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José Bono canta 'Gracias a la vida' mientras da 250 vueltas a su patio salobreño

Cartel de la serie 'El Espía' que José Bono ha visto recientemente.

María Granizo Yagüe

Sólo nueve votos de un millar le impidieron convertirse en el secretario general del PSOE en el año 2000 y, tal vez, dormir en La Moncloa cuatro años después. Sólo la fortuna y la pericia de un piloto le salvaron la vida cuando el avión en el que viajaba a Mostar, en la Nochebuena de 2005, se salió de la pista de aterrizaje. Sólo la propuesta de su exmujer y la casual visita a un orfanato boliviano le permitieron convertirse de nuevo en padre a los 50 años. Y sólo la casa familiar, que un día fuera tienda de sus padres y posada de arrieros de sus abuelos, le permite ahora estar aislado y etiquetar las 10.000 fotografías de una vida de película que él mismo protagoniza.

Ávido lector, a José Bono le gusta parafrasear a Cervantes cuando decía que “el que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho”. El expresidente de Castilla-La Mancha se aferra a los libros de Vargas Llosa en la soledad de su confinamiento y relee La Fiesta del Chivo, mientras descubre a la filóloga zaragozana Irene Vallejo contándonos el cuento de la historia de los libros en El infinito en u­­n junco. El exministro también anda 10 kilómetros diarios dando vueltas a su patio salobreño de 67 pasos. Ve el río de las Crucetas y todo lo que devora en la prensa. Y sabe mucho, tanto como sus sesenta y nueve años de vida y sus más de cuarenta de dedicación activa a la vida política le han enseñado.

Con cuatro hijos y cinco nietos a los que añora abrazar, la pandemia del coronavirus le ha redescubierto que se puede vivir solo. Lo hizo llorando en la soledad de la ducha de un internado cuando era niño. Entonces, soñaba con que desapareciesen los eternos 300 kilómetros que le separaban de sus padres para volver a jugar al parchís con ellos y escuchar la risa de su madre que un segundo embarazo con complicaciones se llevó cruel y definitivamente a los 46 años. Ahora, con la sabiduría de la madurez, Bono aprende a vivir solo, sin lamentaciones, descubriendo que uno se puede contar las desgracias de otra manera para hacerlas más llevaderas porque “lo malo no es lo que nos ocurre sino cómo nos lo contamos nosotros”.

Patio salobreño por el que pasea José Bono durante el confinamiento. | J.B.

Y para contárselo mejor, Bono se deja arrastrar por John Ford y disfruta de los Centauros del desierto, su western favoritoCentauros del desierto. Si no le basta, y en algún momento el confinamiento le reta, da al play y recuerda, con Ricardo Darín, Erica Rivas, Óscar Martínez y Leonardo Sbaraglia, que perder los nervios sólo puede conducirte a protagonizar una de sus cintas preferidas, Relatos salvajesRelatos salvajes.

Como experimentado político, el albaceteño también sabe manejar la intriga, por eso le tiene enganchado la serie de Gideon Raff El espía El espía. Y como los jesuitas le enseñaron en el colegio que la diversión es el postre pero no el plato principal, Bono dedica seis horas diarias a digitalizar los 50.000 documentos que recogen su activa vida pública por la defensa de la libertad y de la democracia: “Si no fuera porque nos han confinado, creo que no habría terminado nunca de hacer esta tarea para crear una página web, al servicio de todos, con el fondo documental que he ido acumulando a lo largo de mi vida política”.

Río Salobre. | J.B.

Hijo del que fuera también alcalde de su pueblo durante 17 años, el exministro de Defensa colgó para siempre su intención adolescente de ponerse una sotana mientras estudiaba Derecho y tomaba conciencia política en la causa antifranquista. Sin embargo, hoy colecciona, con esmero, reliquias y objetos significativos de su vida y de la de su familia, mientras espera paciente que termine el confinamiento para tomarse “un vino y comer con los amigos” y no renunciar a su intención de “cerrar el año sin hacer el Camino de Santiago”.

En su colección, el escaño que ocupó en el Congreso de los Diputados y que compró por 14.000 pesetas cuando se renovó el mobiliario del hemiciclo. Y en una vitrina, una bala de las 33 que Tejero disparó el 23F a dos palmos de su cara, que le recuerda el miedo que vivió mientras en España se rompía la inocencia de la democracia.

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Apenas dos meses después de aquella fecha, el mortal accidente automovilístico de su padre le trajo, de nuevo, el imborrable dolor de perder a quien más quieres, pero también una inesperada sorpresa que hoy le recuerdan dos carnets de su progenitor que guarda con tanta admiración y cariño como la que mantiene por él: los de afiliación a la UGT y al PSOE del alcalde falangista José Bono Petrel que supo valorar la democracia viviendo su día más oscuro.

Sin embargo, recrearse en el legado familiar no hace al expresidente del Congreso de los Diputados olvidarse de los momentos con los sueña vivir muy pronto: “En primer lugar, quiero ir a ver a mis nietos para achucharles un poco, besarles y que me besen, a mis nietos y a mi nieta, y después, celebrar la boda de mi hijo José con Aitor que estaba prevista para junio y ha tenido, lógicamente, que retrasarse”.

Entre deseos, sentidos recuerdos y tanta actividad, José Bono no despide su playlist sin antes recordarnos su disco favorito para corear, con Joan Báez, Mercedes Sosa y Chavela Vargas un sentido Gracias a la vida.

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