La historia en crisis

Los atentados del 11S, un cambio de paradigma en el terrorismo internacional

Las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001 (CC-BY-SA).

2.977 personas fallecieron en los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, llevados a cabo por una célula terrorista de Al Qaeda. El ataque se convirtió en el mayor atentado terrorista de la historia del país y sacudió los cimientos del orden mundial tal y como era entendido a principios del siglo XXI, provocando un cambio drástico en las medidas de seguridad nacional.

¿Qué pasó?

"Para todos aquellos de nosotros que trabajábamos o vivíamos en Nueva York, el 11 de septiembre nos cambió de por vida". Así comenzó su discurso el periodista Glenn Collins en el II Congreso Internacional sobre las Víctimas del Terrorismo de Bogotá en 2005. Recordó de esta manera los sucesos del 11 de septiembre de 2001, cuando dos aviones impactaron contra las Torres Gemelas de la ciudad estadounidense y cambiaron para siempre el paradigma de seguridad nacional.

A las 8.46 horas se produjo el primer impacto sobre la Torre Norte del World Trade Center de Nueva York y se desató el caos. En España eran las tres de la tarde y cuando llegaron las primeras imágenes costaba creer que fueran reales, según cuenta la entonces realizadora del telediario de La 1, Juana Romero. Unos minutos más tarde, las cámaras de televisión recogieron en directo la segunda colisión, y siguieron filmando mientras la humareda y los escombros anunciaban el derrumbe inevitable de los rascacielos. En apenas dos horas, se habían borrado de la silueta neoyorkina.

Los aviones suicidas habían sido secuestrados cada uno por cinco terroristas de un comando de Al Qaeda que habían redirigido el rumbo para estrellarse contra las torres. Dos aviones más fueron secuestrados por el mismo método. El tercero impactó contra un edificio del Pentágono alrededor de las 9.39 horas. Unos minutos más tarde, el cuarto avión —secuestrado por cuatro personas en lugar de cinco— cayó en una explanada de Shanksville, en Pensilvania, matando en el acto a todos los pasajeros, pero sin encontrar a su paso más víctimas. Según la investigación posterior, el forcejeo entre los terroristas y la tripulación habría evitado que estos culminaran su objetivo.

2.977 personas fallecieron a causa de los atentados, entre las que se cuentan los 19 terroristas, la tripulación y los viajeros de los aviones secuestrados, los fallecidos en el edificio del Pentágono y cerca de 400 personas del cuerpo de bomberos y policía de Nueva York, que perecieron durante las labores de búsqueda y control en las inmediaciones de las Torres Gemelas. Tres de las víctimas mortales tenían nacionalidad española. De los fallecidos en el World Trade Center solo se han identificado los cuerpos del 60%—1.645 personas de las 2.753 totales—. En octubre de 2019 se identificaron tres nuevas víctimas.

Tras los ataques, la respuesta militar de Estados Unidos no se hizo esperar. El 7 de octubre lanzó la ofensiva que dio inicio a la guerra de Afganistán (2001 - 2014) y en 2003 puso en marcha la invasión de Irak. En esta última contienda, el pretexto utilizado para justificar la invasión fue la supuesta existencia de armas de destrucción masiva. Una auténtica campaña de propaganda prebélica que terminó desembocando en la famosa cumbre de las Azores, el cónclave convertido en preludio del conflicto bélico. Allí, acompañando con la mentira al presidente estadounidense, George W. Bush, estuvieron el primer ministro británico, Tony Blair, y el presidente del Gobierno español, José María Aznar. Mientras, miles de personas rechazaban decididamente en las calles la invasión.

¿Cómo se desarrolló la crisis?

La mañana del 11 de septiembre, cuatro vuelos de las compañías estadounidenses American Airlines y United Airlines despegaron de diferentes aeropuertos del país. Dos acabarían estrellados contra los rascacielos, uno contra un edificio del Pentágono y otro, que no llegó a cumplir su objetivo, cayó en campo abierto en Pensilvania. Habían sido secuestrados por un total de 19 terroristas pertenecientes a Al Qaeda.

