Murcia

Expertos del Comité Científico del Mar Menor se plantan ante la falta de "independencia" y la tergiversación de su trabajo

Vista aérea del Mar Menor.

La historia del Mar Menor es una historia única, porque cada espacio natural disfruta de sus propias peculiaridades y su equilibrio, pero a la vez comparte rasgos con otros tesoros de la Península en peligro de muerte: la amenaza del negocio privado, Gobiernos poco contundentes a la hora de frenar los ataques y el cambio climático como escenario y agravante de fondo. Tras el último episodio de tormentas en el Mediterráneo, la albufera de Murcia ha exteriorizado su gravísimo estado, alargado durante décadas: miles y miles de peces, moluscos y otras especies marinas han ido a morir a sus orillas.

El suceso ha despertado el interés a nivel nacional por el asunto, con visita de la ministra para la Transición Ecológica incluida, y ha vuelto a poner en relieve las diferencias a la hora de abordar el desastre ecológico: el lunes, varios investigadores del Comité Científico para el Mar Menor dimitieron del cargo. En junio del año pasado ya se marcharon otros. Están hartos de la manipulación, de la falta de independencia y de la presión de lobbies que anteponen sus intereses a la salud del lugar.

El Mar Menor es un ecosistema complejo y frágil: como Doñana, como las Tablas de Daimiel, como el delta del Ebro, como tantos santuarios de biodiversidad en peligro en el país. No es fácil entender cuáles son sus afecciones, producto de la interacción del agua salada, que solo en una proporción específica permite la vida endémica en sus aguas, con el Mediterráneo, con los acuíferos que la rodean y con la contaminación.

De manera muy resumida, se explica así: la aportación de nutrientes, sobre todo nitratos, de la agricultura intensiva que rodea al Mar Menor y que entran en el ecosistema mediante filtraciones de las aguas subterráneas y mediante las aguas superficiales producto de las lluvias, hace crecer algas microscópicas que bloquean la luz solar necesaria para que toda la vida vegetal del fondo sobreviva. Un proceso llamado eutrofización.

Al morir esta vida vegetal, la animal no móvil y las especies que viven de ella (el nácar ha visto decrecer su población hasta en un 90%, por ejemplo), el oxígeno del agua empieza a desaparecer, las bacterias anaeróbicas encuentran su festín en estos cadáveres y, además de consumir el poco oxígeno restante, generan sustancias tóxicas que acorralan a los peces. Tras la última DANA (un fenómeno cada vez más frecuente por culpa del cambio climático), la gran aportación de agua dulce, por su densidad, envió al agua salada y tóxica hacia el fondo. El escenario de vientos de levante del sábado 12 arrastró esta masa dulce hacia el sur y la salada y profunda emergió, atrapando a los peces entre las toxinas y la orilla.

 

Pez muerto en la orilla del Mar Menor.

El resultado es lo que todos hemos visto, pero no se trata de un suceso puntual y natural: se trata del último estoque a un Mar Menor que lleva en estado crítico décadas y especialmente desde la primavera de 2016, cuando una gran eutrofización tiñó de verde la capa superficial y despertó las alarmas. El fin de este episodio levantó un optimismo entre los responsables políticos, que aseguraban que "el Mar Menor se está recuperando", pero a la vista de las últimas semanas, dicha positividad no estaba fundada.

Ante la última gran crisis del Mar Menor, un grupo de científicos ha decidido plantarse. El Comité Científico del Mar Menor, una iniciativa del Gobierno de la Región de Murcia para juntar a investigadores de diversos ámbitos y plantear diagnósticos y propuestas de solución ante el desastre ecológico, sufrió este lunes la dimisión de cuatro de sus expertos. En junio de 2018 se fueron otros cuatro. Las bajas, según explican algunos de ellos a infoLibre, están motivadas porque el órgano, cuyo presidente es el consejero de Agricultura, carece de independencia; las opiniones de los expertos no se tienen en cuenta; y están cansados, afirman, de los métodos de un portavoz del comité, Ángel Pérez Ruzafa, cuyas declaraciones no les representan y que parece más interesado en decir lo que el Ejecutivo regional y los agricultores quieren oír.

"El Mar Menor lleva 20 años soportando presión, pero ha habido una gota que ha desbordado el vaso. Todo este proceso es una muerte anunciada. A principios de los 2000 ya teníamos modelos que nos venían a indicar esta advertencia de manera inequívoca. Lo que no sabíamos es cuándo iba a pasar, pero sabíamos que iba a pasar. Eso es lo que nos molesta", asegura Miguel Ángel Esteve, profesor de Ecología de la Universidad de Murcia y una de las bajas en el órgano de científicos. Los investigadores no solo proponen soluciones, también diagnósticos, y el de la mayoría de ellos era claro: sus modelos de simulación dinámica, que analizan más de 20 años de vertidos al Mar Menor, indican que el 80% de la contaminación de la laguna proviene de los cultivos de regadío que rodean a la albufera. No es, aseguran, un plato de buen gusto para el Gobierno de la Región de Murcia y sus afines.

