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10N | Elecciones Generales

La participación vuelve a ser clave en el resultado que salga de las urnas

Detalle de papeletas electorales en el Colegio Francesc Maciá de Barcelona.

Algo más de 37 millones de personas están llamadas este domingo a las urnas en las que son las cuartas elecciones generales en tan solo cuatro años. Los últimos sondeos publicados pronostican un nuevo bloqueo parlamentario. Por eso, una de las claves de los comicios será la participación. Ambos bloques temen que la repetición electoral pueda provocar una desmovilización entre su electorado. Por eso, los llamamientos a la afluencia se han repetido a izquierda y derecha durante la campaña. Todos dan por supuesto que la participación no alcanzará los niveles registrados el pasado mes de abril. Esas últimas encuestas de cara a la cita con las urnas pronostican que se moverá entre el 67,1% y el 72,8%. Fuentes de Moncloa, por su parte, confían en que llegue sin problemas al 70%. Todo ello en unas elecciones muy marcadas por el descontento social: los políticos y los partidos se han colocado como segundo problema para los españoles y la preocupación por la inestabilidad política se ha disparado.

A la hora de analizar la afluencia de votantes hay que tener en cuenta que a veces se confunden dos datos: la participación el día de las elecciones, que se calcula sobre los votantes que residen en España, y la participación definitiva, que incluye el voto exterior (el del CERA, Censo Electoral de los Residentes Ausentes). Cuando una encuesta ofrece un dato de participación, suele calcularlo sobre los votantes residentes en España (el que se conoce en la noche electoral). Sin embargo, el dato definitivo incluye lógicamente el voto CERA. Y como la abstención es mucho mayor en el exterior, especialmente desde la introducción en 2011 del voto rogado, esto hace que el porcentaje final se reduzca. A modo de ejemplo, las generales del pasado 28A. La participación se situó en el 75,75% a cierre de los colegios electorales. Sin embargo, el dato definitivo de la jornada bajó hasta el 71,76% –cuatro puntos menos– cuando se incluyó el CERA. Las cifras que se presentan en esta información, por tanto, son sólo las de la noche electoral.

La afluencia de electores en la cita con las urnas de abril puso fin a la tendencia bajista que se había registrado en las generales anteriores. Sin embargo, el histórico de participación evidencia que los españoles, por lo general, salen a votar. De las catorce citas con las urnas celebradas tras el fin de la dictadura, en la mitad –siete– la participación fue superior al 75%, mientras que en otras cuatro se movió entre el 70% y el 75% y solo en tres se situó por debajo del 70%. Además, suele establecerse una correlación entre una afluencia alta y un buen resultado de las formaciones de izquierda. Pero algunos expertos piden ser cautos con ese mito persistente. Es cierto que en los años 1980 y 1990 esa regla no escrita solía cumplirse a rajatabla: en los comicios de 1982, por ejemplo, coincidió el dato de participación más elevado y la victoria más holgada del PSOE. Pero también lo es que el mito se ha roto alguna vez. En los comicios de 1996, los terceros con mayor afluencia, los conservadores se impusieron a los socialistas por un punto.

  Por debajo del 70%

Sólo tres jornadas electorales se han cerrado con una participación inferior al 70%. La primera de ellas fue la de las generales de 1979, la segunda cita con las urnas desde la recuperación de la democracia. En esos comicios, en los que la Unión de Centro Democrático (UCD) de Adolfo Suárez se alzó con el triunfo gracias al apoyo del 34,84% de los votantes –168 escaños–, la afluencia se situó en el 68,04%, la más baja de la serie histórica. Una caída importante que se repetiría una década después, en las generales de 1989. Ya con Felipe González en la Moncloa y la UCD disuelta, los colegios electorales cerraron la jornada con una participación del 69,93%. Aquellas elecciones dieron la victoria al PSOE con el 39,6% de las papeletas. Sin embargo, los socialistas vieron cómo se les iba escapando de las manos la amplia mayoría absoluta de la que habían gozado en el Congreso de los Diputados desde 1982. Salieron de la batalla con 175 escaños.

El último descenso importante se produjo en las generales del 26 de junio de 2016. En aquella ocasión, la repetición electoral surgida del bloqueo político finalizó con casi tres de cada diez electores sentados en casa. El dato de participación tras el cierre de los centros de votación se situó en el 69,83%. Una afluencia baja que sería aprovechada por los conservadores. El PP se hizo con la victoria en las urnas con el 33,01% de las papeletas y 137 asientos en el hemiciclo. La investidura de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno, no obstante, siguió sin ser sencilla. El desbloqueo llegó tras el estallido de una de las mayores crisis internas de la historia del PSOE, que terminó permitiendo con su abstención la vuelta del líder conservador a la Moncloa.

