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Crisis del coronavirus

Las "perlas" de la España olvidada resucitan al turismo rural ante las limitaciones para viajar al extranjero

El Pico del Fraile, la hospedería de Mónica Gutiérrez en la comarca de Sanabria.

El Pico del Fraile se alza sobre uno de los parajes más espectaculares de la España vaciada. Esta hospedería del municipio zamorano de Cobreros –72 habitantes– se encuentra ubicada en pleno parque natural del Lago de Sanabria, el mayor lago de origen glaciar de toda la Península Ibérica. Una zona de abundante vegetación, arroyos y aire puro. Con capacidad para 22 personas, esta casa rural de piedra y tejado de pizarra comenzó a funcionar hace más de una década. El proyecto, puesto en marcha por Mónica Rodríguez y su pareja, supuso una vuelta al origen de sus antepasados. “Yo trabajaba como directora de Marketing y mi marido en un despacho de abogados. En un momento dado, nos dimos cuenta de que queríamos disfrutar de nosotros mismos, construir una familia, algo que con el ritmo que llevábamos era inviable. Fue entonces cuando decidimos dejarlo todo en Madrid y venirnos aquí, de donde era la familia”, explica a este diario. Poco después del comienzo de la aventura, llegó la Gran Recesión, que no fue capaz de hundir el negocio. Ahora, la hospedería trata de mantenerse a flote a pesar de la crisis sanitaria. Un nuevo tsunami que podría abrir una ventana de oportunidad para este turismo de cercanía.

La pandemia lleva más de dos meses poniendo al sector turístico, que representa un 12,3% del PIB y un 12,7% del empleo, contra las cuerdas. Sin embargo, la decisión del Gobierno de coalición de levantar las barreras de cara a los próximos meses ha dejado paso al optimismo. La patronal Exceltur ha rebajado en 20.000 millones de euros el daño de la crisis con esta reapertura. Y los hoteles de las principales zonas de veraneo ya han comenzado a ponerlo todo a punto para una nueva normalidad marcada por las limitaciones de aforo en las playas y las más que necesarias medidas de distanciamiento social. Mientras tanto, los negocios rurales se mantienen expectantes. Esperan que el Gran Confinamiento pueda terminar dando impulso a un tipo de turismo que se aleje del clásico sol y playa. Mucho más cercano, sostenible y tranquilo. Que permita redescubrir esa España interior de gran riqueza cultural y paisajística, en muchos casos olvidada por las administraciones, que facilite el sostenimiento de unas economías cada vez más tocadas y que ayude a poner fin a una sangrante despoblación fruto de una notable falta de oportunidades laborales.

Los datos registrados por las páginas web especializadas invitan a la esperanza. Desde el 29 de abril hasta el 5 de mayo, el portal Escapada Rural registró un incremento del 122% de pre-reservas en los alojamientos que anuncian –más de 17.000–. “Estos resultados apuntan a unos primeros indicios de recuperación”, señaló entonces la directora de comunicación de la plataforma, Ana Alonso. En comparación con el mismo periodo del año pasado, el crecimiento de estos contactos se sitúa en el 25%. En opinión de Lluís Garay, profesor del departamento de Estudios de la Economía en la Universitat Oberta de Catalunya, la crisis sanitaria puede dar impulso a estas iniciativas. “Primero, por una cuestión de proximidad. Y segundo, por una aversión al riesgo a contraer la enfermedad. En lugar de ir a Croacia o a un apartamento en la Costa del Sol, por ejemplo, alquilas una casa para la familia y estás aislado, lo que puede entenderse como una opción más segura”, explica este experto en turismo al otro lado del teléfono.

Las opciones rurales han ido expandiéndose poco a poco con el paso de los años. Si hace una década se contabilizaban unos 2,5 millones de turistas que se habían hospedado en esta clase de alojamientos, el año pasado esa cifra se situaba ya en los 4,4 millones. Sin embargo, Garay recuerda que continúa siendo muy minoritario si se compara con el nivel de demanda, oferta y ocupación que mueve el mercado en las costas españolas. Algo diferente a lo que ocurre, por ejemplo, en países como Irlanda, donde tiene “mucho más peso” por la “característica del destino”. Por otro lado, el experto apostilla que sigue estando muy copado por la “demanda interna”. “Menos del 20% es internacional”, señala Garay. Un perfil en el que insiste la dueña de El Pico del Fraile. “Hay muy poco turista extranjero. Quizá se aloja alguna familia británica que viene en barco hasta Santander y nuestra casa le pilla de paso en su viaje a Portugal, pero no mucho más”, sostiene Rodríguez.

