Muros sin Fronteras
Quieren altavoces, no periodistas
Despedir al presidente de la agencia estatal de noticias con presencia en 120 países y miles de empleados en un establecimiento de venta rápida de sándwiches resulta cutre. Es necesario tener estilo, forma parte del manual de las buenas costumbres. Siempre recuerdo en estos casos la frase de una amiga francesa, “los españoles sois muy simpáticos, pero no tenéis glamur”. No solo son los sándwiches, que peor hubieran sido unas hamburguesas basura, lo más grave es que la destitución se la comunique el secretario de Comunicación de la Moncloa. Demuestra cuál es noción que tiene el gobierno de Pedro Sánchez de la independencia de los medios estatales de comunicación.
Fernando Garea llevaba apenas un año y medio al frente de Efe. Tenía grandes proyectos de modernización en un sector que debe abrirse al vídeo y al podcast, sin renunciar al reportaje, (si) desea sobrevivir. Las agencias deben alimentarnos de aquello que desapareció de los medios de comunicación obsesionados con lo intranscendente. Le nombró el mismo presidente que decidió dejar de contar con él sin demasiadas explicaciones. Garea puso una condición para aceptar el cargo: contar con el visto bueno del resto de los partidos políticos. Lo tuvo. Y este Gobierno, que viene a ser el mismo más Podemos, lo consideró una muestra de lo bien que saben hacer las cosas. En su carta de despedida a los trabajadores de la agencia Efe, el ya ex presidente resaltó lo que podría ser el motivo de su caída en desgracia, “una agencia pública de noticias no es una agencia de noticias del Gobierno, ni siquiera una agencia oficial”.
La manera torpe con la que se ha manejado el asunto deja en una situación delicada a Gabriela Cañas, su sustituta, la primera mujer en presidir la agencia. Esta vez, Moncloa no ha buscado consensos ni disimulos. Eso debilita a Cañas, una periodista competente y gran persona (la conozco de mi etapa en El País). Es cierto que carece de experiencia en una agencia, pero tampoco la tenía Garea y la mayoría de los presidentes anteriores. Puede bastar saber de periodismo, y tener la inteligencia de dejarse aconsejar por los profesionales de la casa. Un presidente, o presidenta, debe liderar, inspirar, no estar necesariamente en la letra pequeña.
¿Cuándo se torció la relación de Moncloa con Garea, un tipo bien visto en el PSOE y Podemos? ¿Fue durante el fugaz encuentro venezolano de Barajas, a la que tanto rédito trata de sacar una oposición que le importan los venezolanos tanto como los problemas del campo español?
Lo ocurrido en Efe se produce días después de la que la portavoz del PP en la comisión de la radio televisión pública, Almudena Negro, dijera en sede parlamentaria (Asamblea de Madrid) que Telemadrid debe ser leal al Gobierno de Díaz Ayuso, y acusara a la actual dirección del ente público de hacer el juego a la oposición. Hacer el juego a la oposición en España es todo aquello que no sea rendir pleitesía. Parte de una idea patrimonialista del poder, alejada de la que debería ser una representación de la soberanía popular. Lo triste es que no hay diferencias de fondo entre la visión del PSOE y del PP sobre los medios públicos. Una prueba ha sido RTVE, terreno de lucha para lograr su sometimiento.
El Ente Público vivió dos periodos excepcionales de libertad. El primero bajo la presidencia de Fernando Castedo mientras que los barones de UCD estaban más interesados en hacerse la guerra que en controlar la televisión. Su momento estelar fue el 23F y los días posteriores, con Iñaki Gabilondo como jefe de informativos.
El segundo periodo arrancó con la llegada de Zapatero a La Moncloa. El excelente equipo de La 2 con Fran Llorente a la cabeza pasó a dirigir los servicios informativos. La orden del presidente es que trabajaran en absoluta libertad. Algo que no entendió Pepe Blanco y ministros como José Bono, que no dejaron de presionar en busca de favores. En el segundo mandato de ZP, las defensas de resistencia estaban agotadas. No hay cultura de respeto democrático en un país que ha padecido una noche de siglos. No me refiero solo al franquismo.
