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Las decisiones del nuevo CGPJ muestran que el empate pactado entre PP y PSOE favorece a la derecha

Crisis del coronavirus

Francia, Alemania, Portugal, Reino Unido... los ataques de Casado al Gobierno, una excepción internacional

El líder del PP, Pablo Casado, en el Congreso de los Diputados.

De improvisación, de incompetencia, de mentir, de hacer el ridículo. Las acusaciones que el líder del PP, Pablo Casado, ha vertido sobre el Gobierno y contra su presidente, Pedro Sánchez, han sido intensas, variadas y, sobre todo, constantes en los medios de comunicación y el Congreso de los Diputados. Casado ha ido haciendo una oposición cada vez más dura a cuenta de la posible prórroga del estado de alarma. El líder de los conservadores aseguró que el Gobierno ya dejaba de tener su apoyo para una posible prolongación del periodo y el Ejecutivo advirtió de que, sin sus votos, España dejaría de contar con la única herramienta constitucional que, según algunos juristas, permite al Gobierno mantener el confinamiento y conservar el mando.

"Debemos actuar unidos", ha pedido Sánchez una y otra vez. Lo hizo en el Congreso poniendo de ejemplo a Portugal, un país en el que oposición y Gobierno han mostrado entendimiento y colaboración durante la gestión de la crisis sanitaria, social y económica. No ha sido el único. La oposición de otros países, en términos generales, ha tendido su mano a los ejecutivos y ha firmado una especie de tregua no escrita al confrontamiento ideológico. Ha habido críticas a decisiones determinadas, pero en ningún caso han supuesto barreras a la acción de los gobiernos. La batalla política, por tanto, no ha supuesto la ruptura de puentes a cuenta del coronavirus. Y, sobre todo, en ningún sitio ha sido tan cruenta. infoLibre lo repasa:

Alemania: Apoyo a la gran coalición y debate en Europa

Cuando comenzó la pandemia, Alemania pareció enterrar su confrontación partidista. Tanto, que hasta los ciudadanos del país no dudan en apoyar, casi de manera unánime, la gestión de la crisis que lleva a cabo su Gobierno de coalición entre la conservadora CDU de Angela Merkel y los socialdemócratas del SPD. Según un sondeo publicado por la televisión pública ARD, un 63% de los ciudadanos se reconoce satisfecho de modo general con el trabajo de la gran coalición. En lo que respecta concretamente al trabajo de la canciller, un 60% de los ciudadanos se dice satisfecho o muy satisfecho con su liderazgo. Parece que no hay fisuras. 

Pero no es así. Lo que ocurre es que, a diferencia de lo que pasa en España, las discrepancias entre Gobierno y oposición no lo son tanto por la gestión interna como por la posición mantenida dentro de la Unión Europea. Aparcadas las críticas de la extrema derecha de Alternativa para Alemania (AfD), sobre la que pesa un cordón sanitario, Merkel se ha encontrado con la confrontación de Los Verdes, que han defendido abiertamiente los coronabonos solicitados por países como España, es decir, una emisión de deuda conjunta por parte de los socios europeos que tenga como objetivo evitar que algunos estados de la Unión salgan más endeudados que otros.

Sin embargo, la gran coalición, sobre la que pesaban dudas de si llegaría o no al final de legislatura, parece mostrarse unida. La única confrontación actual es entre el Gobierno y algunas regiones del país que, de manera casi unilateral, han acelerado las fases de la desescalada que ha preparado el país, algo que la propia Merkel criticó y calificó de "orgía de discusiones innecesarias"

Francia y su "oposición propositiva"

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, lo dejó claro cuando el coronavirus irrumpió en el país. Llamó a una "unión sagrada", una especie de pacto no escrito por el que Gobierno y oposición aparcarían sus diferencias para luchar contra el covid-19 y contra sus consecuencias de manera unida. Parece que sirvió. Tanto, que el líder de La Francia Insumisa y principal crítico de Macron, Jean-Luc Mélenchon, no solo ha decidido rebajar el tono crítico, sino que ha comenzado a poner en práctica lo que en una entrevista publicada este martes en El País ha denominado de "oposición propositiva".

