Memoria histórica
Juan Romero, el último superviviente español de Mauthausen, recibe a sus 101 años los honores que España le debía
La vicepresidenta primera del Gobierno, Carmen Calvo, participará en el homenaje al que, a sus 101 años, es el último español superviviente del campo de concentración de Mauthausen. Los actos conmemorativos tendrán lugar principalmente en París, pero la máxima responsable de Memoria Histórica en el Ejecutivo realizará una parada muy especial en el pequeño pueblo francés de Ay, al norte del país. Es el lugar donde reside Juan Romero Romero (Torrecampo, Córdoba, 21 de abril de 1919), el hombre a punto de recibir el reconocimiento que durante décadas se le negó. La historia de Juan resuena en la de muchos otros, en nombres borrados por la muerte, el exilio y el tiempo. Por suerte, este cordobés mantiene vivo un recuerdo heroico, pero sobre todo trágico, que jamás debería desaparecer.
Cuando estalló la Guerra Civil, Romero era un joven de buen porte que contaba apenas con 17 años. Luchó para defender la República en la sierra de Guadarrama, Brunete (Madrid), Guadalajara y Teruel, en la cruenta batalla de El Ebro. Durante esta última resultó herido, aunque pudo recuperarse y volver con su brigada. Poco después, tras la caída de Cataluña en febrero de 1939, cruzó la frontera a la altura de Puigcerdà (Girona).
La estancia de Romero en Francia no fue mucho más sencilla: las autoridades galas le internaron, como sucedió con muchos otros compañeros, en el campo de concentración de Vernet d’ Ariège. Su estancia sería breve, ya que ante la inminencia de un conflicto con la Alemania nazi se alistó en la Legión Extranjera para combatir el fascismo en la II Guerra Mundial. En 1940, cuando las tropas germanas invadieron Francia, fue capturado. Tras un año en el Stalag III A, situado al sur de Berlín, fue deportado a Mauthausen el 5 de agosto de 1941. Resulta pertinente señalar aquí, como apunta el periodista Carlos Hernández (autor de Los últimos españoles de Mauthausen y del resto de campos nazis), que Romero y el resto de los 9.300 españoles que vivieron el horror de los campos de concentración podrían haberlo evitado si Franco no hubiese evitado reconocerles como españoles.
En Mauthausen las condiciones de vida fueron de extrema dureza. Romero, que apenas superaba los 20 años, trabajó en la mina, en la construcción de una carretera (donde fue de nuevo herido tras un accidente) y en un kommando de desinfecciónkommando, cuya tarea era recoger las ropas de las expediciones de presos que llegaban al campo y trasladarlas primero al edificio de desinfección, que se encontraba más allá de las alambradas, y a continuación a la lavandería. Según recoge la web Deportados.es, esta tarea hizo más llevadero su encierro, ya que solían encontrar algo de comida en los bolsillos de los recién llegados, que se repartían entre los miembros del kommando.
Esta labor le permitía atisbar qué ocurría en los exteriores del campo de concentración, algo que sin embargo solo sirvió para aumentar su angustia. Veía a los grupos de prisioneros que llegaban a Mauthausen. En los últimos meses de la guerra entraron miles, evacuados de otros campos como Auschwitz. Estas declaraciones de Romero, recogidas por Deportados.es, muestran la dureza de asistir al proceso: "Llegó al campo un grupo, había hombres, mujeres, niños muy chicos. Eran 30 o 40. Nosotros estábamos para salir; esperamos a que entraran, pasaron delante de nosotros y una niña pequeña me sonrió… la pequeñita, la pobre, ignorante no sabía que iba directa a la cámara de gas. Y eso me hizo mucho daño. Yo he visto muchos grupos, pero aquella pequeñita, la niña que me echó una sonrisa… Aún ahora por las noches me acuerdo mucho de ella".
Arte en el infierno
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Afortunadamente, Romero pudo salir con vida de ese infierno en el que murieron dos de cada tres prisioneros españoles. Fue repatriado a Francia, donde se instaló en Ay. Allí conoció a la que sería su esposa. Se casaron en 1947 y tuvieron cuatro hijos. Trabajó durante 30 años en el sector vinícola. En 1960, tras obtener la nacionalidad francesa, regresó por primera vez a España para visitar a su familia en Barcelona. Nunca ha vuelto a Mauthausen.
Ahora, España intentará saldar su deuda con uno de sus héroes, que es también una de sus víctimas. Tras el ostracismo del franquismo llegó el silencio de la Transición, y después las promesas incumplidas de la Ley de Memoria Histórica aprobada en 2007. Mientras tanto, Francia le concedía la Legión de Honor en 2016. Esta vez sí, vivirá un día especial de la mano de su país natal, cuya celebración ha sido no obstante una quimera: a finales de julio el Gobierno organizó un acto similar al que tendrá lugar este fin de semana en París, pero en plena pandemia a Romero le fue imposible acudir a la capital francesa.
El acto conmemorativo arrancará en el Ayuntamiento de Ay. Su alcalde, Pierre Cheval, intervendrá junto a Calvo para recordar no solo a Romero, sino también a la veintena de supervivientes españoles de los campos de concentración nazis que se asentaron en la localidad. Le acompañarán sus hijos y nietos, así como los descendientes del resto de deportados que rehicieron su vida en Ay. Juan Romero es el recuerdo tangible de todos ellos, de muchos y muchas más, a los que la memoria jamás debería dejar de honrar. Que queden grabados en nuestro recuerdo como la sonrisa de aquella niña en el de Juan.