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Entrevista

Javier Blanco: “No es posible ni deseable volver a los 80 millones de turistas”

Javier Blanco, autor de 'Antes de pulsar el botón de reinicio. Retos de la reconstrucción del turismo global tras la covid-19', editado por Conciencia en colaboración con Ecodes'.

A Javier Blanco Herranz (San Sebastián, 1952) la pandemia lo sorprendió embarcado en un ensayo de largo recorrido sobre el turismo. ¿Sobre el turismo? No solamente. Sobre el turismo y sus amplísimos alrededores: economía, medio ambiente, demografía, mercado laboral, antropología, tecnología, gobernanza... El coronavirus lo obligó a una reorientación. Había que dar respuestas –o, más que respuestas, fundamentos para que cada cual responda, porque no practica Blanco ninguna forma de dogmatismo– sobre la forma en que el turismo se va a enfrentar a una crisis de un brutal impacto, en especial en un país como España, con un 12,7% del empleo colgado de este sector. El resultado es Antes de pulsar el botón de reinicio. Retos de la reconstrucción del turismo global tras la covid-19, editado por Conciencia en colaboración con Ecodes.

Blanco, con formación de jurista, acumula 28 de trabajo en el sector. Ha sido viceconsejero de Turismo del Gobierno Vasco –donde participó en la conocida campaña Ven y cuéntalo, con ETA todavía activa–, gerente del Patronato de Turismo de Huelva, directivo de la Organización Mundial del Turismo... Autor del Libro blanco de los destinos turísticos inteligentes, es uno de los más reconocidos asesores sobre la materia. Su visión se pone a salvo tanto del idealismo biempensante–coge con pinzas palabras como “sostenible”– como de la crítica apocalíptica. Blanco se rebela contra el clasismo elitista que impregna algunos discursos y reivindica el talento de los profesionales y los logros de la actividad turística tanto económicos como socioculturales, caso de su contribución al cambio de mentalidad española en el tardofranquismo. Pero se queda siempre lejos de la complacencia que suele dominar los discursos profesionales. Su ensayo desgranada los déficits, vicios y daños colaterales de la extraordinaria expansión del fenómeno: masificación, gentrificación, encarecimiento de la vivienda, banalización de espacios urbanos, sobreexplotación de recursos, precariedad laboral...

“Desde el punto de vista ambiental y social, los desequilibrios eran [antes de la pandemia] cada vez más patentes y una seria amenaza para poder sostener con garantías un artilugio tan formidable”, escribe Blanco. De modo que el turismo español, como eslabón destacado del mundial ya pecaba por exceso antes del covid-19. Pero, al igual que antes del estallido de la burbuja inmobiliaria, nadie quería encender las luces y vaciar la pista de baile. Esa, la de la fiesta que se acaba, es una metáfora que sale del propio Blanco. Había deberes por hacer, porque el modelo ya no daba más de sí, como se concluye del análisis realizado por el autor. La crisis sanitaria convierte ahora en inevitable lo que era urgente: un cambio.

Porque además, como anota el autor, el covid-19 es un virus que ha viajado en clase turista y eso va a marcar el sector, ya se verá hasta cuándo. “Entre los diez países que en 2019 lideraban la lista de mayores receptores de turistas internacionales, ocho de ellos (Francia, España, Estados Unidos, China, Italia, Turquía, Alemania y Reino Unido), se encuentran a su vez en la lista de los diez primeros países con casos registrados de coronavirus”, señala. Su propuesta final no es ningún decálogo, sino la apertura de un marco de reflexión: el turismo del futuro no puede ser como hasta ahora, y eso nos concierne como país, pero también como “turistas”. Toca cambiar el chip, viene a decir Blanco. Mejor hacerlo con buenos elementos de análisis en la mesa.

PREGUNTA: La caída del turismo ha sido impresionante en España.

R: Impresionante. Y lo ha sido más allá del alarmista profesional, que se queda sólo con los datos económicos y de empleo. Pero es que los datos son tremendos. La realidad es dura y los augurios también. En España, desde la época del turista un millón, los términos cuantitativos han gustado mucho. En esto no hemos cambiado. Siempre la rueda de prensa del actor turístico, sea local, provincial, autonómico o estatal, consiste en decir: “Hemos aumentado tanto”. ¡En un país moderno, con una trayectoria turística como la nuestra! Pues fíjate, en ese plano numérico, pensar que podemos regresar al año 80 o 90 en turismo internacional nos pone ante una realidad muy dura.

P: ¿Vio desde el principio de la crisis que iba a ser tan dura con el turismo?

