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¿Un oasis en el desierto?: Las salas de cine no comerciales esperan “un papel importante en los tiempos que llegan”

El cine Doré, una de las sedes de la Filmoteca Española.

“¡Qué rápido cambian las cosas en estos tiempos tan inciertos!”. Gloria Vilches, coordinadora de Xcèntric, el cine del Centro de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB), lamentaba con esta frase la cancelación de la primera proyección prevista en el centro desde la llegada de la pandemia. “Una sesión vinculada con la exposición de videojuegos que tenemos actualmente en el CCCB. Habrá una restricción de aforo y otras medidas para asegurar que la asistencia a la actividad no suponga un riesgo para el público. Pese a las restricciones, hoy, 10 días antes de la proyección, ya se han reservado medio centenar de entradas, así que parece que hay muchas ganas de volver al cine”, comentaba Vilches con moderaba ilusión en declaraciones a infoLibre. Sin embargo, los nuevos brotes en el área metropolitana de la capital catalana provocaron que la Generalitat paralizase la actividad de teatros o salas de cine, para indignación de muchos.

Especialmente cuando los cines han demostrado ser espacios seguros, en los que es posible imponer las distancias de seguridad, el control de aforo, la toma de temperatura o la utilización de geles desinfectantes por los usuarios con mayor facilidad que en otros lugares de ocio. Un proceso de metamorfosis que está siendo complejo para las salas comerciales, más si cabe ante la falta de estrenos potentes. En el caso de otros centros de exhibición como filmotecas o cinetecas, debido a sus idiosincrasias particulares, el panorama parece algo más halagüeño. Con una acusada reducción en el número de proyecciones, el mantenimiento de unos contenidos online que han cobrado valor durante el confinamiento y el permanente miedo a un nuevo cierre indefinido (algunos centros optaron por no retomar su actividad presencial hasta septiembre, como el CGAI, Centro Galego de Artes da Imaxe), la “nueva normalidad” ya es una realidad en estas salas.

Un cierre cargado de incertidumbre y un parón “para reflexionar”

Todos los entrevistados para la elaboración de este artículo coinciden en señalar el “desconcierto” con el que empezaron a vivir esta situación, que provocó la abrupta paralización de cualquier exhibición cinematográfica. Por supuesto también fue un momento de “preocupación” ante lo que era el inicio de una crisis sanitaria sin precedentes. “En esas circunstancias, el cine pasó a importar más bien poco”, comenta el director artístico de Cineteca Madrid, Gonzalo de Pedro.

Hubo que adaptarse rápido a las circunstancias. Las prioridades: pensar qué hacer con las actividades y ciclos ya programados, así como empezar a elaborar protocolos para la nueva realidad que les esperaría con la reapertura. A este respecto, Víctor Iriarte, responsable del área de cine y audiovisual de Tabakalera, explica cómo previeron este momento: “Se trabajaron diferentes escenarios (plan A, plan B, plan C) a la espera de que nos dieran instrucciones desde Sanidad y desde el Gobierno vasco. La prioridad siempre fue poder ofrecer un servicio en las condiciones de máxima seguridad sanitaria para el público, por lo que en cuanto nos dieron esas instrucciones de protocolos y desde el equipo de dirección y producción de Tabakalera habilitaron esas condiciones, decidimos abrir, sin ninguna prisa, pero sin pausa”. Según Iriarte, entendieron que “la vuelta de la cultura pública también era necesaria después de los meses de confinamiento”.

El cese de la actividad sirvió, al menos, para aportar sosiego y perspectiva a una actividad en la que el proceso de trabajo constante no siempre les deja espacio. “Aprovechamos el parón obligado para reflexionar sobre diversos aspectos de nuestro trabajo, lo cual he de decir que no estuvo nada mal, puesto que estas reflexiones profundas generalmente quedan imposibilitadas por las prisas y las tareas del día a día”, relata Vilches.