Dicen que Ana Botella, ex alcaldesa bilingüe y vendedora de pisos protegidos, decía que la diferencia de Ernesto Sáenz de Buruaga y Alfredo Urdaci –dos de los puntales de la tele aznarista– era que el primero sabía lo que tenía que hacer y al segundo había que recordárselo todos los días.
A José Antonio Martínez Soler, editor de fin de semana de TVE, le llamó Javier Solana cuando era ministro portavoz del flamante gobierno de los 202 diputados. Hablamos de comienzos de 1983. La conversación fue más o menos así:
–Mándame un equipo que el presidente quiere hacer unas declaraciones sobre China, dijo Solana.
–Bien, pero le vamos a preguntar sobre otros asuntos de interés, respondió JAMS.
–No, no, solo va a hablar de China.
–Entonces te envío solo a un camarógrafo. No hace falta el periodista, por cierto, ¿a dónde te lo mando? ¿Al Pardo?
Siempre hubo llamadas, presiones. Lo importante es saber contestarlas, colgar el teléfono o aplicar el método del arroz y las dos tazas. El poder siempre presiona (recuerden las portadas de “Ha sido ETA” del 11-M tras las llamadas de Aznar a los directores de periódicos). Siempre se esgrimen razones de seguridad nacional donde solo está en juego el cargo de un corrupto o un incompetente. No tenemos la cultura de titular, “Aznar dice que ha sido ETA”, más preciso, o no decir nada porque ya había pistas suficientes que apuntaban al terrorismo yihadista.
Zapatero nombró a Belén Barreiro, una reputada socióloga, presidenta del CIS. El problema llegó cuando la vicepresidenta Fernández de la Vega le pidió retrasar un muestreo para que pudiera recoger un acto parlamentario en el que ZP lograría visibilidad mediática. Barreiro se negó porque el CIS es un organismo del Estado, no del gobierno. Fue destituida dos meses después. No es necesario explicarles por qué la agencia AFP se refiere al CIS de Tezanos como agencia gubernamental.
¿Con qué criterios objetivos se seleccionan los candidatos a ocupar puestos en organismos e instituciones del Estado? ¿Con qué criterios se deja de contar con ellos? Uno de los pilares de la democracia es la transparencia, la obligación de dar explicaciones constantes a la ciudadanía a través del Parlamento o en ruedas de prensa, de esas que incluyen preguntas, sobre todo las incómodas. Lo demás, es propaganda.
Tenemos una élite política y periodística que no entiende la diferencia entre el Estado y el Gobierno. Elegimos a los gobiernos en las urnas para que gestionen el Estado, no para que lo ocupen, nombren a sus amigos, coloquen cargos o echen a quien no les sigue la corriente. La cosa pública es un asunto muy serio que se paga con los impuestos de todos, bueno solo de los que pagan impuestos.
El Consejo de Redacción de Efe y colegios de periodistas reclaman que la presidencia de la agencia se designe por un acuerdo amplio del Parlamento
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Pedro Sánchez y Pablo Casado se han reunido esta semana en la Moncloa. El PP bloquea la renovación del Poder Judicial que decide los jueces que juzgan al PP. Quiere mantener en sus sillones a los miembros que él mismo colocó. No hay organismo ni institución que no esté ocupada o sometida al cerco de intereses partidistas, desde la agencia Efe al Tribunal Constitucional. No hay sentido de Estado ni de la vergüenza. Después se preguntan por qué crece Vox.
Estamos ante una ofensiva global. Boris Johnson y su inefable asesor en jefe Dominic Cummings tratan de desmontar la BBC, nuestro guía utópico. En EEUU, el modelo televisivo que más gusta a Donald Trump es la cadena Fox News, y no toda, solo aquellos programas que le encumbran.
El otro día tuiteé mi devoción por el primer presidente de la Primera República, dije: mi héroe español es Estanislao Figueras por su diagnóstico político, tan vigente aún en febrero de 2020: “Señores, voy a serles franco: ¡Estoy hasta los cojones de todos nosotros!”. Hasta José Antonio Labordeta nadie lo dijo tan claro. Feliz Carnaval de Cádiz.