R: La verdad es que no... Esto es algo que nos afecta tanto directamente, a nuestros círculos más íntimos y planes personales, que en un primer momento no fui consciente. Pero luego, claro, como me pilla escribiendo este libro, me meto de lleno y veo ese impacto. Antes de las medidas de los gobiernos europeos, de ninguna manera esperaba una caída tan fuerte. Ahora bien, al shock de viajeros y la crisis del sistema turístico europeo y mundial se han sumado unas medidas extremadamente duras de los mercados emisores más potentes. En esas condiciones, los datos no me sorprenden. De todas formas, la economía del turismo interno es muy importante en los países de la OCDE, en España menos que en Francia e Italia, pero en torno a un 50%. Y ese ha sido el colchón.

P: ¿Le han parecido injustas o excesivas las medias de los gobiernos extranjeros en relación con el turismo a España?

R: No me atrevería a decir si justas o injustas. Pero probablemente también se han tomado decisiones en clave nacional, ¿no? Pensando: “No hay mal que por bien no venga”. Hemos visto las playas británicas absolutamente llenas de bañistas...

P: Vista la evolución de la pandemia, ¿más turismo hubiera sido una temeridad?

R: Totalmente. Aquí tengo que recordar la respuesta de la Mesa del Turismo, uno de los lobbies, a las palabras del doctor Simón, cuando la ansiedad llevó a cuestionar el papel de quien está velando por la salud de todos. Los lobbies han ejercido un papel reivindicativo, que responde a unas necesidades lógicas, pero se ha escuchado poco sobre las bases para la recuperación, sobre cómo revalorizar un modelo en shock. Estamos esperando mensajes en clave de reconstrucción, más allá de la respuesta urgente. No se ha escuchado apenas, ni del sector ni de las administraciones. Ha habido un desequilibrio, una falta de propuestas de mayor alcance.

P: ¿Lo urgente ha devorado a lo importante?

R: Sin duda. Pero nunca es tarde. Cuando empiece septiembre, tenemos que poner las bases para una reconstrucción con perspectiva a medio y largo plazo

P: La Mesa del Turismo también pidió la dimisión del ministro Alberto Garzón tras decir que es un área con “bajo valor añadido”. ¿Falta autocrítica en el sector?

R: Totalmente. Hay varias realidades en el sector. Existe la realidad representativa, que suele ser muy previsible, con pocos estímulos para ser valiente y salir de caminos trillados. Pero hay otras realidades. Hay empresarios con mucha más frescura, con propuestas razonables para los tiempos que vivimos. Hace falta un estímulo para repensar este discurso español benevolente que ha venido muy bien para que la fiesta no pare y los récords continuos, pero que en estos momentos ya no sirve de nada.

P: ¿Hemos abusado de la etiqueta “turismo seguro”?turismo seguro

R: Sí. Yo creo que sí. Se ha seguido una vía un poco convencional y repetitiva.

P: ¿Puede ser esta crisis para la economía sobredimensionada el torno al turismo lo que fue la Gran Recesión para la burbuja de la construcción?

R: Es probable. Creo que el objetivo ahora debería ser reducir la dependencia del turismo, especialmente del internacional. Si ves la contribución directa del turismo al PIB, en España es la más elevada de la OCDE. Ha habido una contribución innegable a la economía, al empleo... Pero la dependencia nos está pasando una factura dramática. Estamos pagando más consecuencias que cualquier otro país. Hay que tomar nota.

P: ¿España ha pecado de imprudencia con su modelo?

R: Se han hecho cosas bien en el análisis, pero en la práctica las herramientas no se han utilizado bien. A mí me decía mi amigo Javier Gómez-Navarro [ministro de Turismo de 1993 a 1996]: “Javier, no sabes qué gozada es ser ministro de Turismo de España. Somos admirados, somos relevantes, se nos pregunta por todo... Somos los números uno” [se ríe]. ¿Qué ha pasado? A ver, en el terreno programático y declarativo, la cosas se han hecho bien en general. Los instrumentos de planificación son correctos, desde el Plan Futures de 1992 hasta el Horizonte 2020. ¡Yo lo acabo de leer y los aspectos ambientales están de cine! El gran problema está en la práctica.

P: ¿Por qué?

R: Hay múltiples actores públicos que gestionan el turismo. En cada destino, en cada pueblo, en cada comarca. ¿Qué agendas reales han tenido? ¿Qué medios? ¿Qué financiación? En algunos lugares se repetía “¡turismo sostenible, turismo sostenible!” y mientras tanto se celebraba con una copa de champán que había una nueva conexión aérea para recibir más viajeros, por si no hubiera suficientes. Y eso en destinos que ya tienen graves problemas de congestión, de hacinamiento, de pérdida de vida de la ciudad... Eso sí, siempre diciendo “hemos aprendido de los errores de los demás”. ¿Cuántas veces he oído esa frase? Y no es verdad. Se ha repetido lo mismo una y otra vez.

