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28A | Elecciones generales

El segundo debate, bronco, confuso, visualmente plano y muy visto

Los cuatro candidatos a la Presidencia del Gobierno, junto con los moderadores, este martes en el debate de Atresmedia.

Casi 9 millones y medio de personas, muy cerca del cincuenta por ciento de las que vieron a partir de las diez de la noche la televisión, eligieron la confrontación política emitida por Antena 3 y La Sexta. Por cadenas, la primera obtuvo un 27.2% y 5.283.000 individuos y La Sexta 21.6% y 4.194.000; en  conjunto, un 48.8% y 9.477.000, que superan en más de medio millón de espectadores al debate emitido el día anterior por TVE.debate emitido el día anterior por TVE

Se trataba del segundo debate entre los líderes de los cuatro principales partidos, en esta ocasión en Atresmedia, y una ocasión para confrontar dos modelos televisivos bien dispares. En el de este martes se ha primado la intervención de los periodistas al frente de cada uno de los bloques, frente a los aspectos formales, más genuinamente televisivos. En esa dirección, hay que hablar de un marco y una realización convencional, quizás en muchos momentos hasta plana. De hecho, la única novedad -ya desvelada en los días previos- han sido los atriles desnudos que permitían observar todas las posturas de los candidatos. Fuera de ello, el fondo del decorado ha tenido un papel irrelevante, con escasa y pobre presencia, ya que la imagen permanente ha sido la de protagonistas y conductores del encuentro, ni siquiera ha estado prevista la integración en el set de los tiempos consumidos por cada candidato, que se ha resuelto con un par de conexiones con la sala en que se llevaba a cabo ese control.

Se ha optado, en definitiva, por ceder el protagonismo absoluto a los parlamentos de los líderes políticos, con una apuesta por ofrecer un debate vivo y vibrante, con intervenciones poco regladas. El resultado, por desgracia, se ha deslizado desde los primeros momentos -esa mala celebración del Día del Libro, con entrega por parte de Rivera al líder del PSOE de la tesis de Sánchez, que calificaba de plagio, y la respuesta de Sánchez entregando a Rivera la obra de Sánchez Dragó sobre el líder de Vox- con intervenciones paralelas, pisando uno el parlamento del otro, hasta producirse muchos momentos de absoluto guirigay, en el que resultaba muy difícil la escucha nítida de discurso alguno; en repetidas ocasiones Ana Pastor ha advertido a los políticos -"no se les entiende si hablan a la vez", insistía sin resultado-; tan solo Pablo Iglesias se salvaba de ese atropellamiento de mensajes, y aún así en un momento dado ha reprendido a Albert Rivera por "ineducado e impertinente".

Han sido dos horas largas de confrontación bronca en la que no han faltado descalificaciones e insultos, de los que no se ha librado nadie hasta llegar al "minuto de oro" final. Menos mal que, terminado el debate, y con los candidatos ya fuera de los atriles, hemos podido ver la animada (y por los gestos) cordial charla entre Pablo Iglesias, Pablo Casado y al esposa de este último. Quizás haya sido el único momento en que, al menos esos dos candidatos, se han despojado del carácter profesional de políticos en campaña para mostrar el de personas con la empatía de personas corrientes.

Ferreras en estado puro

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Desde las ocho de la tarde, y hasta pasada la una y media de la madrugada, Antonio García Ferreras se ha ocupado en La Sexta del previo y post debate. Ha sido un Ferreras en estado puro: capaz de llenar horas y horas de programación sin un desmayo, manejando con habilidad las conexiones fuera del estudio y el diálogo con especialistas y tertulianos, tal y como acostumbra, pero también desparramando sus habituales tics y frases hechas, señas de identidad con un buen número de seguidores y detractores.

También, marca de la casa, grandilocuente y repetitivo, tan insistente en que se trataba del "debate decisivo, definitivo, histórico", que en algunos momentos parecía fundir la información con la propaganda. Lejos, muy lejos de una conducción de programa discreta, casi impersonal, al uso, Ferreras adopta el modelo habitual de los grandes protagonistas de las últimas décadas en la televisión de Estados Unidos: todo lo que se cuenta pasa por él, y no tiene empacho en llenar de opinión previa cualquiera de las preguntas que dirige al resto de la mesa.

Lo dicho, Ferreras en estado puro, o lo que viene a ser lo mismo, La Sexta, impregnada de su personalidad, y a la que ha llevado a ser referente informativo en las anteriores convocatorias electorales.

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