Regresos desiguales

La vuelta tras el enclaustramiento, si es que ha existido tal regreso, varía enormemente entre unos centros y otros. En Xcèntric, salvo la malograda proyección especial, todos los pases en su momento cancelados han sido reubicados en otoño. El cine de Tabakalera llevará a cabo 30 sesiones a lo largo del verano, dos por semana (miércoles y sábados). Desde Cineteca optaron por el escenario “más sensato” para De Pedro: “Sacar la pantalla a la calle con CinePlaza”CinePlaza. Esta iniciativa, que cumple ya su tercer año y se alargará hasta este domingo 16 de agosto, consiste en un cine de verano en la Plaza Matadero de Madrid. Un cine de verano “peculiar”, ya que como cuenta el director de Cineteca “hace una apuesta muy clara por el cine contemporáneo, inédito, y de difícil acceso a las salas”. “Digamos que es una enorme puerta abierta a un cine que no acapara titulares, ni campañas de promoción, y al que se acerca gente que de otra forma no lo haría nunca”, añade.

El Cine Doré de Filmoteca Española es sin duda el que ha vuelto con más fuerza, o al menos mayor volumen de pases, algo natural teniendo en cuenta el enorme peso de la institución. No en vano su director, Josetxo Cerdán, afirma que la filosofía que mantuvieron en todo momento fue la de “reapertura lo antes posible”. “Teníamos que funcionar eso sí de acuerdo a las directrices del Ministerio de Cultura, que coincidieron con nuestros deseos, y abrimos en cuanto fue físicamente posible hacerlo”, matiza. Afirma que los trabajadores a pie de sala, otros de los damnificados por esta situación, “tenían ganas de volver”, mientras que el equipo de programación “no ha dejado de trabajar”.

En estos momentos el número de sesiones continúa eso sí muy por debajo de lo habitual: dos al día, una por cada una de sus salas. El aforo máximo se fijó en un primer momento en el 50%, aunque tras el avance de fases por parte de la Comunidad de Madrid y el fin de la desescalada actualmente se sitúa en el 75%. Según Cerdán, “no está funcionado mal”. Concreta que se está llenando “alrededor del 70% de ese 75%”.

Alternativa a la “travesía en el desierto” de los cines comerciales

Las salas comerciales deben hacer frente, además de a las restricciones de aforo y las medidas de seguridad, a una preocupante escasez de estrenos potentes. La delicadísima situación en muchos puntos de Estados Unidos hace que en el país americano la reapertura de los cines no esté sobre la mesa. Esto ha provocado una ola de lanzamientos retrasados. Pese a que la situación comienza a dar signos de leve mejoría, la dependencia de las grandes películas estadounidenses coloca a la industria española en una situación de grave crisis que no se da con tanta intensidad en territorios como Francia.

“Esta travesía en el desierto nosotros no la estamos viviendo porque es un perfil de público completamente diferente”, apunta Cerdán. En este sentido, remite a la apuesta de muchos cines comerciales ante la escasez de estrenos: recuperar películas míticas como Cinema Paradiso o Apocalypse Now. “Si nosotros programamos dos sesiones de Cantando bajo la lluvia en el mes de julio las llenamos, pero eso no se puede extrapolar a una cadena que vaya a ponerla en sus 50 o 200 cines por toda España y espere llenar todas las sesiones durante una o dos semanas”, explica.

Gonzalo de Pedro incide en las particularidades de los espacios públicos: “No nos guiamos por la rentabilidad, y tenemos una misión distinta, podemos tomar unos riesgos (nunca sanitarios, por supuesto) que una empresa privada no puede”. Cree, eso sí, que la vuelta de una mayor actividad beneficiaría a todos: “Estrenos grandes podrían ayudar a todo el sector, haciendo que la gente compruebe que volver a las salas es una experiencia segura”. Gloria Vilches remarca el carácter “fiel” de los espectadores en espacios como Xcèntric. Otro elemento clave que enlaza con una frase de Iriarte que lanza algo de esperanza: “Si a la amplitud y diversidad de nuestro catálogo le sumamos un compromiso de las instituciones por ofrecer y reforzar la cultura pública de calidad, este tipo de cines pueden tener un papel importante en los tiempos que llegan”.

