Elecciones presidenciales en Israel

A Netanyahu no le pesa la corrupción y lidera las encuestas apoyado por Trump y Bolsonaro

Benjamin Netanyahu se dirige este lunes a simpatizantes mientras recorre el mercado Mahane Yehuda.

Después de que en las en las elecciones parlamentarias anticipadas de 2009 en Israel el partido derechista y sionista Likud quedara segundo, su líder, Benjamín Netanyahu, consiguió aunar a los otros dos partidos ultraconservadores y nacionalistas para vertebrar un Gobierno de coalición. Desde ese momento Netanyahu ha mantenido el poder en el país y este martes, si vence en las urnas, puede volver a revalidarlo encadenando su quinto mandato consecutivo.

A pocas horas de las elecciones, que también han sido adelantadas —estaban previstas para el próximo mes de octubre— los sondeos electorales vaticinan otra victoria del actual primer ministro, aunque le auguran un triunfo mucho menos holgado que en las últimas elecciones. Según una encuesta publicada el pasado miércoles en el diario israelí Haaretz, el bloque de derechas rozará 70 de los 120 escaños con los que cuenta el Knéset (Parlamento israelí). Además, el Likud de Netanyahu finalmente conseguirá superar a la nueva formación Azul y Blanco, un partido de centro fundado por el exjefe del Estado Mayor Benny Gantz que, desde su nacimiento en febrero, ha ido creciendo hasta hacerle sombra al Likud. Atendiendo a la misma previsión, Netanyahu obtendrá unos 30 escaños, entre dos y cuatro más que Azul y Blanco, aunque el resultado es ajustado y muchos en el país hablan de un empate técnico entre las dos fuerzas.

Carteles electorales del Likud de Netahyahu y el partido Azul y Blanco, en una calle de Tel Aviv el pasado miércoles. EFE

  “Las encuestas en Israel muchas veces han dado sorpresas en el último momento”, y “tener el mayor número de votos no siempre significa convertirse automáticamente en primer ministro”. Lo comenta desde Jerusalén Daniel Rajmil, experto en relaciones internacionales de la Universitat Oberta de Catalunya, que insiste en que “Israel tiene un sistema electoral muy volátil […] después de las últimas elecciones, Netanyahu tardó unas siete semanas en formar un Gobierno donde hay hasta seis partidos”, explica. Aun así, y aunque pide no precipitarse, destaca la habilidad de Netanyahu para alcanzar acuerdos con otras formaciones.

Vinculado con varios casos de corrupción

En el último año y medio, Netanyahu se ha visto involucrado en diversos casos de corrupción por los que se le ha acusado de delitos como fraude, cohecho o tráfico de influencias. En febrero, la policía israelí llegó a pedirle al fiscal general la imputación penal del presidente por esos cargos, pero este ha anunciado que estudiará las peticiones de imputación después de las elecciones.

El caso más reciente, salido a la luz el pasado jueves en la cadena de televisión israelí Canal 12, revela que en una de sus múltiples declaraciones ante la Justicia, Netanyahu mintió al hablar de los bienes financieros que posee. La Oficina del Supervisor, el órgano israelí que autoriza o prohíbe a los políticos iniciar actividades que pueden causar conflicto de intereses, sospecha de los testimonios del presidente durante los últimos diez años y asegura que, de confirmarse el engaño, este pudo incurrir en un delito.

Otros ejemplos de mala praxis política que han sacudido a la Administración Netanyahu son la conexión con la presunta recepción de más de 200.000 euros en concepto de regalos multimillonarios a cambio de favores políticos (cohecho), y la relación con las supuestas filtraciones de información privilegiada al mayor operador telefónico de Israel a cambio de propaganda positiva en un medio de comunicación propiedad de la compañía de telecomunicaciones. A principios de marzo, y con respecto a este último caso, la policía antifraude interrogó a Netanyahu y su esposa.

Trump y Bolsonaro, aliados de Jerusalén

Entre la madeja de casos de corrupción que le hostigan y la previsible fragmentación del Parlamento, Netanyahu se ha lanzado a promocionar su candidatura más de cara al exterior que dentro de su país. Así, a finales de marzo, buscó el respaldo del aliado más poderoso que tiene Israel: Estados Unidos. En una visita a Washington, Netanyahu se fotografió con Donald Trump, quien aseguró que Israel tiene plena soberanía sobre los Altos del Golán, un territorio sirio que el Ejército israelí ocupó en 1967, y que protagoniza tensiones entre judíos colonos y musulmanes. Unos días antes del viaje a la capital de EEUU, el secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, había visitado Jerusalén para ratificar la alianza geoestratégica contra el mayor temor estadounidense en Oriente Medio: Irán.