A partir de ese momento, todos los vuelos sobre territorio norteamericano fueron paralizados como medida de precaución y se desalojaron varios edificios oficiales o considerados en riesgo de ser objetivos de nuevos ataques.

Cerca de la una del mediodía, el entonces presidente de EEUU declaró la "alerta máxima" en una rueda de prensa en la que oficializó lo ocurrido como un ataque terrorista —de origen, por el momento, desconocido— y afirmó: "El terrorismo contra nuestra nación no sobrevivirá".

Su siguiente intervención del día sería a las 20.30 horas, ya desde el Despacho Oval, en un comunicado oficial: "Hoy nuestra ciudadanía, nuestra forma de vida y nuestra propia libertad han sido atacadas (...) nos mantendremos juntos para ganar la guerra contra el terrorismo". Ya en estas declaraciones empleó los términos "maldad" y "terror", que fundamentarían pocos meses después su discurso contra los países a los que bautizó como "el eje del mal".

En diciembre de 2001, el Gobierno de Estados Unidos publicó una grabación en la que Osama bin Laden se responsabilizaba de los actos. No obstante, gran parte de la investigación que llevó a cabo el FBI sigue siendo confidencial en la actualidad. El pasado mes de enero, el New York Times publicó un reportaje en el que se recogían los posibles lazos del atentado con altos mandos de Arabia Saudí. La asociación de este país con el 11S era una de las teorías principales del FBI, que, sin embargo, no habría conseguido nunca pruebas "sólidas" de ello, como apuntaron entonces los agentes de inteligencia. Por petición de varias familias de las víctimas en el último aniversario de la tragedia, Donald Trump desveló el nombre de un político saudí que estaría estrechamente ligado con los hechos.

¿Cómo se informó de ello?

El primer avión que impactó contra las torres del World Trade Center lo hizo a la hora del telediario de mediodía en España. Poco después de las tres de la tarde, los medios de comunicación españoles se hicieron eco del atentado con las impactantes imágenes que llegaban desde Nueva York. Precisamente por lo espectacular y casi cinematográfico de esos primeros vídeos, la televisión tuvo un papel protagonista en el relato de los hechos. El impacto del segundo avión se convirtió en la primera vez que se retransmitía un atentado en directo.

Si en España la información llegó de forma caótica fue porque nadie, tampoco en Estados Unidos, tenía claro qué había pasado: "No teníamos listas de los que faltaban o los muertos, no sabíamos cuántos había, simplemente comenzamos a llamar a números de teléfonos que habían aparecido en los volantes, que las familias comenzaron a pegar en las paredes, en las cercas y por todas partes", relató el periodista del New York Times Glenn Collins, que cuenta cómo llenaron páginas con biografías de las víctimas mortales durante los días siguientes —"Los retratos del dolor"—. "Esperábamos que cada minibiografía, en menos de doscientas palabras, pudiera ser más que simplemente una fotografía de la persona viva, sino casi una expresión literaria de su ADN", concluyó.

El caos inicial indujo a Ana Blanco, presentadora del telediario de TVE a pedir disculpas por la falta de información de la que se disponía. Por su parte, Matías Prats exclamaba "¡La otra torre!" cuando las imágenes del segundo impacto llegaban al plató de Antena 3. Más tarde, en esa misma cadena, Jesús Hermida vaticinaba: "Esto es la guerra. Pero, ¿qué guerra? ¿Contra quién y cómo? No lo sé, pero esto es una guerra. Y la respuesta de los Estados Unidos, creo yo, va a ser histórica". Desde luego, no estaba desencaminado.

¿Qué consecuencias tuvo?

