El futuro de Cataluña
La batalla por Barcelona facilita a Esquerra reescribir su política de alianzas
La decisión de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) de situar a Ernest Maragall como candidato a la Alcaldía de Barcelona es un golpe encima de la mesa destinado a remover el tablero independentista.
La formación liderada por Oriol Junqueras, cada vez más implicado en las decisiones de su formación gracias a la proximidad que le brinda haber sido trasladado a la cárcel de Lledoners (Barcelona), lleva tiempo intentando restablecer su propia estrategia y dejar de verse arrastrada por los llamamientos perennes a la unidad que emite desde Bruselas el expresident Carles Puigdemont. Y las elecciones municipales son una ocasión de oro para, sin romper con el núcleo de las reivindicaciones que les unen a JuntsxCat —la demanda de un referéndum pactado y la salida de prisión de los presos del procés— escenificar ese cambio de ruta.
La elección de Maragall como candidato a la Alcaldía de Barcelona —todavía no oficial, pero que el propio interesado da por hecha— es, en sí misma, una declaración de principios. Si las cuentas dan después de las elecciones municipales de mayo, el actual conseller de Acció Exterior de la Generalitat, de 75 años, está llamado a construir puentes con la Barcelona en Comú de Ada Colau. Otra cosa es el PSC: Junqueras lo descarta expresamente. Si lo consigue, Esquerra habrá puesto fin a cuatro años de estrategia común con los herederos de la antigua Convergència.
Los caminos de Junqueras y de Puigdemont se separaron el mismo día de la declaración de independencia, el pasado 27 de octubre. Esquerra rehuyó en las semanas siguientes reeditar la candidatura unitaria con la que el expresident pretendía capitalizar la respuesta social a la aplicación del artículo 155 y ya en las elecciones del 21 de diciembre reescribió su estrategia política sobre nuevas bases, bien distintas de las del Puigdemont: nada de traspasar otra vez los límites de la legalidad y adaptar los tiempos y las reivindicaciones al objetivo de ampliar la base social del independentismo. Como el propio Junqueras defendió este lunes en una entrevista publicada en La Vanguardia, “acreditando una mayoría indiscutible, el referéndum que ahora parece imposible será inevitable”.
Las elecciones municipales en general y la batalla de Barcelona en particular, en el contexto además del cambio de Gobierno en España y la apertura de mesas de diálogo con el Ejecutivo de Pedro Sánchez, ofrecen a Esquerra la oportunidad de ensayar por primera vez en mucho tiempo mayorías progresistas que no respondan a la lógica del enfrentamiento entre el independentismo y el unionismo. Sin renunciar al soberanismo, pero asumiendo que se trata de ámbitos de responsabilidad diferentes. O, lo que es lo mismo, evitando que el conflicto secesionista se traslade al Ayuntamiento de Barcelona.
Y todo de la mano nada menos que del hermano de Pasqual Maragall, el alcalde socialista de Barcelona cuya memoria se disputan casi todos los contendientes. Desde los socialistas —con cuyas siglas el regidor de los Juegos Olímpicos de 1992 puso en marcha la transformación de la ciudad— hasta la actual alcaldesa, Ada Colau (Barcelona en Comú), pasando por el ex primer ministro francés Manuel Valls, que según diferentes informaciones quiere contar para su campaña con la asesoría de Xavier Roig, mano derecha de Maragall tanto en el ayuntamiento como en la Presidencia de la Generalitat.
El primer efecto de la candidatura de Ernest Maragall por Esquerra, en una lista que se declara abierta a la integración de otras sensibilidades progresistas, ha sido desbaratar el alcance de las primarias que los antiguos convergentes han puesto en marcha en busca de un cabeza de cartel capaz de aglutinar a todos los votantes independentistas. La estrategia de Puigdemont de construir para las municipales un nuevo espacio de unidad soberanista, que en su última formulación adoptó el nombre de Crida Nacional per la República, se desinfla. No sólo por la resistencia de ERC a someterse de nuevo a la obediencia del expresident sino por el temor que muchos alcaldes del PDeCAT tienen al riesgo de afrontar las elecciones con nuevas siglas.
Lo que hará finalmente el espacio político de Puigdemont en la capital es todavía una incógnita. Los mejor situados en estos momentos para encabezar la lista neoconvergente son Neus Munté, a la que el propio expresident cesó como consellera antes de activar el pulso soberanista que culminó con el referéndum del 1 de octubre por considerarla poco dispuesta a apoyar esta estrategia, y sobre todo el actual delegado de la Generalitat en Madrid, Ferran Mascarell, cuyo origen político —al igual que Maragall— está en el PSC.
A la espera de Valls
Mientras tanto, todas las miradas están pendientes de Manuel Valls. El ex primer ministro francés ha convocado un acto público este martes en Barcelona en el que todo el mundo da por supuesto que confirmará su intención de presentarse a la Alcaldía de Barcelona como cabeza de cartel de una plataforma concebida para atraer el voto constitucionalista. Valls lleva meses entrevistándose con empresarios y representantes sociales de Cataluña, entre los que destaca la asociación Sociedad Civil Catalana, cabeza visible de las movilizaciones contra el independentismo. Maragall describió este lunes su candidatura como la del establishment español, la de los “ricos” que quieren recuperar el control de la capital catalana.
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En las próximas horas se conocerán los detalles de su propuesta, así como el apoyo que le va a prestar Ciudadanos. El líder de la formación naranja, Albert Rivera, fue quien lanzó hace meses el globo sonda de Valls, pero ahora son varios los medios que aseguran que el político francés no quiere ser sólo el candidato de Cs sino ser la cabeza visible de un movimiento ciudadano capaz de atraer también a los votantes del PP y del PSC. El secretario general de Ciudadanos, José Manuel Villegas, expresó este lunes su confianza en que Valls acepte ser candidato y, de ser así, adelantó, le pondrán “todas las facilidades” para acordar el formato de la candidatura.
Lo que es seguro es que, en ese proyecto no están ni PSC ni el PP. Los socialistas confirmaron hace meses como candidato a su actual portavoz municipal, Jaume Collboni, que fía gran parte de sus esperanzas al viento a favor que pueda otorgarle el presidente Pedro Sánchez y su política de diálogo para resolver el conflicto catalán. Y el presidente del Partido Popular, Pablo Casado, confirmó en las últimas horas que su formación prepara una candidatura “potente” a la Alcaldía de Barcelona y, por tanto, no se incorporará a la plataforma de Valls. El PP, explicó, “no se puede permitir el lujo de no presentarse” en la capital catalana, aunque eso no impide “optimizar los esfuerzos dependiendo del distrito, la capital o el municipio”, informa Europa Press.
Enfrente de todos ellos estará, aunque todavía no lo haya anunciado oficialmente, la alcaldesa Ada Colau, aliada de Podemos en Cataluña, que en 2015 encabezó la lista más votada en la ciudad como representante de Barcelona en Comú. La atomización del voto en aquellas elecciones, los acontecimientos del año pasado en toda Cataluña y el aterrizaje de Valls abren más que nunca el escenario. Colau es alcaldesa con apenas el 25% de los votos y 11 concejales de un total de 41, justo por delante de la desaparecida Convergència i Unió (10 ediles y 22,7% de sufragios). Por detrás se situaron Ciudadanos y Esquerra —empatados a cinco concejales—, y el PSC —cuatro ediles—. Cierran la lista de partidos con representación municipal PP y la CUP con tres concejales cada uno.