"Nuestra estrategia hasta ahora era la del choque frontal sobre todos los temas, como generador de conciencia política", aseguró el político en la entrevista con el grupo de periodistas europeos LENA del que forma parte El País. "Pero en estos momentos, el choque frontal no favorecería la toma de conciencia política. Haría lo contrario, la bloquearía", añadió justo después. ¿Significa eso que su formación se haya convertido, en cierto modo, en sumisa? Ni mucho menos. La crítica se ha mantenido, pero se ha limitado a cuestiones concretas. Por ejemplo, Mélenchon no dudó en calificar el plan de desescalada del Gobierno francés de "gestión calamitosa" y de "salida peligrosa de la crisis".

No olvida su papel, por tanto, pero lo pone en cuarentena y rebaja el tono. "Nuestro partido representa la parte política más insumisa del pueblo. Pero no habría querido que los franceses deduzcan de nuestra actitud que cada uno puede hacer lo que quiera. No queríamos que nuestra oposición política quede reducida a un 'todas las consignas [del Ejecutivo] son malas", sentencia.

Portugal: "Su suerte es nuestra suerte"

Portugal ha sido, desde que comenzó la crisis, el ejemplo más utilizado para mostrar la unión política que ni siquiera se atisba en España. El 18 de marzo, cuando Europa entera comenzaba a cerrar sus calles y a confinar a los ciudadanos en sus casas, el presidente del Partido Social Demócrata (PSD), Rui Rio, hacía toda una declaración de intenciones. "Señor primer ministro, cuente con la colaboración del PSD. Todo lo que nosotros podamos, ayudaremos. Le deseo coraje, nervios de acero y mucha suerte. Porque su suerte es nuestra suerte", dijo. Y desde entonces aquella promesa se ha mantenido intacta.

Tan sólo dos días después, de hecho, el líder de la oposición lusa y principal contrincante de António Costa envió una carta a sus militantes en la que aseguró que en una circunstancia como esta el ataque al Gobierno "no es patriótico". "Lamentablemente, en la vida política no siempre se da esa unión contra un enemigo común, pues no es raro que aparezcan los que no resisten la tentación de intensificar los ataques al Gobierno de turno, aprovechándose partidariamente de las fragilidades políticas que la gestión de una realidad tan compleja acarrea siempre", continuó en la misiva. "En mi opinión, esa no es, en este momento, una postura éticamente correcta", sentenció. Una forma de intentar que la tregua política se trasladara al terreno social.

No obstante, esta mano tendida tampoco significaba que la posición de Rio se limitara a asentir lo propuesto y lo dictaminado por el Gobierno. Ha habido cuestiones concretas en las que sí ha habido cierto disenso, pero muy diferente al de España. Por ejemplo, el pasado 16 de abril el líder de la oposición hizo hincapié en la necesidad de una reducción paulatina de las restricciones del estado de alarma y propuso una rebaja del IVA de productos ahora imprescindibles como mascarillas y geles desinfectantes. El Gobierno, más tarde, recogió ese guante y aprobó la propuesta.

Parece que ambos se han visto favorecidos por esta unión. Según los datos publicados por El País, tanto el Partido Socialista de Costa (PS) como el PSD de Rui Rio han crecido en intención de voto. El primero en cuatro puntos; el segundo, en dos. Pero habrá que esperar a que haya elecciones, no obstante, para ver en qué se materializan esos sondeos.