Otro impulso de apoyo provino del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, que la semana pasada se trasladó a Jerusalén en visita oficial. La amistad entre ambos líderes comenzó cuando, gobernando Dilma Rousseff, Bolsonaro remitió una carta a Israel lamentando y disculpándose por la condena pública que hizo la presidenta acerca de un ataque del Ejército israelí en la franja de Gaza. En aquel repunte del conflicto murieron más de 2.000 palestinos y unos 70 israelíes.

La división del centroizquierda fortalece a Netanyahu

Desde hace años la fragmentación de fuerzas políticas en el Knéset no era tan significativa. A propósito de esto, Daniel Rajmil advierte de que en Israel “los conceptos de izquierda y derecha se entienden en un eje político distinto al que tenemos en Europa”. Allí, “este eje gira en torno al conflicto palestino-israelí, donde izquierda significa más cerca de la posición proclive a la negociación y a alcanzar la paz”, aclara.

El experto recuerda que “el sistema electoral israelí es uninominal, y quien pasa el umbral electoral [3,25%] automáticamente tiene representación”. Aun así reconoce que durante décadas había dos bloques muy bien definidos, horadados claramente en las dos últimas citas electorales.

Acudiendo de nuevo a las encuestas, el centroizquierda apenas superará los 50 diputados. Entre ellos se encuentran los del Partido Laborista que, al contrario de lo que ocurrió en 2015, se queda muy lejos de repetir como principal fuerza de la oposición. También integran el bloque, con poca fuerza, los representantes de la izquierda pacifista y la minoría parlamentaria de diputados árabes —que representan en torno a un 20% de la población del país—. Rajmil hace referencia a que la negativa de los partidos sionistas a sentarse a hablar con dicha minoría de diputados árabes se debe al temor por el posible impacto negativo que esos hipotéticos encuentros puedan tener en el electorado.

Gaza pasa de puntillas por la campaña

El futuro de la franja de Gaza, el exiguo territorio donde han quedado confinados los palestinos desde la ocupación israelí tras la Segunda Guerra Mundial, ha quedado fuera de la campaña electoral ya que los candidatos más conservadores, y que defienden un sionismo activo incluso fomentando la creación de asentamientos en territorio palestino, consideran que este tema puede perjudicarles en las urnas. “Es verdad que la campaña se ha centrado en el rol que sobre este asunto ha jugado cada líder dentro de su partido”, apunta Rajmil. El conflicto, dice, “se ha usado de manera indirecta para reforzar la posición de liderazgo” dentro de las formaciones, buscando un “aspecto de fortaleza ante el desafío palestino”.

 

Mujeres palestinas muestran este lunes carteles de sus hijos detenidos en prisiones israelíes, durante una protesta en las oficinas de la Cruz Roja en la ciudad de Gaza. EFE

La tensión constante entre este territorio e Israel provocan que, a menudo, ambos contendientes utilicen la fuerza. Habitualmente, y debido a la superioridad logística y organizativa del Ejército israelí, los choques suelen acabar con represivas respuestas militares contra Gaza. Estos enfrentamientos puntuales han servido para que se edifique en torno a ellos una retórica electoralista de baja intensidad basada en la fortaleza de la resistencia ante los palestinos.

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No obstante, a casi ningún partido de Israel —la extrema derecha sionista pide abiertamente expulsar a los palestinos de Gaza y Cisjordania— le interesa iniciar una guerra, o al menos no antes de que se resuelvan los comicios de este martes. A pesar de que el Gobierno israelí negocia indirectamente con Hamás (el movimiento de resistencia islámico de Palestina), nunca ha llegado a plantear iniciativas concretas que desemboquen en una solución duradera para un conflicto que tiene más de 70 años. “Tanto si sale Netanyahu como si lo hace Gantz, no va a haber un cambio radical en la postura de Israel ante el conflicto”, asevera el experto. “A nivel estratégico y de seguridad no creo que haya un cambio muy grande, porque Israel tiene muy bien definida su política interna con respecto a Palestina”, concluye.

Las referencias a Gaza y la situación de los palestinos allí han sido anecdóticas durante toda la campaña. Aunque tanto desde Azul y Blanco como desde el Partido Laborista se ha sugerido profundizar en las conversaciones con Hamás para alcanzar un desenlace satisfactorio para ambas partes, ninguna formación política contendiente en los comicios se ha arriesgado a exhibir el polémico asunto de los territorios palestinos y los asentamientos judíos.

Una de las pocas referencias que Netanhayu —partidario de levantar asentamientos en Cisjordania— ha hecho sobre el asunto tuvo lugar el pasado jueves durante una entrevista en la cadena de televisión KAN. Allí confesó que su Ejecutivo no descarta una nueva ocupación de Gaza, pero que no supone una prioridad para su Administración: "Todas las opciones están sobre la mesa, incluido entrar en Gaza y ocuparla. Pero actuaremos teniendo en cuenta lo que sea mejor para Israel […] esa es la última opción y no la primera", aseveró el presidente.

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