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Los opositores de Hong Kong también se enfrentan al 'virus' de la desmovilización

Imagen de una de las protestas en Hong Kong.

“No le tengo miedo a las noches frías, pero tengo miedo de que nuestro entusiasmo se desvanezca a la fría luz del día”, dice una pancarta tras la que se parapeta un manifestante vestido de negro, que esconde su cara tras una máscara de gas. Está solo, silencioso y de pie en una acera con una bandera en la que se puede leer “Hong Kong, revolución de nuestro tiempo”. Esta silueta aislada, lejos de las multitudes que se han echado a las calles durante meses en la región semiautónoma del sur de China, resume las preguntas que han surgido en el movimiento: ¿Resistirá a las semanas de pausa impuestas por el coronavirus?

Las acciones de protesta han experimentado una desescalada espectacular en Hong Kong desde que se hicieron oficiales los misteriosos casos de neumonía en la China continental. Después de que este 2020 comenzara con gases lacrimógenos y varios cientos de miles de manifestantes, las calles del centro financiero han encontrado la calma. Las concentraciones masivas cesaron para evitar cualquier aglomeración y la propagación del virus. Pero básicamente, nada ha cambiado, la frustración de una parte de los 7,5 millones de habitantes permanece intacta y la situación política está en el mismo punto muerto: los gobiernos locales y central de China no han logrado reprimir a los manifestantes a pesar de recurrir a la represión policial, cada vez más severa. El viernes por la mañana, tres figuras de la oposición democrática eran detenidas por la policía, entre ellas Jimmy Lai, propietario de un grupo de medios de comunicación y fundador del diario Apple Daily, en el marco de una operación dirigida contra los organizadores de una manifestación no autorizada que fue considerada ilegal el 31 de agosto. Lai quedó en libertad bajo fianza después de varias horas en la comisaría.

Porque, si bien los manifestantes lograron en otoño que se retirara el controvertido proyecto de ley de extradición que había desencadenado la crisis política, siguen pidiendo progresos reales en el sufragio universal.

“Visto desde el exterior, puede parecer que el movimiento se está desintegrando y que no es duradero. Es menos visible pero el enfado sigue ahí y también nuestras cinco demandas [incluidas las reformas electorales]”, precisa Eric Lai, vicepresidente del Frente Civil para los Derechos Humanos. La plataforma organizó varias protestas entre junio de 2019 y el 1 de enero, cuatro de las cuales, según dijo, congregaron a más de un millón de participantes. “Ahora se denuncia el fracaso del Gobierno en la gestión de la crisis sanitaria”, subraya Lai. “Pero tanto si se trata de críticas como de protestas, lo que tienen en común es la defensa de nuestros derechos humanos y la autonomía” de la región administrativa especial de Hong Kong, que teóricamente está garantizada hasta 2047. “La protesta no está muriendo. Ha entrado en un proceso de transformación y expansión. Nuestra plataforma no organiza mítines porque es demasiado arriesgado con el virus, pero la gente está organizando sus propias protestas, como continuación de este movimiento sin líderes”, explica Lai. Las manifestaciones siguen siendo semanales, aunque sólo reúnan a unos pocos cientos de personas como máximo y ahora se centren en temas cotidianos.

Muchos hongkoneses se encuentran casi en situación de autoconfinamiento desde hace semanas, aterrorizados por el Covid-2019, que despierta la pesadilla de semanas de ansiedad y las 299 muertes causadas por el SRAS en 2003. Así que sólo los disidentes más radicales siguen actuando en las calles. El 26 de enero, por ejemplo, se lanzaron cócteles molotov contra una torre de viviendas públicas en Fo Tan, en los Nuevos Territorios, que se va a convertir en un centro de cuarentena. El 23 de febrero, varios centenares de activistas y residentes locales salieron a la calle para criticar la falta de acuerdo por parte de las autoridades y su decisión de transformar la policlínica de Yan Oi en un centro dedicado a los pacientes de Covid-2019. Las mismas escenas tuvieron lugar en el barrio de Fan Lin, donde nuevos apartamentos subvencionados por el gobierno han sido convertidos en un centro de cuarentena, dejando sin vivienda a los inquilinos que debían mudarse. El gobierno sostiene que es difícil encontrar lugares adecuados para las personas en cuarentena rápidamente y en número suficiente. “La gente responde que no quiere estos centros a menos de 500 metros de escuelas y centros comerciales y en medio de zonas residenciales a menudo densamente pobladas”, señalaba una manifestante anónima. “La gente está decepcionada y enfadada por la falta de receptividad del Gobierno a las necesidades de la población. No hay confianza en absoluto. Esto se remonta a una problemática de fondo: la gente quiere que el gobierno rinda cuentas de sus actos y que responda ante los ciudadanos. Con el sistema actual, esto es imposible”, se lamenta la joven. El jefe del Ejecutivo es nombrado por un colegio de 1.200 votantes de Pekín y sólo la mitad de los diputados resultan elegidos por sufragio universal directo.

Los opositores ya no se manifiestan de forma agrupada y coordinada. Pero como señala Brian Fong, politólogo de la Universidad de Educación de Hong Kong, las manifestaciones callejeras son sólo una forma de expresión del movimiento contra la ley de extradición, que a su vez es sólo una expresión del “movimiento autonomista” de Hong Kong destinado a establecer un verdadero sufragio universal. En su opinión, “la dinámica de la protesta sigue siendo fuerte y se refleja en la organización de una sociedad civil transversal y multisectorial” a través de nuevos sindicatos dirigidos por los trabajadores –no federaciones sindicales desconectadas de las bases– y a través de un “círculo económico amarillo” –el color de los opositores– formado por jefes, restaurantes o tiendas abiertamente prodemócratas. A principios de febrero, varios miles de empleados de hospitales secundaron varios días de huelga exigiendo el cierre de las fronteras con China y más equipos de protección contra el Covid-2019. “Semejantes movilizaciones no están basadas en intereses de clase” y se construyen sobre una “identidad global de Hong Kong”, dice el politólogo.

Según él, las conmemoraciones permitirán en los próximos meses observar si estas nuevas formas de organización de la sociedad civil contribuirán a nuevas oleadas de manifestaciones para exigir el sufragio universal. Junio, que marcará un año de protestas, será por lo tanto un mes de prueba.

Mientras tanto, sin embargo, el impacto económico del virus y el número de personas despedidas podrían tener un papel definitivo a la hora de frenar el ardor. “Hong Kong se enfrenta ahora a una desaceleración económica agravada por la epidemia. Los trabajadores con salarios bajos en los restaurantes, por ejemplo, están sufriendo enormemente”, precisa Chan. Según Jenny Chan, profesora del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Politécnica de Hong Kong, “los debates sociales sobre cuestiones básicas de la vida cotidiana de estos trabajadores, así como las responsabilidades tanto del gobierno como de los empleadores, serán extremadamente importantes”.

Pero Pekín ya ha marcado el tono. Su nuevo representante en la región administrativa especial, Luo Huining, en el cargo desde enero, atribuyó la huelga del personal sanitario de febrero a “una forma política de virus”, que castigaba a los alborotadores que se aprovechan de la crisis sanitaria para “propagar el descontento” y socavar las relaciones entre Hong Kong y el continente. En una misiva a los miembros locales del Congreso Nacional del Pueblo (el órgano legislativo de la China comunista) advirtió: “Debemos aislar el virus, no los corazones de la gente".

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Traducción: Mariola Moreno

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