Italia: Una "oposición responsable"

El caso de Italia es diferente. Se asemeja más a España que a Francia, puesto que la confrontación política parece haber recobrado protagonismo, aunque no del mismo modo que dentro de nuestras fronteras. En un primer momento, parecía que la situación del primer país europeo que se vio azotado por la crisis del covid-19 había provocado una especie de pacto por el que las críticas al Gobierno tan solo llegaban de la extrema derecha de Matteo Salvini, expulsado del Ejecutivo de Giuseppe Conte el verano pasado. Pero esa tan solo fue una calma pasajera.

En el país, el líder de la derecha que podría asumir un papel asimilable al de Casado en España es Silvio Berlusconi. El presidente de Forza Italia no se ha mostrado del todo conforme con la gestión de Conte, sobre todo en lo que tiene que ver con el planteamiento de desescalada del confinamiento. Berlusconi criticó al Gobierno, sí, pero con cautela. Según aseguró, su partido no dejará de apoyar a Conte, puesto que la suya, dijo, "es la actitud de una oposición responsable", pero "que no deja de ser oposición", en todo caso. 

En todo caso, ahora Conte tiene un nuevo frente abierto con Matteo Renzi. El líder de Italia Viva, partido que forma parte de la coalición de Gobierno, amenaza de hecho con abandonar el Ejecutivo. ¿El motivo? A su juicio, la desescalada planteada por Conte es demasiado lenta y necesita acelerarse. Así lo expresó en un pleno celebrado en el Senado con el objetivo de que Conte explicara en qué consistiría la segunda fase de la desescalada. "No negamos plenos poderes a Salvini para dárselos a otro", le espetó. "Su discurso, presidente Conte, requiere respuestas en nombre de la libertad y la verdad: los italianos se encuentran en un estado que recuerda el arresto domiciliario por la emergencia. No salimos de esto con un paternalismo populista o una visión sin política", añadió.

Reino Unido: "No haremos oposición por oposición"

La crisis sanitaria del covid-19 irrumpió en Reino Unido en un momento en el que la oposición al primer ministro Boris Johnson buscaba un nuevo líder. Jeremy Corbyn había abandonado la dirección del Partido Laborista y la formación buscaba quién podría ser un buen sustituto. El debate y la votación apenas tuvieron eco. Las cifras desoladoras que dejaba el coronavirus en toda Europa, y también en el país, empañaban cualquier noticia que no tuviera que ver con la pandemia. Pero el 4 de abril se anunció que Keir Starmer, un abogado especializado en la defensa de los derechos humanos y portavoz de la oposición en materia del Brexit, se había convertido en el nuevo líder de la oposición. Y lo primero que hizo fue tender la mano al Gobierno conservador de Johnson, que justo en ese momento se encontraba ingresado tras haber dado positivo en covid-19.

No llegó en un momento fácil. Sus primeros movimientos marcarían la senda que la formación llevaría a partir de entonces en una de las mayores crisis de la historia reciente. Además, tenía como tarea responder al llamamiento realizado por Johnson, que acababa de instar a los líderes políticos a "trabajar juntos en un momento de emergencia nacional". Y no tardo en hacerlo. A través de un mensaje distribuido por redes sociales, Starmer se comprometió con el Gobierno a luchar contra el coronavirus. "En tiempos como estos necesitamos un buen Gobierno que salve vidas y proteja nuestro país. Es una gran responsabilidad, y hayamos votado o no a este Gobierno, todos confiamos en él para que lo haga bien. No haremos oposición por hacer oposición ni exigiremos demandas imposibles, sino con el coraje de apoyar al Gobierno cuando sea lo correcto", dijo.

Pero esa tampoco fue una declaración que dejaba entrever que su formación cerraría los ojos ante todo. Justo después de ofrecer su colaboración, Starmer aseguró que el Partido Laborista no dejaría de denunciar los fallos que vieran en la gestión de la crisis. Y así lo ha hecho durante las últimas semanas. En todo momento aseguró su apoyo a la prórroga de las medidas de confinamiento, pero sí exigió conocer cuál era el plan de Johnson para salir de esa situación, un paso que consideraba necesario para la población. Por ello, aportó sus propias medidas, pero todavía se desconoce el plan concreto con el que el país acabará con la cuarentena de sus ciudadanos.

