Brasil

El ultraderechista Bolsonaro lidera las encuestas para las elecciones de este domingo en Brasil

Fernando Haddad (dcha.), candidato a la presidencia de Brasil por el Partido de los Trabajadores (PT), junto a Manuela D'Ávila (centro), del Partido Comunista de Brasil, y a Dilma Rousseff (izda.), también del PT.

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Alrededor de 147 millones de habitantes de la mayor economía de América Latina han sido llamados este 7 de octubre a elegir presidente, gobernadores, diputados, dos tercios de los senadores y también a sus representantes regionales, informa Europa Press.

Los comicios han estado marcados por el proceso judicial que impidió la postulación como candidato del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2011), en la cárcel desde el pasado abril por corrupción pasiva y blanqueo de fondos. Lula fue designado en un primer momento como la opción presidencial del Partido de los Trabajadores (PT), pero cedió su candidatura al académico y exministro de Educación Fernando Haddad el pasado 11 de septiembre.

El expresidente tenía entonces alrededor de un 40 por ciento de intención de voto en las encuestas. Haddad no ha conseguido alcanzar esa cifra, a pesar de protagonizar un notable ascenso en los sondeos en las últimas semanas. Cuenta ahora con un 21 por ciento de intención de voto, según la última encuesta del instituto Datafolha. El académico, nacido en una familia de origen libanés, planea seguir al pie de la letra el programa electoral que él mismo contribuyó a escribir junto a Lula, que continúa haciendo campaña desde prisión y ni siquiera podrá votar en los comicios.

"El expresidente Lula sigue siendo el principal líder del PT. Mantiene una influencia central en las elecciones. Se manifiesta cuando establece las directrices políticas y discursivas del partido. También cuando se convierte en el blanco de los opositores del PT. El rechazo a Lula es mayor que el rechazo a Haddad", comenta Jamil Marques, politólogo de la Universidad Federal de Paraná.

El candidato izquierdista quiere acabar con la austeridad promocionada por el Gobierno saliente de Michel Temer, quien llegó al poder tras la destitución por violación a la ley presupuestaria de la expresidenta Dilma Rousseff (PT) en 2016. Planea subir los impuestos a los ricos, bajárselos a los pobres, y un ambicioso plan de infraestructuras financiado por las reservas internacionales del país.

 

Intención de voto de los líderes a la presidencia de Brasil.

Un outsider, a la cabezaoutsider

Enfrente tiene al gran protagonista de estas elecciones, el ultraderechista Jair Bolsonaro, un excapitán del Ejército del pequeño Partido Social Liberal (PSL), que lidera todas las encuestas, haciendo gala de un discurso alejado de lo políticamente correcto.

Marcó un 32 por ciento de intención de voto en el más reciente sondeo del instituto Datafolha. Parece haber aglutinado el favor de aquellos brasileños hastiados de los políticos tradicionales, especialmente de un PT muy afectado por la corrupción, y que desean "orden" en el país suramericano.

Su campaña se vio interrumpida el pasado 6 de septiembre, cuando un individuo le apuñaló en el abdomen durante un acto electoral. Bolsonaro ha pasado el resto de la campaña en un hospital de Sao Paulo, sin acudir a los debates televisivos ni apareciendo en grandes actos, pero manteniendo una muy notable influencia en las redes sociales.

La atención en la campaña ha estado, de esa forma, centrada en una cárcel, la de Curitiba, donde cumple condena el expresidente Lula, y en el sanatorio donde se ha estado recuperando Bolsonaro. El candidato ultraderechista ha prometido mano dura, incrementando las penas contra homicidas y narcotraficantes. Pretende empoderar a la Policía y permitir que la población se arme para defenderse de los criminales.

Bolsonaro es también un férreo defensor de la familia tradicional. Ha sido muy criticado por sus polémicas declaraciones sobre el feminismo y la homosexualidad, y se posiciona en contra del aborto y de los programas inclusivos de género. Quiere, por otro lado, acabar con las cuotas universitarias que favorecen a pobres, negros e indígenas.

Sus detractores le consideran machista, racista, homófobo y militarista. Denuncian además que es un nostálgico de la dictadura brasileña (1964-1985). El candidato ultraderechista ha delegado su política financiera en el economista Paulo Guedes, considerado un ultraliberal. Su nombramiento como asesor fue celebrado con alzas por los mercados.

Un país dividido

Llama la atención la gran polarización de la campaña electoral. Bolsonaro y Haddad parecen ser los candidatos predilectos de los brasileños, pero también son los más odiados.

El candidato ultraderechista es denostado por el 42 por ciento de la población, según la última encuesta del instituto Ibope. Ha enfrentado grandes manifestaciones callejeras en su contra patrocinadas por grupos feministas y organizaciones pro Derechos Humanos.

Haddad, por su parte, recoge el descontento de buena parte de la población con Lula y el PT debido a los escándalos de corrupción que han afectado a parte del liderazgo del partido en los últimos años. Cuenta con un 37 por ciento de rechazo, según el mismo sondeo de Ibope.

Esta es, de hecho, la primera elección presidencial que medirá el efecto de la corrupción en las urnas. A buen seguro condicionará muchos de los votos de los brasileños en un país sumido en una gran crisis política.

La enorme trama de corrupción desvelada desde 2014 por la Operación Lava Jato salpicó a políticos de todos los partidos, especialmente al PT, al estar entonces en el poder. En este sentido, Bolsonaro no está acusado de acto de corrupción alguno y ha basado en esa premisa parte de su popularidad.

Haddad ha emergido también como un político "limpio" dentro del PT, aunque ha sido denunciado por la Fiscalía de Sao Paulo por haber supuestamente recibido en 2012 alrededor de 570.000 euros de una constructora, con el objetivo de pagar una deuda de su campaña electoral, a cambio de contratos públicos, algo negado por Haddad, que ha denunciado una "persecución".

Los retos del próximo gobierno

Estas elecciones están también marcadas por las turbulencias financieras que vive el país, tras dos años de recesión (2015 y 2016) y dos años de un muy débil crecimiento. El Gobierno electo deberá afrontar una polémica reforma del sistema de pensiones para garantizar su sostenibilidad.

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Brasil es un país traumatizado, asimismo, por los disparados índices de violencia. El país suramericano batió por tercera vez consecutiva su récord anual de homicidios en 2017. Al menos 63.880 personas fueron asesinadas el año pasado.

"Existe en Brasil una descomposición creciente del Estado de Derecho en el contexto de una democracia de baja intensidad creada tras la destitución de Roussef", comenta Juan Manuel Karg, politólogo experto en sociedades latinoamericanas de la Universidad de Buenos Aires. Quien gane las elecciones tendrá que afrontar esa violencia en las calles.

Parece difícil que Bolsonaro y Haddad no vayan a ser los contendientes en la segunda vuelta del 28 de octubre. El resto de candidatos, que proponían una tercera vía, han quedado muy alejados en las últimas encuestas. Su posición después del resultado de las urnas este domingo será decisiva para el desenlace de una segunda ronda a la que los dos principales aspirantes parecen llegar en empate técnico, según los sondeos más recientes.

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