Casi 3.000 personas fallecieron en los atentados del 11S, la mayoría como resultado del choque de los dos aviones contra las torres gemelas, pero también perdieron la vida unos 400 operarios de rescate, todas las personas que iban a bordo del avión estrellado en Pensilvania y varias decenas más en el impacto contra un edificio del Pentágono en Washington DC. De todas ellas, tres eran españolas: Silvia San Pío, empleada de una empresa financiera en el piso 92 de una de las torres y embarazada de siete meses; Edelmiro Abad, un trabajador de la banca oriundo de Burgos; y Jerónimo Domínguez, uno de los policías que ayudó en las labores de rescate.

Además del coste humano, Estados Unidos tuvo que afrontar un importante coste económico. Se perdieron 123.000 millones de dólares solo en el primer mes tras los ataques, que se achacan al colapso de la zona financiera más importante de Nueva York y al férreo control sobre los aeropuertos de todo el país. Los daños materiales en el World Trade Center se estiman en torno a los 60.000 millones de dólares, a los que hay que sumar otros 9.300 millones en cobertura de seguros. Para indemnizar a las víctimas del 11S se desarrolló el Fondo de Compensación a las Víctimas del 11S, que recibió unas 7.400 reclamaciones, tanto por fallecimiento como por heridas y lesiones relacionadas con los atentados. El fondo volvió a abrirse en 2011 y continúa creciendo en la actualidad.

Las ofensivas militares estadounidenses se mantuvieron durante años, con el consiguiente coste material y humano. Y durante casi una década, Osama bin Laden fue el enemigo público número uno de EEUU, el hombre más buscado por el gigante mundial. Hasta que Barack Obama ordenó su asesinato, que se ejecutó la noche del 1 de mayo de 2011 durante la llamada Operación Lanza de Neptuno, de la que ha llegado incluso a estrenarse una película —La noche más oscura (2013)—.

¿Qué aprendimos?

El 11S no es solo el mayor atentado terrorista de la historia de Estados Unidos. Sus consecuencias se sintieron a nivel global porque los atentados fueron el primer atisbo de una nueva forma de terrorismo que amenazaba el orden mundial tal y como se entendía a principios de este siglo. Los ecos del 11S se sintieron más tarde en otras partes del mundo, entre las que destacan los atentados en los trenes de Atocha en Madrid el 11 de marzo de 2004.

Por todo ello, la forma en que los Estados afrontaban la seguridad nacional y la amenaza terrorista cambiaron drásticamente. La consecuencia más directa fue el reforzamiento de los controles aeroportuarios hasta convertirse en lo que conocemos en la actualidad, pero sus entramados políticos alcanzaron mucho más allá.

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La supuesta "guerra" que emprendió Bush contra el terrorismo islámico a partir de ese momento ha llegado a "engastarse por completo en la conciencia pública", como afirma el politólogo John Mueller en el libro The Impact of 9/11 on Politics and War (Palgrave Macmillan). Los ciudadanos han "interiorizado" esa guerra hasta tal punto que creen que los políticos se han vuelto "blandos" con el tema y esto ha llevado, entre otras cosas, a un importante ascenso de la islamofobia en el país.

Solo en los cuatro meses que restaban de 2001 tras los ataques, las agresiones islamófobas ascendieron a 481, un importante aumento con respecto a la veintena denunciada el año anterior. A partir de 2015, además, se produjo otro ascenso de los delitos de odio contra la población musulmana estadounidense —en torno al 78%— provocada, no solo por los ataques terroristas recientes en Estados Unidos y Europa, sino también por el auge racista entre los partidarios de Donald Trump —que, por aquel entonces, prometía en campaña crear un censo de personas musulmanas en el país—, según apuntan las fuentes académicas.

En el contexto de la crisis sanitaria que atraviesa en la actualidad todo el planeta, el 11S se recordó en varios medios de comunicación estadounidenses cuando el país traspasó la barrera de los tres mil fallecimientos por coronavirus. En agosto, los números de la tragedia neoyorkina parecen insignificantes en comparación con las 167.242 muertes que se contabilizan ya por la pandemia.

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