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Cultura

Un homenaje en forma de cómic para las víctimas del metro de Valencia

Imagen de 'El día 3, novela gráfica de Cristina Durán Costell, Miguel Ángel Giner Bou y Laura Ballester Beneyto.

En los agradecimientos de El día 3, de Cristina Durán, Miguel Á. Giner Bou y Laura Ballester, ganador del último Premio Nacional del Cómic, figura una librería, Somnis de paper, en Benetússer (Valencia). Fue allí donde Giner, guionista del cómic, conoció a Ballester, la periodista de Levante-EMV que había seguido el accidente de Metro de Valencia, autora de Luchando contra el olvido, el libro en el que recopilaba su investigación de años y el proceso por el que había pasado la asociación de víctimas. Era, precisamente, la presentación del volumen. Y allí, en la librería, mientras Giner ojeaba ese libro que llevaba esquivando un tiempo, lo supo. Ese iba a ser el tema de su siguiente trabajo. Cuando llegó al estudio que comparte con su pareja y socia, la dibujante Cristina Durán, la decisión estaba tomada: hablarían de aquel 3 de julio de 2006, del día 3. 

 

"Nuestros libros anteriores trataban temas comprometidos, pero entonces lo planteábamos desde la experiencia personal", cuentan por teléfono. Ahí están Una posibilidad entre mil y La máquina de Efrén, donde relataban primero la enfermedad de su hija Laia, que se enfrentaba a la parálisis cerebral infantil, y después la adopción de su segunda hija, Selam. "Aquí hablábamos de hechos duros y dramáticos que les han pasado a otras personas". Hablan de los 43 muertos y 47 heridos que dejó aquel descarrilamiento en el subterráneo valenciano, cuando un tren descarriló y volcó tras tomar una curva a mayor velocidad de la permitida. A estas cifras, los familiares de las víctimas, constituidas en la Asociación de Víctimas Metro 3 de julio, sumaban otra: cero responsables

Porque la novela gráfica no se detiene en contar las causas del accidente o las huellas emocionales que dejó en las familias. El cómic está atravesado por algo más oscuro: las maniobras que el Gobierno de la Generalitat Valenciana, entonces con Francisco Camps a la cabeza, el Ayuntamiento de València, con Rita Barberá, y la empresa pública FGV pusieron en marcha para que el accidente no empañara los años de oro del Levante español. El libro describe cómo la investigación para tratar de determinar las causas del siniestro se ve, desde el principio, apresurada por la administración, que parece querer ahogar el escándalo antes de la visita del Papa, que llegaba a la ciudad el 8 de julio. No se cumplen los procedimientos policiales y judiciales, los datos de la caja negra del tren se borran por accidente y los responsables de la empresa se aprestan a culpar al maquinista, también fallecido. 

"Cuando sucedó el accidente nosotros estábamos con nuestro proceso de asumir la parálisis cerebral, y no estuvimos", cuenta Cristina Durán. "Luego, con el cómic, vimos la oportunidad de hacerles este homenaje". Porque los protagonistas son los familiares que, teniendo en contra a una administración que daba el asunto por cerrado, a un sistema político que no quería perder el poder por algo semejante, y a unos medios que hacían oídos sordos, siguieron concentrándose el día 3 de cada mes, religiosamente. Y se negaron a aceptar las prebendas que, cuentan, les ofrecía Juan Cotino, entonces Consejero de Agricultura, Pesca y Alimentación de la Generalitat, a cambio de que renunciaran a ir a juicio. Que dijeron lo que tenían que decir, por incómodo que fuese: como en la inauguración del monolito que debía homenajear a las víctimas, a la que no había sido invitada la asociación, y en la que irrumpieron para pedir "justicia y ejemplaridad" y "castigo a los homicidas". 

 

Durán y Giner tenían dónde apoyarse para contar su historia: en el libro de Ballester, que figura como coguionista, en el documental La estrategia del silencio, de la productora Barret Films. Tenían el contacto con la asociación de víctimas —"Con algunas ya somos amigas del alma", dice Cristina Durán con alegría—, que les orientaron en momentos decisivos del proceso. Pero tenían que contarlo. Lo hicieron, primero, porque creen que las viñetas son "un medio fantástico para llegar a más gente". "Mucha gente nos ha dicho que gracias al cómic se ha enterado de lo que pasó, precisamente porque es muy accesible", presume Migual Á. Giner. Tenían que organizar una información técnica compleja —las balizas, los sistemas de freno, los testimonios de los peritos, la custodia de las pruebas— en una línea temporal que se entendiera y no resultara abrumadora. "Laura nos hizo de supervisora para que no se nos fuera nada, porque era muy complejo jurídica y técnicamente", cuenta el guionista. "Aun así nos tuvimos que hacer un esquema por años, e incluso hicimos un remontaje a mitad del proceso, para hacer la narración cronológica", apunta la dibujante. En esos meses, la pregunta que hacían insistentemente a amigos y familiares era: "Pero ¿se entiende todo?". 