Estados Unidos: La pandemia y la sombra de las elecciones

El caso de Estados Unidos es particular. No se puede analizar la gestión de su presidente, Donald Trump, sin perder de vista que el país celebra elecciones el próximo 3 de noviembre. El líder republicano, por tanto, tiene mucho que perder. Y el Partido Demócrata, por contra, mucho que ganar. Por eso su candidato a la Casa Blanca, Joe Biden, ha criticado en varias ocasiones y de manera muy dura al Gobierno. "Podemos salir de esta crisis como un país mejor, más fuerte y más justo. Está a nuestro alcance, tan solo necesitamos un presidente y una administración que estén a la altura de esta tarea", publicó este mismo martes en su perfil personal de Twitter. "En tiempo de crisis, los ciudadanos estadounidenses se merecen un presidente que les diga la verdad y asuma responsabilidades. Donald Trump no ha sido ese presidente", aseguró hace tan sólo 48 horas. 

No ha sido el único altavoz de las críticas. Nancy Pelosi, también demócrata y presidenta de la Cámara de Representantes, ofreció una entrevista a MSNBC en la que aseguraba que Trump "no estaba adecuadamente preparado para esta crisis; ni con la verdad, ni con los hechos ni con la admisión de lo que estaba pasando". Se refirió así a la lentitud de la que se acusó al republicano que, hasta hace algunas semanas, minimizaba los riesgos que el covid-19 tenía para la salud. 

Pero a pesar de las críticas, demócratas y republicanos han mostrado una fuerte unión en las ocasiones que la requerían. El consenso entre ambos partidos permitió, por ejemplo, aprobar un paquete de ayudas para hacer frente a la crisis económicaaprobar un paquete de ayudas derivada de la enfermedad que ya empieza a asomar la cabeza en todos los países del planeta. 

El apoyo de la oposición argentina y el papel minúsculo de la chilena

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Los países de Suramérica fueron los últimos en introducirse en la grave crisis. Cuando allí empezaron a reportar los primeros casos y a decretar los primeros estados de alarma, en Europa la mayoría de ciudadanos ya vivían confinados en sus casas. Argentina, por ejemplo, decretó la cuarentena obligatoria el pasado 20 de marzo, casi una semana después que España. Lo anunció el presidente, Alberto Fernández, en una comparecencia en la que no estuvo solo y en la que se evidenció y ejemplificó que la oposición estaba del lado del Gobierno. Horacio Rodríguez Larreta, alcalde de la ciudad de Buenos Aires por el partido Propuesta Republicana, el principal opositor al del Ejecutivo, estuvo presente. Ahí comenzó el apoyo que ambos se han dado durante la crisis. 

Un ejemplo fue la orden que Larreta dio a los mayores de 70 años para que pudieran circular por la ciudad. La decisión levantó críticas, pero Fernández no dudó en mostrarle su confianza. "Lo que está haciendo el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires es porque conoce lo que pasa", aseguró.

Pero Fernández no solo apoyó a la oposición argentina, sino también a la chilena, algo que molestó profundamente al Gobierno de Sebastián Piñera. Sus discrepancias ya venían de antes, puesto que ambos dirigentes ya se habían enzarzado por las protestas que los chilenos habían protagonizado contra Piñera. Cuando estalló la crisis del coronavirus en el país, la oposición no se mantuvo demasiado crítica, y Fernández se reunió con ellos por videconferencia para animarles a que levantaran la voz y se unieran para "recuperar el poder". El equipo de Piñera, que consideró estas palabras como una "injerencia en los asuntos internos de su país", se mostró disconforme con esa actuación y así se lo trasladó al Gobierno argentino. Finalmente, una conversación telefónica acabó, según dijeron, con el roce diplomático. 

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