La mitad de todo
María Zambrano, la filósofa española más influyente del siglo XX
Colegios, bibliotecas, centros culturales e institutos llevan el nombre de María Zambrano (Vélez, Málaga, 1904 – Madrid, 1991), una de las pensadoras españolas más importantes del pasado siglo. La ensayista y filósofa figura en esta sección de Verano libre, dedicada a recordar a algunas de las mujeres que han marcado la historia española del siglo XX en la política, la cultura, la ciencia o el deporte, porque fue capaz de hacerse un hueco y ser referente en una época en la que la gran mayoría de los intelectuales eran hombres y estaban en contra de que las mujeres tuviesen voz propia y pudiesen cuestionar el status quo.
La malagueña nació en una familia de clase alta en la que ambos progenitores se dedicaban a la enseñanza, hecho que repercutió en su manera de ver el mundo y que propició que tuviese inquietud por el conocimiento desde muy pequeña. A los cinco años, se marcharon a vivir a Madrid y, un año después, se trasladaron a Segovia, en donde en 1913 Zambrano realizó sus estudios de bachillerato, siendo una de las dos únicas mujeres que recibían formación en el instituto al que acudían.
En 1924 vuelven a la capital para que María Zambrano estudiase Filosofía y Letras en la Universidad Central de Madrid, en donde fue discípula de importantes filósofos de la época como José Ortega y Gasset, Manuel García Morente, Julián Besteiro y Xavier Zubiri.
Durante ese periodo, la ensayista participó en varios movimientos estudiantiles y comenzó a publicar artículos sobre su pensamiento filosófico en periódicos como El Liberal y La Libertad. También formó parte de la Federación Universitaria Escolar, uno de los movimientos a los que varios historiadores otorgan la caída de la dictadura de Primo de Rivera. Aquí comenzó su implicación activa, desde movimientos con ideas republicanas, contra la desigualdad y a favor de la libertad
Comprometida y defensora de la República
En 1930, Zambrano publica su primer libro, Horizonte del liberalismo y, un año más tarde, se proclama la Segunda República española. El 14 de abril de 1931, no dudó en acudir a la Puerta del Sol y vivir en primera persona aquel acontecimiento histórico. Además, ese mismo año comenzó a ser profesora auxiliar de Zubiri en la Universidad Central, en donde impartió clases de Metafísica mientras realizaba una tesis doctoral que nunca terminaría. Se había implantado la forma de Estado que ella misma defendía y continuó con su labor de divulgación de los idearios de esta a través de movimientos afines.
A pesar de ser simpatizante del PSOE, la filósofa rechazó la propuesta que le hicieron los socialistas para que se presentase como diputada a las Cortes. Pero no dudó en formar parte de las Misiones Pedagógicas, en las que se difundió la cultura por todos los rincones del país a través de bibliotecas, representaciones teatrales, cine o lectura de libros. En ese momento también se hace un hueco en las tertulias intelectuales, que copaban los hombres, y en las que conoció a Miguel Hernández, Federico García Lorca o Ramón Gómez de la Serna.
María Zambrano en en Ponte Vecchio, en Florencia.
María Zambrano dejó su vida en Madrid en 1936 para irse a vivir a Chile, después de que el Gobierno republicano nombrase a su marido, Alfonso Rodríguez Aldave, secretario de la embajada de España. Su estancia dura un año, ya que deciden volver al darse cuenta de que el bando republicano iba perdiendo la guerra. "Mi actividad en la guerra, siendo moderada, fue intensa, implacable como había sido mi vocación filosófica, que sin duda estaba detrás de ella sosteniéndome", escribió Zambrano en Hacia un saber del almaHacia un saber del alma.
Desde Barcelona, la intelectual malagueña fue consejera de Propaganda, consejera Nacional de la Infancia Evacuada y miembro de la Comisión de Historia de la Guerra Civil y Comisión de Literatura. También escribió ensayos en la revista Hora de España, sobre la necesidad de renovar la sociedad. De esta manera, su compromiso con la República la obliga a exiliarse cuando el bando franquista se hace con el poder del Estado. María Zambrano sería de las últimas exiliadas en volver.
"Primero Unamuno, después Ortega y luego está ella", así destaca Jesús Moreno Sanz, filósofo y experto en la obra de María Zambrano, la importancia de la intelectual. Y es que la filósofa malagueña fue una figura innovadora al defender la necesidad de introducir la poesía en el estudio de la filosofía y también es importante por cuestionar las acciones del ser humano y proponer una reforma social.
El andar errante de María Zambrano
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El exilio de la filósofa fue obligado. El haber participado de forma tan activa en la difusión y defensa de las ideas republicanas no le permitió seguir en la España franquista y tampoco ella misma hubiese tolerado vivir en un ambiente en el que la democracia y la cultura quedaron enterradas.
María Zambrano estuvo exiliada primero en Cuba, México y Puerto Rico, en donde trabajó como profesora e impartió conferencias y, después, en Italia, Francia y Suiza. En estos últimos destinos se dedicó a escribir y publicar alguno de sus libros como El sueño creador y España, sueño y verdad, además de finalizar La tumba de Antígona. Zambrano definió su exilio de la siguiente manera: "Para mí el exilio fue fecundo, pues que me dio libertad de pensar y la angustia económica que en España no habría tenido, pues habría ganado fácilmente una cátedra, pero me hubiera conformado, atada como si fuera una artista, como Picasso, que al encontrarse fuera de España abrió las alas".
Su vuelta a España fue en 1984; dos años antes la Universidad de Málaga la había nombrado doctora honoris causa, honoris causadespués de que la Junta de Andalucía le pidiese que regresase. Antes, en 1981, el Estado español le concedió el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades y, más tarde, en 1988, se convirtió en la primera mujer en ganar el Premio Cervantes, que reconoce la obra completa de un autor que ha contribuido al patrimonio cultural hispánico. María Zambrano no acudió a la ceremonia de entrega del galardón por su delicado estado de salud, pero la actriz Berta Riaza leyó en su nombre un discurso en el que evocaba a la libertad, uno de los motores principales de su vida.