El Mar Menor ha recibido durante años muchas puñaladas, como titula Miguel Ángel Ruiz en La Verdad de Murcia. La principal, según los datos, es la que le lleva asestando durante años la actividad de los agricultores. Albacete, Alicante, Almería y Murcia llevan décadas apostando por un modelo de agricultura intensiva de regadío que, además de instalar a la zona en una sequía estructural por necesitar más agua de la que tienen, sus fertilizantes generan nitratos que van a parar a la albufera. Como es público y notorio en el caso de los recursos hídricos, el lobby de los agricultores tiene, o pretende tener, poder e influencia en las decisiones que les afectan: también en el caso de este desastre ecológico. "El causante principal sigue teniendo capacidad de presión", denuncia Esteve.

A vueltas con el acuífero

Los agricultores, el Gobierno estatal, el regional y el portavoz del Comité Científico del Mar Menor, Ángel Pérez, apuestan por bajar el nivel freático del llamado Acuífero Cuaternario, colindante con la laguna. Aseguran que buena parte de la contaminación se debe a que el agua dulce contenida en estas reservas se filtra hasta llegar a la albufera, así que proponen sacarla de ahí, tratarla, desalinizarla para servir de riego a los propios agricultores y verter la salmuera en el Mediterráneo. Una obra que, calcula Ecologistas en Acción, costaría 29 millones de euros anuales, que ya planteó la Confederación Hidrográfica del Segura en 1997 y que fracasó porque, afirman los activistas, "los regantes se negaron a pagar su parte de mantenimiento y explotación".

Julia Martínez, miembro de la Fundación Nueva Cultura del Agua y una de las expertas que abandonaron el comité en junio de 2018, manifiesta, además, que hay muchas dudas con respecto al aporte de agua dulce de este acuífero. "Ahora mismo hay una gran incertidumbre con respecto a los nutrientes que entran por esta vía", mantiene, y asegura no entender por qué se apuesta por descender el nivel freático de las aguas subterráneas cuando no está demostrado que sea el principal problema. Tampoco entiende por qué Pérez Ruzafa, el portavoz, apuesta de manera pública por esta vía, representando a la totalidad del comité, cuando no todos los miembros del comité defienden esta opción.

Antes, el Mar Menor contaba con una zona de humedales entre la civilización y el agua, una "alfombra verde" que retenía los nitratos que arrastraba el agua dulce. Ahora, la construcción de apartamentos a pie de playa y el propio avance de los cultivos de regadío ha dejado en la mínima expresión este "filtro gratis", como lo califica Esteve. El científico asegura que apostar por el bombeo del acuífero como la principal solución es una "confusión deliberada", que oculta que la mayor parte de la contaminación procede de las aguas superficiales que van a parar al mar, y se pregunta por qué "coincide con los intereses de los causantes. Parece una maniobra en los despachos de alguien, no es de recibo".

Además de las declaraciones y las "valoraciones personales" de un portavoz que no les representa, Martínez y Esteve enumeran las, a su juicio, disfuncionalidades del órgano. Se reúnen de manera irregular y siempre a voluntad de la Consejería de Agricultura; se lanzan notas de prensa sobre el contenido de una reunión antes de que termine dicha reunión; se ignoran las recomendaciones internacionales sobre el funcionamiento de los comités científicos, que los propios investigadores remitieron hace unos meses al Ejecutivo autonómico; no se les pide su opinión en momentos clave; y en resumen, los científicos consideran que "la falta de autonomía y de independencia" y la utilización partidista del órgano impiden realizar con honestidad su trabajo.

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El portavoz, Ángel Pérez Ruzafa, cuya labor es puesta en cuestión por los expertos que han abandonado el órgano, ha rechazado hacer declaraciones a infoLibre. El Ejecutivo ha sido fuertemente criticado por achacar en exclusiva al último episodio de gota fría la muerte de miles de especies animales en la orilla. La evidencia científica señala que se trata solo de "la gota que colmó el vaso", la puntilla a años de incumplimiento de planes para "salvar al Mar Menor" y la presión de hectáreas y hectáreas de regadío que, según datos del propio Comité Científico del Mar Menor, es en buena parte ilegal; entre 15.000 y 20.000 hectáreas de cultivos no están registradas oficialmente.

La Consejería de Agua, Agricultura, Ganadería, Pesca y Medio Ambiente del Gobierno murciano responde a infoLibre, a través de su gabinete de prensa, que la institución "no priva de ninguna autonomía ni al Comité ni a los integrantes del mismo, los cuales tienen total libertad para exponer la situación desde su punto de vista y exponer las medidas y soluciones que creen convenientes para el Mar Menor". La consejería, aseguran, "está actuando con máxima transparencia, publicando toda la información en el Canal Mar Menor, respondiendo a todas las cuestiones que se realizan, reuniendo a los órganos de estudio y debate y planteando soluciones para revertir el estado ecológico del Mar Menor". No responde a las preguntas planteadas sobre las recomendaciones sobre la independencia de los comités científicos, que algunos de los expertos les remitieron, y tampoco a la planteada sobre si el Ejecutivo autonómico apuesta por una reducción de las hectáreas de regadío para contener la degradación de la albufera. 

 

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