P: ¿Ha faltado regulación?

R: La directiva de servicios de 2006 de la Unión Europea y su transposición en España, con la figura de la “declaración responsable”, ha supuesto que las actividades turísticas no se autorizan, sino que se consideran viables a falta de un control posterior que prácticamente no se hace nunca. Hay una debilidad estructural en las administraciones públicas para las inspecciones. En Huelva yo tenía un inspector. En el País Vasco, uno en cada provincia. Totalmente insuficiente. La liberalización ha hecho que se pongan en marcha muchísimos proyectos sin la menor garantía de que no afectasen a los intereses generales. Las comunidades autónomas deben reforzar esos mecanismos de control. Nos hemos desarmado desde el punto de vida de la administración. Se ha primado la libertad de empresa sobre la defensa de los intereses generales.

P: Y la realidad turística ha desbordado por su rapidez a la respuesta institucional. Ahí está el caso de Airbnb. Los ayuntamientos que han intentado controlar su actividad, como Barcelona, se han encontrado graves limitaciones.Ahí está el caso de Airbnb

R: Estaba claro desde que empezaron a funcionar que estas empresas no podían tener el campo abierto, que había que equilibrar su oferta... Y no se ha hecho. Parece que ahora, con la pandemia, se está produciendo una especie de regulación automática. Pero no sé. No tengo aún datos rigurosos.

P: ¿No se observa algo de regreso al alquiler de larga duración?

R: Eso hemos leído todos. Veremos. Hay propietarios que siguen viendo el alquiler turístico como el más seguro y el otro con más incógnitas.

P: ¿Es posible volver a los 80 millones de turistas extranjeros al año? ¿Es deseable?80 millones de turistas extranjeros al año

R: No es posible ni deseable. Estamos hablando de un retroceso entre el 50% y el 80% este año. Eso tiene una gran magnitud. Se va a reducir mucho, inevitablemente, el turismo de larga distancia. Será uno de los segmentos que más se reducirán. Creo que va a haber una mayor conciencia personal sobre nuestros desplazamientos.

P: Un país hecho a la medida del turismo, ¿cómo se adapta a un mundo en el que el turismo pierde protagonismo?

R: Es verdad que tenemos un país hecho para el turismo, sí. Después de la pandemia, tendremos que ver cómo va a quedar un sistema turístico que tiene una gran capacidad. Y no hablo de hoteles. Hablo de servicios, de transportes, de actividades de todo tipo. Porque tenemos una economía turística muy desarrollada que va a quedar diezmada. No va a poder resistir. Deben nacer nuevos servicios, planes y desarrollos que orienten el esfuerzo a eso que se ha llamado “recuperación verde”. Nuevos empleos con menos emisiones.

P: Ya antes de la pandemia se advertía de la insostenibilidad del modelo, también por la crisis climática. Ahora que el cambio es casi obligado, ¿qué orden de prioridades establecería para un nuevo diseño del turismo? insostenibilidad del modelo

R: No podemos seguir observando el futuro desde un punto de vista sectorial. Es decir: “Nosotros nos conocemos nuestro plan, con nuestra asociación hotelera, y adiós muy buenas, me desentiendo de lo demás”. Eso ya no puede ser. El turismo tiene que abordarse con la participación de administraciones medioambientales y de salud pública, con planificación territorial y de vivienda. Tiene que haber inclusión social. Aquí no se han extendido los beneficios del turismo de manera equilibrada.

P: ¿Qué más?

R: Recuperación verde, como decía antes. Y ampliación territorial del turismo, que deje de estar tan concentrado en las costas y en una serie de ciudades. Y tenemos que revisar a fondo las herramientas, que no pueden ser sólo de marketing. No se puede, con las mismas formas, la misma composición y los mismos objetivos, gestionar el turismo que viene. Hay que incorporar a más agentes sociales, más ambientalistas, gente de diversos sectores. La voz del turismo no puede seguir monopolizada por dos o tres lobbies. De nada nos vale un plan de recuperación del turismo español hecho por una prestigiosa consultora y legitimado por el Consejo Nacional del Turismo, del cual he sido parte muy orgullosamente, ¿eh? Pero hace falta refrescar, nuevas miradas, una visión integrada...

P: Luego hay que aterrizar estos objetivos en las ciudades concretas. Por ejemplo, digamos Marbella, un emblema turístico a la vez que una ciudad de baja renta per cápita y casi sin industria. ¿Hay plan b para una reconversión en una ciudad así?

