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@cibermonfi

Carta de un republicano a los Reyes Magos

Estimados Reyes Magos, me dirijo a ustedes con su título oficial porque, aunque yo sea republicano, como buena parte de mis compatriotas, no tengo nada en contra de que ustedes —o cualquier otro u otra— se llamen a sí mismos reyes, príncipes o emperadores de las Indias, siempre y cuando no vivan de mis impuestos. Mi republicanismo es fácil de comprender: no me gusta que alguien ocupe un cargo público desde su nacimiento hasta su muerte solo por ser hijo de fulano o de mengano. No me gusta pagarle la comida, el alojamiento y el transporte a alguien que no haya sido elegido por la ciudadanía. No me gusta que alguien disfrute de una posición privilegiada sin someterse a examen y sin que la comunidad tenga la posibilidad de juzgarle por sus posibles tropelías. Pero, por supuesto, si hay gente a la que le hace ilusión utilizar títulos rimbombantes y se costea las habichuelas con el sudor de su frente o los donativos de sus seguidores, pues por mí encantado.

Este es su caso, majestades de Oriente. Que yo sepa, ustedes no perciben un céntimo del dinero que tanto me cuesta ganar y del que la Agencia Tributaria se lleva un buen bocado. Salvo, tal vez, el que se gastan los ayuntamientos en sus cabalgatas del 6 de enero, pero eso lo considero el pago por un espectáculo infantil, así que no lo discuto.

Una simpática tradición española quiere que en estas fechas se les dirijan a ustedes cartas solicitándoles regalos. A ella me acojo para pedirles una cosa que, ya lo sé, es casi imposible. Me refiero a que nuestra izquierda —PSOE, Podemos, Izquierda Unida, Unidos Podemos, Adelante Andalucía, Ahora Madrid, Compromís, Esquerra Republicana, las mareas, las confluencias y un montón más de siglas, marcas, chiringuitos e inventos— abandone, aunque solo sea por un año, su berroqueño espíritu de Frente Popular de Judea, su adicción a las escisiones, las querellas fratricidas, las puñaladas cainitas por la espalda.

El recién nacido 2019 bien puede ser el año en que el muy derechista tridente formado por PP, Ciudadanos y Vox repita en elecciones locales, autonómicas y nacionales su reciente éxito en Andalucía. Muchos vientos, globales y locales, soplan a su favor. Pero como nada está escrito en las estrellas, también puede ser el año en que las fuerzas progresistas les paren los pies a los nuevos caudillos si se centran en lo que les une y aparcan lo que les divide. ¿Y qué les une o podría unirles?, se preguntarán. Les responderé con algo que se me antoja evidente: la preocupación compartida por una amplia mayoría de los españoles por el deterioro de su situación económica y social, por la pérdida de sus libertades y derechos, por la existencia de una profunda corrupción en las instituciones. No soy yo el que dice que esta preocupación es mayoritaria, lo dicen la calle y todas las encuestas.

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El deseo que acabo de expresar no es original, pero este año resulta más imperioso. Un tufo a fascismo impregna esos vientos globales y locales que soplan en las velas del tripartito derechista carpetovetónico. Este nuevo fascismo, como nos advirtió Umberto Eco, no viste uniformes paramilitares ni reivindica el Holocausto; viene disfrazado de civil y democrático. Pero, al igual que el que triunfó en los años 1920 y 1930 en Italia, Alemania y España, contempla alborozado cómo las divisiones de los herederos del Siglo de las Luces pavimentan el camino de su conquista del poder. Entonces fueron las divisiones entre liberales y rojos, entre marxistas y anarquistas, entre socialdemócratas y comunistas… Las de ahora son menos ontológicas y más personalistas, menos basadas en ideas y más en la búsqueda de poltronas.

Ya les adelanté, majestades, que soy consciente de que insuflar un poco de espíritu unitario entre los progresistas españoles es tarea mucho más ardua que repartir regalos en millones de hogares en tan solo una noche. Por eso, termino mi carta pidiéndoles un detalle de consolación: que en la noche del próximo sábado dejen carbón en los zapatos de aquellos que se dicen socialistas y pretenden competir en nacionalismo español con los mismísimos inventores del asunto. Y en los de aquellos que predican que unidos podemos y dedican su tiempo a conspirar contra sus compañeros. Y también en los de aquellos que creen que puede construirse una república tan solo en un rincón de la casa.

Gracias por su atención. Que tengan un próspero 2019.

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