Programar en la nueva normalidad

Una duda común en todos estos centros de exhibición está en la nueva programación tras la reapertura. ¿Retomar simplemente los ciclos abruptamente finalizados o introducir cambios? ¿Hacer dialogar las películas proyectadas con la situación ocurrida o actuar como si nada hubiese pasado? Gonzalo de Pedro no se plantea “en absoluto” hacer programas que reflexionen sobre esto de forma directa. “Nada me horrorizaría más que un ciclo con películas de virus, pandemias o encierros”, reconoce el director artístico de Cineteca. En caso de abordar este contexto, afirma que lo harían “a través del poso que va quedando: la necesidad de cuidarnos, la importancia de repensar las ciudades en escalas más humanas, la relación de la pandemia y la destrucción de la naturaleza”.

La coordinadora de Xcèntric aboga por “seguir con la línea de programación habitual”. En similares postulados se mueve el responsable de cine y audiovisual de Tabakalera, que plantea una interesante reflexión sobre como las mismas películas pueden ser vista ahora con ojos totalmente nuevos: Lo bueno de tener una programación basada en las historias del cine y sus tiempos es que esas películas siempre terminan dialogando con lo que sucede fuera”. Cuenta Iriarte que “ha sido muy bonito recuperar con el ciclo que estamos dedicando a la directora británica Joanna Hogg el sentido clásico del cine como forma de viaje, precisamente ahora que no podemos viajar”. “Sus dos primeras películas (Unrelated, 2007 y Archipelago, 2010) nos han permitido pasar unas horas en La Toscana y en las Islas Sorlingas [archipiélago situado al suroeste de Gran Bretaña]. Hace unos meses, antes de la crisis, esos paisajes no hubieran tenido la fuerza y el sentido que han adquirido ahora”, explica.

En Filmoteca sí han apostado por una programación creada ex profeso para la vuelta del Cine Doré. Bajo el título Hacia la felicidad, el nexo común de las películas es, según Cerdán, que “que invitan al ánimo y a un cierto sentido de esperanza”Hacia la felicidad. Reconoce que apostar por un ciclo de estas características generó debate en el equipo: “Todas las posibilidades estuvieron encima de la mesa, desde seguir con la programación como si nada hubiese pasado hasta un ciclo de pandemias, aunque eso enseguida se nos fue de la cabeza, la gente está hasta el gorro”. Finalmente, esta idea se abrió paso por varios motivos: “Había esa sensación de derrota en el espacio social, así que nos parecía que nuestro granito de arena era arrojar un poquito de luz, y de paso ir a por títulos fuertes que atrajesen a la gente”. Pospusieron el regreso de los grandes ciclos del año para que “en unos meses” todo el aforo del Doré disfrute de ellos. Cerdán fecha la llegada de la “normalidad programadora”, consciente de la incertidumbre, en septiembre.

La circulación de películas durante “el año que no ha existido”

“2020 es el año que no ha existido. El 1 de marzo estábamos volviendo del Festival de Berlín, con muchas películas pendientes de empezar su camino, y cinco meses después, todas esas películas siguen esperando en los cajones de los cineastas”. Con estas palabras lamenta De Pedro una paralización de la industria cinematográfica que llega también a la distribución y circulación de las películas a lo largo del planeta. Una disrupción dramática en el caso de los soportes físicos. Así, Vilches apunta que es el motivo por el que este año han cancelado Gandules, las tradicionales proyecciones de verano al aire libre del CCCB: “Muchos archivos fílmicos, sobre todo los de Estados Unidos, no podían asegurar que fuera posible hacernos llegar las copias de proyección”. En los próximos meses, eso sí, echarán mano de copias ya disponibles en Barcelona y programarán películas cuyas copias se encuentren preferentemente en archivos europeos, “lo cual no implica que los autores sean únicamente europeos”.

