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Buzón de Voz

Seis consecuencias del 26M

La fragmentación política sigue dañando más a la izquierda que a la derecha. La triple cita electoral de este 26M, contemplada como una especie de segunda vuelta de las generales, ha confirmado una victoria clara del PSOE, contundente sobre todo en las europeas, pero la división a su izquierda y la desmovilización respecto al 28A han facilitado que la derecha conserve importantes plazas de poder e incluso arrebate otras a las fuerzas progresistas. Aunque es pronto para calibrar las profundas consecuencias de los resultados, algunas asoman ya con bastante claridad.

– Madrid salva a Pablo Casado. Ganar la alcaldía a Manuela Carmena y mantener el Gobierno de la Comunidad, con dos nombres que son apuestas personales suyas, entierra el debate interno sobre la solidez de su liderazgo. Y aunque sufra el PP una sangría de votos, esquiva por completo el sorpasso soñado por Albert Rivera. Replicar el pacto a la andaluza le saldrá ahora más caro a Casado (y a todos nosotros), porque Vox va a elevar sus exigencias.

Pedro Sánchez ha lanzado ya en su primera intervención, antes incluso de terminar el recuento, un mensaje a PP y Ciudadanos (obviamente más dirigido a Rivera que a Casado) para que levanten “los cordones sanitarios” y apuesten por la “estabilidad” en lugar de “depender de la extrema derecha”. La de Sánchez es una victoria agridulce, más presidencial que de poder territorial. El PSOE mantiene cuatro de los cinco gobiernos autonómicos que tenía, y dependerá precisamente de Ciudadanos la posibilidad de gobernar en Castilla y León y Murcia, además de ganar algunos de los “ayuntamientos del cambio”. Pero todo eso queda difuminado ante la frustración que produce el fracaso en Madrid.

Albert Rivera, por más que haya simulado euforia en la noche del domingo, es el gran perdedor en la derecha. No ha conseguido superar al PP en ninguna comunidad, y ahora tendrá que afrontar una decisión de la que dependerá en buena parte su futuro político y el de su partido. Las cuotas de poder que puede manejar tendrá que compartirlas con la ultraderecha, lo cual supondría el rechazo definitivo de sus socios liberales europeos. La otra opción, jugar a dos bandas y apoyar al PSOE en Murcia, Castilla y León o algunas alcaldías, no asoma de momento en el discurso sobreactuado que demoniza a Sánchez y al PSOE.

Pablo Iglesias no era candidato en estas elecciones, pero ha sufrido la peor derrota en la izquierda. El hundimiento del voto a Podemos ha sido generalizado, y sus apuestas clave en Madrid capital y en la comunidad han resultado fallidas. Su apoyo a la candidatura de Madrid en Pie quedará inevitablemente ligada a la pérdida de la Alcaldía de Madrid para la izquierda, mientras en la comunidad Íñigo Errejón ha superado ampliamente a Unidas Podemos sin lograr una suma suficiente para dar la presidencia a Gabilondo. Parece obligado y quizás urgente un Vistalegre 3 que dilucide las consecuencias de este desastre, que además debilita la posición negociadora para el Gobierno de España.

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– Vox no ha conseguido el 10% de voto de las generales, pero el hecho de ser determinante para que el PP gobiernedeterminante para que el PP gobierne en varias comunidades y ayuntamientos ya es un éxito, como lo es entrar en el Parlamento europeo. Desde diciembre hasta hoy, la extrema derecha ha alcanzado las principales instituciones parlamentarias. Una pésima noticia para la democracia española, aunque conviene destacar que lo ha hecho en una proporción más baja que entre nuestros vecinos europeos.

– Se disputaba también este domingo una batalla por el liderazgo en el independentismo catalán. ERC revalida su victoria del 28-A y se hace con la Alcaldía de Barcelona, mientras tanto Junqueras como Puigdemont logran escaño y altavoz en Estrasburgo, un escenario que interesa tanto o más que Madrid al independentismo ante el horizonte político y judicial.

Las consecuencias de este 26M se prolongarán en el tiempo, y no sólo entre los líderes y las fuerzas políticas, sino para la ciudadanía. Queda definitivamente demostrado (por si hiciera alguna falta) que el fraccionamiento político exige no sólo votos sino capacidad de suma y acuerdo para alcanzar y ejercer el poder. Y también una obviedad sobre la que veníamos advirtiendo en estas mismas páginas y que debería dar mucho que pensar en la izquierda: la división y la desmovilización castigan siempre con mucha más contundencia que en la derecha. No tener en cuenta esa evidencia es una irresponsabilidad.

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