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Sentencia(s)

Iñaki Gutiérrez

Repasar periódicos supone entretenimiento divertido. Verán.

Releer que en el año 2011 Turull llamó “golpe de Estado encubierto del siglo XXI” y “festín de los violentos” a los altercados de Aturem el ParlamentAturem el Parlament (Paremos el Parlament) que obligaron a Artur Mas, presidente de la Generalitat y a Núria de Gispert, presidenta del Parlament de Catalunya a entrar en helicóptero en el Parc de la Ciutadella y ensuciaron la chaqueta blanca de una diputada que con el tiempo llegó a mandar en los Mossos d’ Esquadra, cuerpo de aguerridos defensores del orden público que el lunes 14 de octubre atonyinant defensors de la Catalunya catalana (aprendamos catalán, por favor, es un idioma hermoso) incluso protegieron “los derechos” de los integrantes del Tsunami Democràtic, que en el aeropuerto del Prat montaban cirio “cívico, democrático y masivo”.

Paréntesis para advertir que los entrecomillados de la última parte del párrafo anterior recogen palabras de la inefable portavoz Meritxell Budó, que tan bien se expresa gracias a su piquito de oro, por el que percibe del erario público 8.220 euros brutos al mes, entrecomillados que avisan a los tsunamistas que si se pasan de la raya pueden incurrir en delito de sedición (el aeropuerto del Prat es infraestructura estratégica, subrayemos) y entonces si que la habrán pringado porque los jueces son individuos vengativos que con sus fallos siempre dejan descontenta a una de las partes (o a ambas, si nos atenemos a los recursos que se presentan). Por eso, por defender los derechos de los manifestantes y para que no olvidaran lo que cuesta el peine de la sedición, los mossos d’Esquadra repartieron estopa a mansalva. Esa fue la razón, y no porque se les lanzaran extintores de fuego, carros de transportar maletas, botellas de vidrio, latas y demás enseres que les enviaban, con la mejor de sus sonrisas, eso sí, gentes cívicas y democráticas.

Pero no perdamos el hilo y volvamos a lo que rescata el lector de periódicos viejos que recogen sucesos ocurridos en 2011 con el epígrafe de Aturem el Parlament.

O sea que continuaremos con hechos registrados en aquella época (tampoco ha pasado tanto tiempo como para que se olviden las cosas), en la que Jordi Turull i Negre (ojo, poner la “i”entre apellidos en Catalunya es tan importante como poner el “de” de Cospedal, ¿se acuerdan de ella?), en turno de portavoz y presidente del grupo parlamentario de CiU (si se acuerdan, a CiU se la llevó por delante el sector business friendly, destacado grupo de defensores de la Patria, con mayúscula si se me permite, hablamos de patriotes catalans), recurrió al Supremo para que se revocara la sentencia dictada por la Audiencia Nacional que absolvía a los jóvenes acusados de desórdenes públicos por haber colapsado la entrada de sus señorías al Parlament.

El Supremo aceptó el requerimiento de Turull, revocó la sentencia y los encausados integrantes de las filas del 15-M tuvieron que apechugar con 3 años de cárcel por haber cometido delitos contra las instituciones del Estado, delitos previstos en el artículo 498 del Código Penal que, como todo el mundo sabe, tipifica acciones tumultuarias, coacciones, ambientes prebélicos, destinados a destruir el régimen democrático y cosas por el estilo.

Jordi Turull i Negre consideró públicamente que “la pena concordaba con el sentimiento de Catalunya”, sentimiento que, mira qué casualidad, coincidía plenamente con el de Manuel Marchena, juez del Supremo encargado de aquel caso, que metió las algaradas de los del 15-M en un saco rotulado con el letrero de “Violencia ambiental”.

El día que se supo la referida resolución del Supremo, la antes citada Nuria de Gispert (católica de gran devoción provinente de familia acomodada, que según Dante Fachín, el hombre que se ha quedado sin partido, se dedica a negocios financieros y a fundar hospitales que hoy están en manos de la multinacional Capio, organización que tantos contratos ha logrado de la sanidad pública de Catalunya) también creyó que la sentencia del juez Marchena era “acertada”.

Nada extraño, a Núria de Gispert no le gusta alternar con gentes (los del 15 M, por supuesto, sobre los tsunamistas nadie hasta el momento le ha preguntado su parecer) que quieren derechos en vez de caridades. A propósito de derechos y caridades, las memorias del payaso firmadas por Heinrich Böll vienen a la memoria: Juan XXIII diferencia ahí lo uno de lo otro.

Más, Joaquim Torra, prohom entonces en ciernes, demostraba su enorme lucidez y su vena literaria al lamentar que el president Mas hubiera tenido que volar en helicóptero por culpa de una colla de ximples que ens porta directament al cinquè món. A Joaquim Torra aquellos sujetos del 15-M le recordaban al Tejero del 23-F, fecha que abría sus carnes y desataba su vena lírica mientras echaba azúcar al café de su desayuno. Así escribía: jo tenía just 18 anys i l’endemà m’examinava de conduir. Para abreviar, Joaquim Torra, Quim para los amigos, escribió que el 23-F significaba el punt culminant de la infàmia, de la intolerància i del colpisme mesetari.

Torra por culpa de los del 15-M sintió nauseas, sudores fríos y la sensación de revivir un mal sueño. Ah, y también mostraba su espanto per les conclusions que donarà la premsa internacional de nosaltres.

Nota bene: Las agencias de noticias informan cuando se escribe este texto que por razones de agenda el Gobierno de la Generalitat presidida por Quim Torra suspende su encuentro con los cónsules acreditados en Catalunya. ¿A que esta nota viene al pelo para diferenciar el ayer del hoy? Que lo sepan los de Barrio Sésamo.

Sigamos un poco más. Francesc Homs era portavoz del Govern de la Generalitat, la Meritxell Budó de la época, y fue uno más de los del coro de las lamentaciones: Si no hay condena —vino a decir Homs poco más o menos— la ciudadanía de Catalunya no entenderá que queden en nada las expresiones violentas y de intimidación protagonizadas por los integrantes del 15-M.

El juez Marchena atendió su razonada reclamación, faltaría más. Que la ciudadanía de Catalunya no entienda según que cosas pesa mucho en el ánimo de quién tiene la obligación de impartir justicia. Ah, Francesc Homs, qué gran abogado tiene el mundo que pueda pagar sus servicios. Por el mismo precio y sin despeinarse, Homs es capaz de acusar y defender causas que guardan grandes similitudes. ¿O acaso no? Juzguen ustedes.

Y si alguien me pregunta si yo en los litigios en los que me vea metido quiero justicia, responderé que no. Yo lo que quiero, que quede claro, es que los jueces me den la razón.

Este jueves 17, en el Parlament de Catalunya se hablará de la sentència del procés. Apuesto a que todos los oradores querrán que se les dé la razón. Pues bien, pues bueno. Mal de muchos, epidemia. ____________

Iñaki Gutiérrez es socio de infoLibre

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