También tuvieron que tomar decisiones que no tenían que ver con lo meramente informativo. Los protagonistas del cómic, una chica joven y su padre, son imaginarios. Pero todos los demás que se cruzan en sus vidas, tienen nombres y apellidos y están basados en distintas víctimas del accidente. Sin embargo, los políticos que aparecen por ahí —los que estaban entonces en el Gobierno—, desde Camps a Cotino o Barberá, no tienen rostro. La primera razón la explica Durán: "Teníamos claro es que no queríamos dibujar a los políticos, porque para nosotros dibujar es un pequeño homenaje, y no se lo merecían". Así, el cuerpo de los dirigentes está formado por un haz de lombrices, como tentáculos. Esto lo explica Giner:"Son una representación de los gusanos del poder, de los tentáculos del poder". Ahí tuvieron de nuevo la colaboración de la asociación de víctimas: "Les preguntamos si esas imágenes reflejaban el sentimiento que tenían cuando trataban de hablar con esta gente, de encontrar respuestas". Y así era. 

Había otra cuestión más delicada: cómo debían representar la gravedad del accidente. "Las decisiones más difíciles han sido qué mostrar y qué no", admiten. Así como en el accidente del Alvia de Santiago existían imágenes tomadas por los medios, las cámaras no pudieron bajar ese día al túnel de la estación de Jesús. Tenían lo que se describe en el acta, lo que vieron los testigos y los supervivientes. Pensaban recrear en unas "viñetas sin palabras" lo que fue el accidente en sí, pero les bastó una reunión con la asociación para ver que no era buena idea. "Se lo vimos en la cara, que no. No queríamos dañar a las víctimas. Podíamos mostrarlo de otra manera", cuentan. Lo hacen a través de las llamadas a emergencias, de las palabras técnicas recogidas en el informe de los primeros operarios que bajaron a socorrer a los pasajeros del tren. No resulta menos duro. La dibujante cuenta que habitualmente ella se pone música para trabajar, pero que con este libro no encontraba ninguna que pudiera acompañarla. Al final, acababa escuchando reportajes sobre el tema, podcasts, documentales, entrevistas. "Estar este año y medio con ese tema nos ha dejado algo afectados", confiesa. 

 

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Pero luego llegó el Premio Nacional, otorgado por el Ministerio de Cultura. ¿Una pequeña victoria? "Lo bueno es que hay un número alto de profesionales del medio en el jurado, no es un premio que esté atado políticamente. Pero lo más importante es que la historia de las víctimas va a llegar más lejos", dice Durán. "Y para nosotros es importante también que se premie una historia crítica, en un momento en el que sufrimos que la ley mordaza, en el que la libertad de expresión está siendo atacada. Es una buena señal". Y tampoco les sorprende del todo el consenso en torno al libro. "Es verdad que el PP de Valencia lo que está ahora diciendo que la corrupción era de los otros", lanza el guionista. "No les importa tanto que se hable de esto porque es una forma más de ir en ese sentido: eso eran los de antes, no va con nosotros". Las muestras de apoyo por parte de los actuales gobernantes valencianos han sido numerosas: una carta personal del presidente Ximo Puig, una recepción organizada por Joan Ribó, alcalde de València, felicitaciones de la vicepresidenta valenciana, Mónica Oltra... No lo ven en absoluto como oportunismo: "Muchos de ellos lucharon al lado de las víctimas en aquel momento". 

Y el libro, por ahora, ha traído suerte en el proceso judicial que sigue abierto. Cuando salió en febrero de 2018, recuerdan, volvió a abrirse el caso, revocándose por tercera vez el sobreseimiento de la investigación. Con el premio y la segunda edición del volumen que este ha conllevado, se ha fijado la fecha del juicio: enero de 2020. Hasta entonces, tienen una misión: que el cómic llegue a más lectores. 

 

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