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Un mexicano residente en EEUU lideró el asalto a la Embajada de Corea del Norte y luego informó al FBI

El líder supremo de Corea del Norte, Kim Jong-Un.

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El titular del Juzgado Central de Instrucción número 5 de la Audiencia Nacional, José de la Mata, ha levantado el secreto de actuaciones sobre el asalto que sufrió la Embajada de Corea del Norte en Madrid el pasado 22 de febrero, un suceso que atribuye a una organización criminal formada por diez personas cuyo líder, un mexicano residente en EEUU, contactó después con el FBI para informar sobre los hechos.

El magistrado apunta a la comisión de delitos de allanamiento de morada, detenciones ilegales, lesiones, falsificación documental, amenazas y robo cometidos por una organización criminal cuyo cabecilla responde al nombre de Adrián Hong Chang, y en la que figuran además el ciudadano estadounidense Sam Ryu y el de Corea del Sur Woo Ran Lee, los únicos tres identificados.

De la Mata ya ha emitido dos órdenes de detención internacional, contra Hong Chang y Ryu, según han informado a Europa Press en fuentes jurídicas.

Según expone el juez, Hong Chang se presentó en la Embajada en la tarde del 22 de febrero pidiendo entrevistarse con el encargado Negocios, mientras fuera le esperaba un compañero y en una rotonda próxima, un Seat Alhambra con otras cinco personas dentro. Le abrió la puerta un trabajador, que le condujo al interior, pero él aprovechó un descuido y dejó pasar a los otros seis asaltantes.

No era la primera vez ya que el juez sitúa al cabecilla en Madrid entre el 6 de febrero, cuando entró por Barajas con pasaporte estadounidense, y el día 8, cuando abandonó de nuevo el país. En ese lapso, fue a la Embajada y solicitó ver al responsable de Negocios identificándose como empresario con un nombre falso, el mismo que apareció en un carné de conducir italiano hallado por la Policía después en el lugar de los hechos. También visitó la tienda en la que el día del asalto comprarían el material táctico para entrar.

"Inmediatamente penetraron en el recinto de la Embajada, portando machetes, cuchillos, barras de hierro y armas cortas simuladas y comenzaron a golpear violentamente a sus ocupantes hasta que consiguieron reducirlos y colocarles grilletes y bridas para inmovilizarles", explica el auto sobre el día del asalto.

Esa misma mañana, el cabecilla había comprado cinco fundas de pistola de extracción rápida, cuatro cuchillos de combate, seis pistolas simuladas tipo HK (PVC), una sobaquera, cuatro gafas de tiro, cinco linternas tácticas, cinco balaclavas elásticas y cinco grilletes de tipos diferentes.

Otros cuatro miembros del grupo venían ya haciendo acopio de material en una ferretería, donde adquirieron una cizalla, once desencofradores, cinta americana y cinta de doble cara, alicates, cortavarillas, gafas de protección u una escalera de casi cuatro metros.

Cuando entraron, en el edificio había siete personas, incluidas la esposa del encargado de Negocios y el hijo de ambos. Fueron los dos únicos a los que no golpearon y les tuvieron bajo custodia en un dormitorio, mientras al marido, que opuso resistencia, le provocaron diversas lesiones, igual que pegaron a otros tres con los que les agruparon en una sala de reuniones.

La séptima persona era la esposa de uno de los trabajadores retenidos. Se encerró en una habitación y cuando vio que los asaltantes iban a entrar, trató de huir por una ventana. Cayó al suelo desde un primer piso y se produjo graves lesiones, pero consiguió escapar del recinto por la pista de pádel de la embajada y recibió ayuda de un ciudadano que llamó al SAMUR y a la Policía, que se personó en el lugar.

Al llegar los agentes alertados por el ciudadano, les abrió la puerta el propio Hong Chang, que se hizo pasar por un alto cargo de la Embajada y les dijo que no pasaba nada allí dentro. Sin embargo, sus compañeros estaban trasladando al encargado de Negocios a un sótano del edificio, donde se identificaron como "miembros de un movimiento de derechos humanos para la liberación de Corea del Norte" y le instaron a desertar.

El juez explica que durante las "varias horas" que duró el asalto, "procedieron a registrar sistemáticamente distintas dependencias de la Embajada, apoderándose de un par de pendrives, dos ordenadores, dos discos duros (uno con imágenes de seguridad) y un teléfono móvil. Se hicieron también con tres coches, con los que la mayoría de los asaltantes abandonaron el edificio pasadas las 21:40 horas de aquel 22 de febrero.

La huida a Portugal

El líder se quedó dentro hasta que todos se hubieran marchado y pidió un VTC que le recogiera en la parte de atrás de la embajada. Salió con otro asaltante cruzando un descampado y abandonó la zona. Posteriormente, se fue a Lisboa y allí cogió un vuelo a New Jersey (EEUU). El resto del equipo hizo lo mismo, cruzaron en cuatro grupos a Portugal y al menos, los otros dos identificados se reunieron con el cabecilla en Nueva York.

El día 27 de febrero, no había pasado ni una semana desde el asalto, el cabecilla se puso en contacto con el FBI desde Nueva York para informar. Según dijo, acometió el asalto por iniciativa propia, teniendo noticia de que algún miembro de la embajada podría querer desertar y una vez dentro, registró el edificio en busca de "armas y otras cosas".

También les comunicó que, "al parecer, previo al asalto, Hong Chang habría contactado con alguien no identificado de la embajada que sería susceptible de desertar", tal y como resume el juez en su auto, en el que pide que se recaben declaraciones testificales.

Sin embargo, los hechos no se restringen al asalto. El juez se detiene también en los antecedentes, pues ya consta una reserva de hotel en junio de 2018 en Madrid a nombre de Sam Ryu, que bloqueó tres habitaciones dobles para seis personas, todas nacidas en Corea del Sur y con entre 25 y 30 años de edad, de las que facilitó el nombre y el número de pasaporte.

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Los preparativos se sitúan, no obstante, a dos semanas del asalto, el 13 de febrero. Sam Ryu volvió a reservar hotel a 200 metros de la Embajada para tres personas y tenía ya un coche en alquiler. El día 19, el cabecilla regresó a Madrid en un vuelo procedente de Praga y fue recogido en ese mismo vehículo y trasladado a un hotel. Hizo una gestión: acudió a la Embajada de México a pedir un pasaporte y después cambió de alojamiento.

En paralelo, los miembros del grupo habían alquilado una casa en Madrid para preparar el asalto, siempre según el relato de los hechos que recoge el juez. Se movían entre el Hotel Aitana y esa vivienda, en cuyas proximidades recuperó la Policía otro de los coches que se utilizaron en el asalto, un Toyota Rav-4.

 

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