Violación de derechos humanos
Razia Sultana, sobre el genocidio rohinyá: "El Gobierno y sus simpatizantes usan las redes sociales para propagar el odio"
El genocidio de los rohinyás acumula desde 2017 más de 25.000 personas asesinadas y casi un millón de desplazados de forma forzada. Confinados en campos de refugiados después de que el Gobierno de Myanmar les negase el reconocimiento de la ciudadanía, este pueblo vive una limpieza étnica que recibe las espaldas del Ejecutivo nacional, de la que pudo ser su lideresa, la premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi; y de las instituciones internacionales que admiten la lacra pero que no toman acciones.
Razia Sultana, abogada, investigadora y educadora que ha analizado la violencia sexual contra los rohinyás, expone que en 2016 entrevistó a muchas personas y averiguó que las mujeres sufren más y que “las violaciones han sido y son un arma de guerra”. Tras esto, desde diferentes organizaciones en las que participa y dirige, ofreció su apoyo a las personas más vulnerables. La activista cuenta a infoLibre cuál es la situación actual de este grupo étnico tras años de condiciones de extrema vulnerabilidad en la que la escalada de atrocidades se ha visto determinada por la difusión del discurso del odio y las noticias falsas en las redes sociales como Facebook, hecho reconocido por Naciones Unidas (ONU).
PREGUNTA. ¿Qué hace su organización y cómo surge?
RESPUESTA. Nací en Myanmar y era muy joven cuando mis padres emigraron en 1973 a Bangladés, por lo que crecí allí y toda mi educación es de bengalí. Pero tengo un sentimiento con mi gente porque mi familia me enseñó a “no olvidarme de mis orígenes”. Soy ciudadana de Bangladés, pero sigo siendo rohinyá. No he cambiado nunca mis orígenes y estoy involucrada en su comunidad y organización política e intento ayudarles de alguna manera. En 2016 inicié mi trabajo de investigación entrevistando a muchas personas y encontré en ese momento que las mujeres eran las más atacadas: las violaciones se usaban como arma de guerra y testifican el horror.
P. En su asociación, ¿con qué gente trabajan?
R. Especialmente para mujeres traumatizadas, que han sido agredidas sexualmente, aquellas sin confianza, con problemas de salud. También para quienes necesitan compartir algo con otros. Asimismo, impartimos conocimiento básico sobre maternidad, niños… todo lo que está relacionado con las mujeres, como la violencia de género. Desde Free Rohingya Coalition somos como un paraguas: un grupo de apoyo que incluye a toda la comunidad rohinyá; ya en mi propia organización (Rohingya Women Welfare) estamos centradas en el problema de las mujeres. Mi trabajo es de mujer a mujer: empezamos siendo sesenta voluntarias y ahora se ha expandido, ayudando a niños, chicas jóvenes, discapacitadas y quienes necesitan ayuda.
P. ¿Con qué dificultades ha convivido durante su actividad?
R. La mentalidad de la comunidad. Nuestra generación no tiene educación porque nuestro gobierno la destruyó hace tiempo. En un país sin educación, el hermetismo religioso atrapa. Se focalizan en los temas de las mujeres: quieren dominarlas y no les permiten hacer nada, ni siquiera ir al médico por enfermedades. Esto es discriminación de una comunidad, y se convierte en normal para ellos. Este es nuestro reto: acabar con esta situación de vulnerabilidad y alertar a los jóvenes, que serán los líderes comunitarios.
P. En Myanmar, las redes sociales han extendido el discurso del odio y ha tenido consecuencias en la violencia contra el pueblo rohinyá.
R. Estoy muy preocupada por esto porque se está expandiendo. El problema principal es Facebook. Hemos denunciado más de mil casos de discursos de odio en una plataforma por la que no ha habido intención de hacer una ley. Y es la táctica del Gobierno y sus simpatizantes: usan los medios de comunicación y las redes sociales para propagar el odio de una forma muy sencilla. Así que tenemos que ser muy cuidadosos con los medios porque son un instrumento que puede ser por el bien de la sociedad, pero que está promoviendo un discurso del odio que necesita restricción.
P. Vemos que el uso de las redes para propagar el discurso del odio no es un problema de un único país. En Brasil, Bolsonaro ha ganado las elecciones por el uso de las noticias falsas en WhatsApp, según Cristina Tardáguila, directora del portal de fact-checking La Lupa.según Cristina Tardáguilafact-checking
R. Sí, tenemos pruebas sobre las noticias falsas y hemos proporcionado un organismo para comprobar hechos. Cuando intentamos conseguir esa información, directamente nos borraron el grupo. Y Facebook está tomando la misma medida. No les interesa acabar con el discurso del odio, aunque todo el mundo pueda usarlo en las redes sociales y sea un arma tan dañina para el ser humano. Los políticos usan esto de forma astuta para expandirlo.
P. En otras entrevistas ha dicho que han tenido reuniones con Naciones Unidas y que tienen todo este genocidio probado, pero que no hay acción.
R. No había acción y no hay acción. Las pruebas se han dado, ellos (las instituciones internacionales y nacionales) las tienen. El Gobierno genocida (de Myanmar) está promoviendo el negocio. Este es el sistema. ¿Quién está promoviendo las “limpiezas étnicas”, el genocidio o los crímenes de guerra? Tenemos que cambiar o romper el sistema. Tenemos que presionar a este Gobierno. La ONU está en Afganistán, en Irak, incluso en América Latina. ¿Por qué no en Myanmar? Lo permiten por cuestiones estratégicas económicas.
El dinero no lo es todo. El poder no lo es todo. Somos seres humanos. La gente tiene el derecho de vivir su propia vida. Pero esto es parte de su negocio e ignoran esta parte.
P. ¿Cómo ve el futuro si no se toman medidas desde las instituciones?
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Tengo esperanza. Quizás algún día, en algún lugar, alguien potente alce la voz en este problema y lo apoye.
P. Ha venido a España gracias al trabajo de la asociación Mujeres de Guatemala que da voz a las víctimas de violaciones de derechos humanos de las mujeres, ¿han pensado en la cooperación entre organizaciones para crear esa presión necesaria?Mujeres de Guatemala
R. La presión es alzar la voz. No es cuestión de tiempo: hay que alzar la voz lo antes posible. No tenemos que esperar a los tribunales y las sentencias. Necesitamos justicia pero no podemos dejar de trabajar por ello, tenemos que hablar y hacer algo.