Es cierto, eso sí, que en este ámbito el impacto no será tan elevado dado que “la distribución internacional de copias hoy en día es mixta y con una tendencia en la que el soporte físico va desapareciendo”, como señala Víctor Iriarte. “Los problemas ahora mismo pueden estar en traer ocho latas de 35mm de un clásico japonés del archivo de la filmoteca de Londres, por ejemplo, eso sí nos ha pasado y hemos tenido que retrasar ese pase”, comenta el máximo responsable del cine que se ve en el Centro de Internacional de Cultura Contemporánea situado en San Sebastián. “Pero al mismo tiempo, llevamos años trabajando con servidores que permiten enviar y recibir archivos de alta calidad de forma digital, por lo que hemos seguido trabajando con relativa normalidad”, añade.

En Filmoteca el problema de la circulación de copias se ha hecho especialmente patente en su área de Archivo, dilatando los plazos en el trabajo con laboratorios extranjeros. Así ha ocurrido, por ejemplo, en el caso de la recuperación de un nitrato en el sistema de color con el que se rodó Garbancito de la Mancha, primer largometraje animado de España y el primero de estas características en color de Europa. No obstante, Josetxo Cerdán cree que “poco a poco iremos recuperando la normalidad y eso no tiene mayor problema”. No estar permanente y presencialmente en el Archivo les ha permitido, eso sí, mirarlo con otra perspectiva, “prestar atención a algunas cosas y revalorizarlas”. Menciona el caso de Mallorca, de María Forteza, la primera película sonora dirigida por una mujer en España. “Es muy posible que, de no ser por la pandemia, que nos hizo rebuscar entre los materiales recientemente digitalizados, igual no hubiésemos sido conscientes de que la teníamos”, admite.

Internet: de la sobredosis en el confinamiento a una nueva relación con lo virtualsobredosis

El éxito del “descubrimiento” de la cinta de Forteza pone en valor la apuesta por contenidos online durante el confinamiento. Filmoteca Española trató de sustituir la actividad presencial poniendo a disposición de los usuarios diferentes películas (en ocasiones acompañadas de presentaciones), muchas de ellas restauradas y mostradas por vez primera, con la iniciativa #DoréEnCasa. No obstante, su director deja claro que para la institución “acudir a una sala de cine forma parte del patrimonio cultural inmaterial, es algo intrínseco a la experiencia de ver una película”. No en vano, cree que la crisis ha hecho reflexionar al Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales (ICAA) sobre la necesidad de “incrementar el apoyo a las salas”. Reconoce, eso sí, que mucha gente les ha agradecido la iniciativa #DoréEnCasa, que ha dado acceso a su archivo a personas que de otra forma no habrían podido acercarse a él. “La ventana de Internet genera unas dinámicas de seguimiento interesantes”, concluye.

Gonzalo de Pedro se muestra cauto: “No tengo muy claro hasta qué punto lo que hemos vivido va a cambiar las maneras de ver cine, y relacionarnos con la cultura. No sé si es algo pasajero o duradero”. Hace mención a la sobredosis cultural experimentada durante el enclaustramiento: “Se produjo una multiplicación en ocasiones excesiva, como si la función de la cultura fuera la de hacernos pasar las horas. Hubo una especie de horror vacui digital, una espiral para ver quién podía ofrecer más cursos, más películas, más talleres, más podcasts”horror vacui. Cree que “hubo una respuesta de las instituciones para ayudar a la población y, por otro lado, mantenerse vivas de forma online”.

Por esta misma razón, la posibilidad de “saturar al espectador”, desde Xcèntric prefirieron centrarse en “la preparación de la próxima temporada de proyecciones presencial, puesto que somos firmes defensores de la experiencia de ir al cine y ver películas en pantalla grande y en su formato original”, según explica Gloria Vilches. Víctor Iriarte se pregunta si era el momento de hacer “ruido en las redes” o se trataba, más bien, de “aprovechar ese momento de corte en el ritmo diario para repensarnos y repensar el papel virtual de una institución cultural pública como la nuestra”. Lo apunta De Pedro, quizá haya que ir más allá de situar “un público en una sala haciendo preguntas a un realizador que está en la pantalla”. “No creo que ese sea el camino, y tiene algo de distópico. Creo que digital y físico son dos espacios distintos, que tienen que pensarse de manera distinta”.

La necesidad de pensar de forma diferente es, quizá, la única certeza en una época de transformaciones tan aceleradas.

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