  Entre el 70% y el 75%

La afluencia de votantes se movió, en otros cuatro comicios, entre el 70% y el 75%. Las cifras más bajas se registraron en las generales de 1986 y del año 2000. La primera de las dos jornadas electorales se cerró con una participación del 70,93% y el triunfo de Felipe González, que con el 44,06% de las papeletas y 184 parlamentarios consiguió seguir al frente de una Presidencia del Gobierno a la que había accedido cuatro años antes. Ligeramente menor fue, sin embargo, la afluencia registrada tras el cierre de los centros de votación catorce años después. En los comicios de marzo del año 2000 acudió a las urnas un 70% de los votantes. La batalla electoral se cerró con otra victoria del PP de José María Aznar. En esta ocasión, los conservadores consiguieron hacerse con la mayoría absoluta de la Cámara Baja: 183 parlamentarios gracias al respaldo del 44,52% de los electores. La suma del PSOE e IU, por el contrario, se quedó en el 39,5%.

Algo por encima se situó la participación en las elecciones de 2011. Con la crisis económica golpeando con fuerza, todos los sondeos pronosticaban una amplia victoria del PP de Mariano Rajoy en las urnas. No erraron el tiro. La formación conservadora cosechó el 44,63% de las papeletas y 186 parlamentarios en unos comicios en los que la participación se colocó en el 71,71%. Una cifra que se incrementaría cuatro años después con la entrada de nuevos actores importantes en el tablero político español –Podemos y Ciudadanos–. En las generales de 2015, que supusieron el paso del bipartidismo al tetrapartidismo y en las que se alzó con la victoria el PP con 123 asientos en el Congreso de los Diputados, la afluencia de electores en los centros de votación se situó en el 73,2%, un punto y medio por encima de la registrada en las generales anteriores.

  Afluencia por encima del 75%

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Pero la mitad de las jornadas electorales celebradas hasta la fecha –siete– se cerraron con una participación superior al 75%. La primera vez que se superó esa barrera fue en 1977. En aquellas elecciones, los primeros comicios libres tras cuatro décadas de dictadura, la UCD se alzó con la victoria con el 34,44% de las papeletas y 165 asientos en el hemiciclo y la afluencia de votantes fue del 78,83%. Ese dato sería superado un lustro más tarde. Las generales de 1982, celebradas año y medio después del intento de golpe de Estado del 23F, supusieron un enorme cambio político en el país: mientras Alianza Popular cogía las riendas del centroderecha tras la extinción de UCD, la izquierda llegaba por primera vez al Gobierno tras la dictadura. Aquella noche electoral se cerró con una amplia mayoría absoluta del PSOE de Felipe González, que consiguió el 48,11% de las papeletas y 202 escaños, y una participación récord: el 79,97%.

Buenos datos de afluencia a las urnas se dieron también en la década de 1990. En la cita de 1993, en la que se impuso por última vez un Felipe González asfixiado por los escándalos que salpicaban a su Ejecutivo, acudió a depositar su voto el 76,94%. Y en las generales de 1996 la participación se situó en el 78,08%. De nuevo, la elevada afluencia de votantes coincidió con un importante cambio político. Por primera vez desde 1982 los socialistas no lograban imponerse en las urnas. En aquellos comicios, el PP consiguió 156 diputados, frente a los 141 del PSOE, y José María Aznar consiguió tras dos meses de negociaciones ser investido presidente del Gobierno gracias a los apoyos de Convergencia i Unió (CiU), el Partido Nacionalista Vasco (PNV) y Coalición Canaria (CC). Las elecciones del año 1996, por tanto, ejemplifican que no siempre una alta participación beneficia exclusivamente a las formaciones de izquierdas.

También fue notable la implicación de los electores en 2004 y 2008. La primera de las dos jornadas electorales, celebrada tres días después de los atentados del 11M, supuso un viraje del país hacia la izquierda después de ocho años de liderazgo del centroderecha. En aquella ocasión, la participación alcanzó el 77,26% y los socialistas se hicieron con el 42,6% de los votos –164 parlamentarios–, necesitando los apoyos de ERC, IU, CHA, BNG y CC para la investidura de José Luis Rodríguez Zapatero. Cuatro años después, y tras una dura legislatura marcada por la teoría de la conspiración alrededor de los ataques terroristas en Madrid, los colegios electorales cerraron en 2008 con una participación del 75,35%. Una cifra similar a la registrada en las generales del pasado mes de abril –75,75%–, comicios caracterizados por la amenaza del auge de la ultraderecha. Habrá que ver si en la cita de este domingo el miedo al ascenso de Vox pesa más que el hartazgo político.

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