A la carga

Errores, errores y más errores

A estas alturas se ha dicho ya casi todo sobre las negociaciones (hasta el momento fallidas) entre PSOE y Podemos. Los hinchas de uno y otro bando han ido elevando la condena del contrario. Para los socialistas más enardecidos, toda la culpa es de Podemos y, sobre todo, de su secretario general, Pablo Iglesias, un tipo maléfico en el que no se puede confiar porque siempre te la va a jugar. Para los seguidores más furiosos de Podemos, toda la culpa es de Sánchez, que se ha vendido al IBEX 35 y a los barones de su partido.

Es muy difícil establecer puentes o vías de entendimiento en estos momentos. Las suspicacias están en sus niveles máximos. De ahí que, en lugar de entrar en una argumentación plenamente política (tiempo habrá para ello), me limite en este artículo a señalar errores de planteamiento e irresponsabilidades varias que no tienen que ver con las posiciones ideológicas de los actores. Empezaré por el PSOE y Pedro Sánchez, pues es Sánchez quien tiene la obligación de intentar formar un gobierno.

1. En un país que lleva con gobiernos provisionales o precarios desde las elecciones de diciembre de 2015 y que continúa con los presupuestos generales que presentó el gobierno de Mariano Rajoy en 2018, es un sinsentido que el presidente del Gobierno en funciones se tome meses sin apenas hacer nada ni tomar iniciativa alguna para negociar con los grupos parlamentarios. Resulta verdaderamente escandaloso que en los casi cinco meses desde que se celebraron las elecciones de abril apenas haya habido movimientos. Sánchez tendría que haber constituido grupos de trabajo desde la semana misma posterior a las elecciones, para ir tejiendo lazos de confianza entre los dirigentes de dos partidos con culturas muy distintas y para ir avanzando en un programa común de gobierno. Pero en lugar de eso ha preferido jugar a apurar los plazos y a intentar arrancar el apoyo de Podemos en el último instante y bajo la máxima presión. Ahora está de nuevo en lo mismo: ha dejado pasar el mes de agosto entero en la pura inacción, disimulando con unas reuniones un tanto surrealistas con la sociedad civil (que tendrían todo el sentido del mundo para elaborar un programa electoral, pero no para obtener un acuerdo con Podemos). Y los plazos temporales vuelven a apretar, con lo que nos dirigimos a otro ciclo de vértigo en el que no se podrán estudiar ni intercambiar los puntos de vista con la calma necesaria.

2. Resulta insólito concluir que porque unas negociaciones sobre formación de gobierno fracasaron, ya no puede volver a intentarse. Si el PSOE no quería una coalición, sino tan sólo aparentar que la quería para hacer recaer sobre Podemos la ausencia de acuerdo, fue una frivolidad pedir al secretario general de Podemos que se retirara y al partido que renunciase a sus posiciones sobre Cataluña. Después de haber puesto esas exigencias y haber conseguido que Podemos las asumiera, ¿es serio que un desacuerdo sobre el reparto de puestos en el ejecutivo se transforme en el punto final? ¿Cuántas negociaciones requieren varias rondas, con sus lógicas tensiones, hasta que se alcanza un acuerdo aceptable para todas las partes? ¿Cuántas veces hemos visto que eran necesarias varias rondas de negociaciones entre los líderes europeos hasta que se llega a un acuerdo? ¿Cuántos conflictos laborales ha habido en los que se produce un juego de ofertas y contraofertas con huelgas y otras formas de presión por medio? ¿Por qué nada de lo que se planteó a finales de julio es recuperable? ¿De dónde sale la idea de que si Podemos dejó pasar la oportunidad, ya no tiene otra? Si el PSOE pensaba en julio que la coalición podía ser una solución, ¿cómo puede defender unas semanas después que la coalición ya no es la solución?

3. Si de verdad el PSOE tiene voluntad de negociar con Podemos, no parece muy apropiado enviar las 370 medidas a los medios del grupo PRISA antes que a tus “socios preferentes”, como tampoco ayuda que, en la investidura de julio, Sánchez pidiera los apoyos al PP y a Ciudadanos y sólo como opción residual mencionara a Podemos. Todas esas humillaciones y mezquindades parecen no tener más propósito que desquiciar a los dirigentes de Podemos.

Sigo con Pablo Iglesias y con Podemos:

1. Si Podemos de verdad quiere entrar en un gobierno con el PSOE, ¿por qué viene diciendo desde el primer día que los socialistas no son de fiar, que dicen una cosa y hacen la contraria? ¿De verdad que no hay motivos más constructivos para defender la necesidad de una coalición de izquierdas? ¿Tan limitado es el discurso político que puede elaborar Podemos? Es lógico que los dirigentes socialistas se revuelvan y vean a los políticos de Podemos no como socios, sino como severos vigilantes que quieren fiscalizar la acción de gobierno.

2. Fue un error que Iglesias anunciara desde el primer instante que la única opción aceptable era la coalición. Al hacerlo así, Iglesias se estaba atando las manos e introducía una rigidez tremenda en el intercambio de posiciones, pues cualquier cosa por debajo de la coalición será vista por sus seguidores como una renuncia y una humillación. De hecho, Iglesias recurre constantemente al lenguaje de la humillación, que es el menos adecuado para negociar nada, pues en cuanto se introducen sentimientos morales, hay poco que hacer.

3. Podemos fabricó una interpretación absurda de la oferta de puestos que le presentó el PSOE, midiendo la influencia de los ministerios por el volumen de gasto público que manejan. Este criterio no tiene defensa posible: la regulación (como subir el salario mínimo) puede ser tan o más eficaz que el gasto. Da la impresión de que Iglesias ha asumido el error que cometió rechazando la oferta de una vicepresidencia y tres ministerios, pues ha pedido volver a ella. Esto revela la falta de capacidad política de Iglesias, bien aprovechada por los socialistas, que han sido mucho más hábiles en el proceso negociador.

4. De la misma manera que el PSOE debería huir de los gestos de ninguneo hacia Podemos, los dirigentes de Podemos harían bien en evitar provocaciones ridículas como llamar “Calvini” a Carmen Calvo.

En fin, tras todas estas torpezas, espero que seamos muchos los votantes progresistas que castiguemos en las urnas a Sánchez e Iglesias si finalmente fracasan y no hay gobierno. Los errores que están cometiendo son imperdonables.

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