Cumbre internacional en Buenos Aires
Sánchez llega al G-20 en plena guerra comercial entre China y EEUU y con Bin Salmán buscando blanquear su imagen
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se estrenará este viernes en la cumbre anual del G-20 alineado claramente en la defensa del multilateralismo en un momento en el que el proteccionismo económico y la política unilateral impulsados por Donald Trump alientan la inestabilidad en el mundo y alimentan la incertidumbre en la economía mundial. Desde su llegada a la Moncloa Sánchez ha concedido gran importancia a su agenda internacional y, aunque España sólo tiene estatus de país invitado —de manera permanente—, otorga gran relevancia a la cumbre del G-20, que durante dos días reunirá en Buenos Aires a los líderes de los países más ricos del planeta así como de las potencias emergentes.
En el G-20 se dan cita anualmente y desde hace diez años la Unión Europea, Alemania, Arabia Saudita, Argentina, Australia, Brasil, Canadá, China, Corea del Sur, Estados Unidos, Francia, India, Indonesia, Italia, Japón, México, Reino Unido, Rusia, Sudáfrica y Turquía.
España es un actor secundario en las cumbres del G-20 pero los presidentes españoles, así como la mayoría de los participantes, tratan siempre de aprovechar la oportunidad para celebrar reuniones y mantener contactos con los líderes internacionales que más les interesan en cada momento.
En su estreno, el presidente Pedro Sánchez tiene previsto reunirse con el anfitrión, el argentino Mauricio Macri, y con el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, al que considera un aliado en dos asuntos a los que la administración española otorga especial relevancia: cambio climático y migraciones. En su agenda también figuran entrevistas con la directora gerente de FMI, Christine Lagarde, y el primer ministro indio, Narendra Modi. La India, con una población de 1.250 millones de habitantes al que muchos analistas sitúan en un futuro próximo como la segunda economía del mundo, sólo por detrás de China, es un país al que el Gobierno español concede gran importancia desde el punto de vista de las relaciones económicas.
Con quien el Gobierno español no ha confirmado ningún contacto es con Theresa May, la primera ministra británica, apenas cinco días después de que la posición española sobre Gibraltar estuviese a punto de hacer saltar por los aires el acuerdo entre el Reino Unido y la Unión Europea para el Brexit, pendiente todavía de que el Parlamento de Londres le dé su visto bueno.
Moncloa no confirma ni desmiente tampoco la posibilidad de que Sánchez mantenga alguna reunión con el dignatario más incomodo de la cumbre del G-20: el príncipe saudí Mohámed bin Salmán, que ya aterrizó en Buenos Aires este miércoles.
El príncipe Mohámed bin Salmán, a su llegada a Buenos Aires (Argentina).
El heredero del Reino del Desierto llegó a la capital argentina procedente de una gira por Emiratos Árabes Unidos, Egipto, Argelia y Túnez —en estos dos últimos países su visita fue recibida con movilizaciones de protesta—. En Abu Dabi aprovechó la celebración del Gran Premio de Fórmula 1 para reunirse con el anterior jefe del Estado español, Juan Carlos de Borbón, el primer contacto más allá del mundo árabe que consiguió realizar el príncipe saudí, principal sospechoso de haber ordenado el asesinato y descuartizamiento del periodista Yamal Jashoggi en un consulado de su su país en Estambul (Turquía).
Bin Salmán, que sí tiene previsto reunirse en Buenos Aires con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, coincidirá durante la cumbre con el jefe del Estado turco, Recep Tayyip Erdoğan, que públicamente le ha responsabilizado del asesinato.
Las sospechas que pesan sobre Bin Salmán han deteriorado en las últimas semanas las relaciones de Arabia Saudí con varios países que también estarán en la cumbre. Es el caso de Alemania, Francia, Reino Unido y Canadá, representados en Argentina por la canciller Angela Merkel, el presidente Emmanuel Macron y los primeros ministros Theresa May y Justin Trudeau.