“Tiene un enorme potencial”

Desde la Asociación de Profesionales de Turismo Rural (Autural) también consideran que esta “situación” puede convertirse en una “oportunidad”. “La previsión es buena para el mes de agosto”, explica su presidente, Francisco Parra. No obstante, este propietario de una pequeña casa rural ubicada en el pequeño municipio –apenas una treintena de habitantes– oscense de Latorrecilla, cerca del Parque Nacional de Ordesa y Monteperdido, pide no echar tan rápido las campanas al vuelo. Porque una cosa son las búsquedas y otra bien distinta las reservas formales. “Yo creo que todavía es pronto para tomar el pulso a la temporada”, coincide, por su parte, la propietaria de la hospedería en suelo zamorano. Tanto ella como Parra recuerdan que la crisis sanitaria ha impactado con dureza sobre todo el sector. También en el campo. En el caso de Rodríguez, explica que ya ha perdido buena parte de la temporada con la Semana Santa y el puente de mayo. Ahora, confía en que los meses de verano y otoño puedan amortiguar el golpe.

Ambos consideran que es necesario contar con el respaldo de las instituciones. Y echan en falta promoción a nivel institucional de las iniciativas rurales, que en un 56,6% de los casos están encabezadas por mujeres. Sobre todo, de cara al mercado exterior. Porque España no es solo Benidorm, Palma de Mallorca o Salou. Hay muchísimo más. La riqueza del interior es importante. “Tiene un enorme potencial para dar contenido a ese turismo rural. Cuenta con un patrimonio cultural bestial y una diversidad paisajística increíble que todavía no ha llegado bien al turista extranjero”, asevera Garay. Desde la Maragatería leonesa hasta el Parque de Somiedo o la Reserva de Muniellos. Desde el Circo de Gredos a las Hoces del Durantón. Desde la Sierra de Grazalema a la infinita meseta castellanomanchega. “Tenemos perlas fantásticas por toda la geografía”, resume Rodríguez. “En solo 100 kilómetros puedes cambiar de gastronomía, de paisaje y sentirte en otro lugar”, coincide, por su parte, Teresa López, presidenta de la Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales (Fademur).

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Pero más allá de la imagen, ninguna de ellas pasa por alto la importancia que estos proyectos tienen en las economías locales. Es una cuestión en la que insisten también Garay y Parra. “El turismo tiene mucho efecto arrastre si se involucran bien otros sectores, como por ejemplo el primario”, apunta el experto de la UOC. Porque no son solo los alojamientos. Junto a ellos también hay pequeñas tiendas o bares que pueden salir beneficiados, al igual que los agricultores o ganaderos de la zona. Y esto no sólo genera ingresos. También hace que la oferta laboral pueda ampliarse. Un incremento de oportunidades de futuro que, como recuerda el presidente de Autural, contribuye a frenar la sangrante despoblación de la que es víctima la España interior. Un estudio reciente de Joaquín Recaño, profesor del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad Autónoma de Barcelona, calculaba que casi dos millares de pueblos desaparecerán en los próximos años por falta de habitantes. Teniendo en cuenta que a día de hoy hay algo más de 8.100, estaríamos hablando de algo más de un 20%.

La presidenta de Fademur celebra la ventana de oportunidad que se abre para los destinos rurales al ser los “más seguros” de cara a la pandemia. Eso sí, pide responsabilidad a los potenciales visitantes. Para ello han elaborado una pequeña guía en la que plasman algunas de las medidas de seguridad a tener en cuenta durante el viaje. Desde intentar no saludar con contacto físico hasta evitar la entrada con grupos numerosos en lugares pequeños. Y, por supuesto, llevar puesta la mascarilla siempre que no pueda evitarse la distancia de seguridad. Al fin y al cabo, se trata de lugares donde el envejecimiento de la población es importante y con unas carencias a nivel médico que complican todavía más la situación. El pasado mes de enero, los vecinos de Puebla de Sanabria denunciaban la reducción y la falta de sustitución de facultativos. A sólo diez kilómetros de allí, se encuentra la hospedería que regentan Rodríguez y su marido. Entonces, ninguno se imaginaba la crisis que llegaba desde el otro lado del mundo. Ahora, les toca volver a capear el temporal. Como ya hicieron hace una década.

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