porque le recuerda los girasoles que él solía regalarle. "En el campamento no hay flores, solo barro y polvo", lamenta, asegurando que "ni siquiera hay una cama" donde poder dormir en la tienda donde se ha instalado junto a sus hijas.

Sueña con darles a sus hijas el futuro que se merecen, pero admite que por ahora no puede permitírselo, en gran medida porque, como mujer, se encuentra con muchos obstáculos a la hora de ganarse un sustento o trabajar en empleos tradicionalmente reservados a los hombres. "No puedo permitirme ni siquiera una dote, así que temo que mis hijas nunca puedan casarse y ser tan felices como yo", dice.

No tener una figura masculina en la familia supone un "gran problema" 

"La vida es muy dura sin mi marido y mi hijo", explica, citando la inseguridad como uno de los principales retos con los que se encuentra en el día a día. Si quiere salir de la tienda debe llevar un burka, pero solo cuenta con uno y sus hijas –de 18 y diez años– se tienen que quedar en casa, y en ciertas horas la preocupación es todavía mayor. "Por la noche no comemos o bebemos mucho para no tener que usar el baño", asegura.

Más de un tercio de las mujeres consultadas por Oxfam y otras organizaciones aliadas confiesan que no se sienten seguras cuando van a buscar agua o al baño –muchos de ellos sin tejado o sin puerta con cerradura–. Como consecuencia, muchas optan por la estrategia de Ayasha de no comer o beber, lo que puede traducirse en dolores abdominales o infecciones, o por no acudir al baño y defecar junto a la tienda, con el riesgo que ello conlleva para el surgimiento de enfermedades, especialmente en la época del monzón.

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Una portavoz de Oxfam en Cox's Bazar, Dorothy Sang, ha advertido de que la instalación apresurada de los campamentos hizo "que no se tuviesen en cuenta las necesidades específicas de las mujeres", lo que se está traduciendo en un empeoramiento de su situación en materia de seguridad y bienestar. Por todo ello, ha apelado a una rectificación "urgente", por ejemplo mediante la colocación de más luces o favoreciendo la privacidad.

A Asia Bibi la violencia de Rajine ya le pilló sola con sus dos hijos –su marido se había ido solo 40 días después de que diese a luz– y tras escapar a duras penas de su aldea y llegar a Bangladés ha intentado solventar el "gran problema" que supone para ella no tener en su entorno a una figura masculina. A veces recurre a su hermano, pero admite que es complicado porque él también tiene su propia familia.

Al menos celebra que sus hijos puedan ir a clase y "dormir en paz", aunque espera que la situación quede resuelta a corto plazo. "Ahora mismo estamos en una buena situación, pero no vinimos aquí a buscar ayuda. Vinimos aquí porque necesitábamos salvar la vida", matiza.

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