R: Bueno, cada caso es diferente. Sin entrar en casos concretos, en las ciudades que han vivido de la economía turística de forma desorbitada las soluciones no van a ser inmediatas. Ahí está esa palabra que tanto se emplea, incluso con nombre en un ministerio, de transición. Es una transición, es un camino. Pero por lo menos hay que tener la voluntad de empezar a recorrerlo. Hay que planteárselo de forma urgente y real.

P: Con dinero europeo para transformar estructuras económicas y el turismo mundial en stand by, ¿es ahora o nunca para hacer esa transición?stand by

R: Absolutamente. Y los deberes los tiene que hacer el sector sumando fuerzas y talento. Necesitamos llegar a 2021 con una idea clara por encima de las cosas de corto recorrido.

P: ¿Por qué es crítico con la idea de “turismo de calidad”, que ahora reaparece?

R: Es un comodín, siempre vuelve. Es un término que habría desterrar o dejar en desuso. Se suele interpretar que la calidad es gasto. Que los que vengan gasten mucho. Y yo me niego. La calidad también puede ser que el turista se comprometa con el destino social y ambientalmente, como un ciudadano más, con obligaciones y con derechos.

P: En las antípodas está el llamado “turismo de borrachera”, vinculado al abuso de alcohol y la aglomeración. ¿Esta crisis da la oportunidad de erradicarlo o reducirlo?

R: A mí no me gusta el término [de “turismo de borrachera”], aunque sí que es verdad que se han creado rutas de excesos. Creo que con los incivilizados cabe argüir la defensa del interés general y la ley. Este turismo no tendría que haber tenido tanto peso.

P: España no es sólo destino, es también país de turistas. Usted invita en su libro a un replanteamiento. ¿Deberíamos cambiar las expectativas como turistas?

R: Ahí tenemos una tarea de información, pedagogía, educación... Eso hay que trabajarlo como país y como sociedad, no sólo cada uno como turista. Hemos vivido años en que el viaje, el haber estado allí, daba un prestigio social, en conexión con un modelo de sociedad poco dado a la frugalidad. Que la fiesta no pare. Uno de los componentes era la capacidad de viaje. Se preguntaba: “¿Has ido a Bali?”. El otro respondía: “Sí, estuve”. Y le decían: “Pero supongo que habrás ido a tal sitio en Bali, ¿no? ¿No? ¡Pues tienes que ir!”. Ha habido una competición por el reconocimiento social basada en el viaje.

P: La crisis pone en cuestión la industria del vuelo y el low cost. ¿Cómo conciliar un turismo más sostenible con que no acabe siendo una actividad sólo para las capas más adineradas? low cost

R: Es interesante. Y difícil de responder. Habría que democratizar el turismo realmente. Hay que poner encima de la mesa un turismo con otras bases, con una dimensión social... El turismo no es un derecho universal, pero claro que hay que hacerlo lo más accesible posible, para que todo el mundo tenga opciones. El viaje, con todo lo bueno que tiene, no va a desaparecer, pero tiene que cambiar. ¿Cómo? No es fácil.

P: Su libro describe la insostenibilidad social y medioambiental del modelo de aviación turística mundial. Esa idea de que el mundo es un lugar pequeño, lleno de destinos al alcance de la mano, ¿conviene desterrarla?

R: Tenemos que pensar en la profundidad de nuestros viajes, no en la cantidad, ni en las millas. Sino en el tiempo para los demás, para nosotros mismos, para nuestras relaciones.

P: ¿Tiene sentido una línea área Madrid-Barcelona?

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P: Lo que no se puede es demonizar a quien lo plantea, porque eso significa que estamos lejos de avanzar en la racionalización de los viajes [Ada Colau ha reclamado la eliminación de este puente aéreo]. Si ante propuestas así, se reacciona con respuestas que denotan no sólo ignorancia, sino falta de tolerancia, vamos mal. Además, es que desde 2008 hay un reglamento comunitario que lo dice [“cuando existan problemas medioambientales graves, el Estado miembro responsable podrá limitar o negarse a ejercer los derechos de tráfico, especialmente cuando otros modos de transporte brindan un servicio satisfactorio”]. Claro que tenemos que tocar eso, y no dentro de diez años.

P: Hay debate abierto sobre el “recate del turismo” con dinero público. ¿Ve razonable una operación de salvación de Air Europa?

R: Habría que pensar en todas las implicaciones. Si se hace, porque haya elementos estratégicos en juego, tiene que ser con condicionalidad, obviamente. Habría que ver muy claras las condiciones ambientales y sociales de cualquier rescate.

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