Por si esto fuera poco, uno de los objetivos de la cumbre es la adopción de medidas para el empoderamiento de las mujeres, la eliminación de disparidades de género en el empleo, la ciencia, la tecnología y la educación, y la protección contra todas las formas de violencia basadas en género, acciones que están en las antípodas del ideario político, cultural y religioso de Arabia Saudí.
Controversia en Buenos Aires
La mera llegada a Buenos Aires del príncipe saudí ya desató una fuerte controversia en Argentina, sobre todo después de que la ONG Human Rights Watch decidiese presentar una denuncia judicial en aplicación del principio de justicia universal pidiendo que fuese detenido e investigado por el caso Jashoggi. El Gobierno del país precisó rápidamente que no habrá ninguna detención porque el sospechoso de ordenar el asesinato del periodista goza de “inmunidades especiales” durante su estancia en Argentina. La Cancillería señaló al diario Clarín que “no existe base jurisdiccional en la legislación argentina, ni antecedentes bajo el Derecho Internacional, que habiliten la detención de un funcionario de su rango en funciones aún por crímenes internacionales”.
La incómoda presencia de Bin Salmán y la crisis del estrecho de Kerch, que conecta el mar Negro con el mar de Azov y que ha situado a Ucrania —aliado de la UE y de Estados Unidos— y a Rusia al borde de la guerra, se han colado en los últimos días en una cumbre en la que todo el protagonismo parecía a priori reservado para la batalla comercial entre Donald Trump y China.
El temario oficial de la reunión se centra en el futuro del trabajo y el sistema educativo, las infraestructuras para el desarrollo y la búsqueda de un sistema de provisión de alimentos más inclusivo. Pero la atención estará pendiente del pulso que desde hace un tiempo mantienen Estados Unidos, defensor de un nuevo proteccionismo al que las organizaciones internacionales ya achacan un previsible enfriamiento económico mundial, y el gigante chino, convertido de pronto en el principal adalid del libre comercio y la internacionalización de la economía. Pekín y Washington han ido incrementado la tensión respondiendo con represalias aduaneras mutuas que ya sacuden la economía mundial. Y nada hace pensar en una desescalada: Trump reiteró el lunes su amenaza de gravar a todos los productos chinos importados a Estados Unidos.
El presidente chino, en una de sus citas previas a la participación en la cumbre, defendió este miércoles en Madrid junto a Pedro Sánchez hacer frente al “proteccionismo y el unilateralismo” en una declaración conjunta “sobre el fortalecimiento de la asociación estratégica integral en un cambio de época” firmada por los presidentes Xi Jinping y Pedro Sánchez.
Ambos, según el Gobierno español, “han mostrado sintonía en su visión del comercio global bajo normas establecidas" y en la defensa del multilateralismo como “principal herramienta para lidiar con desafíos globales, desde el cambio climático, o los flujos migratorios masivos a la proliferación nuclear”.
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Las prioridades del Gobierno español en esta cumbre, según fuentes consultadas por infoLibre, pasan por defender el empleo digno en todo el mundo, la estabilidad y el crecimiento económico sostenible, la transición ecológica, la lucha contra la corrupción y la defensa de la igualdad. Los equipos de los países participantes trabajan desde hace semanas en la declaración conjunta que debe hacerse pública el sábado y que, según fuentes de la Moncloa, todavía no está terminada.
Hace apenas un año Sánchez, recién reelegido secretario general del PSOE, exigía a Mariano Rajoy que España tuviese “una voz mucho más contundente sobre el cambio climático” en la cumbre del G-20 celebrada en Hamburgo apenas unas semanas después de que Trump decidiese romper los compromisos que, en nombre de su país, había contraído en esta materia su antecesor en el cargo, Barack Obama.
José Luis Rodríguez Zapatero fue quien estrenó en Washington la representación española en el foro, en el año 2008. Repitió después en 2009 y 2010. Mariano Rajoy acudió a la cumbre en seis ocasiones, entre 2011 y 2017.