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La aprobación de la tasa Tobin en la UE reportaría 50.000 millones anuales adicionales para el empleo, la sanidad y el clima

Hemiciclo del Parlamento Europeo.

Ludovic Lamant (Mediapart)

Es una consecuencia colateral del covid-19, tras el acuerdo alcanzado este verano en Bruselas sobre el plan de estímulo masivo: el impuesto a las transacciones financieras (ITF) en Europa vuelve a ocupar un lugar preeminente en la agenda, en una de sus versiones más ambiciosas. “Supondría 50.000 millones de euros anuales adicionales para el empleo, la sanidad y el clima”, quiere creer el eurodiputado Pierre Larrouturou, uno de sus más fervientes defensores en el Parlamento Europeo.

Chiara Putatoro, de Oxfam-Europa, añade: “La eventual aprobación del ITF se ha reforzado. Y entre los recursos propios que están sobre la mesa para alimentar el futuro presupuesto europeo, es el que podría aportar más dinero”. Mientras prosigue el pulso entre el Parlamento y el Consejo por el contenido del presupuesto europeo para los próximos siete años, algunos diputados europeos están convencidos de que la salida de la crisis puede resumirse en tres letras: un ITF, por fin. La Confederación Europea de Sindicatos (CES) y organizaciones de la sociedad civil tenían previsto llevar a cabo este miércoles una acción en Bruselas en defensa de un ITF ambicioso, en vísperas de una cumbre de líderes de la UE en la que el presupuesto volverá a estar en la agenda.

En una resolución adoptada el 16 de septiembre, los eurodiputados incluso adelantaron una fecha; piden que se aplique a partir del 1 de enero de 2024. “El Parlamento aboga por la introducción del ITF desde 2024 y esto es lo que se está impulsando en las negociaciones con Alemania”, que ocupa la Presidencia de turno de la UE hasta diciembre, confirma Valérie Hayer. Esta eurodiputada [francesa] de La República en Marcha (LREM) es ponente del Parlamento en un tema tan delicado como el de los “recursos propios”, esos impuestos que permiten a la UE financiar su presupuesto, con independencia de las contribuciones que los Estados se comprometan a pagar.

El ITF es sólo uno de los “recursos propios” que reclama el Parlamento, junto con el impuesto a los plásticos (a partir de 2021), el impuesto sobre el carbono en las fronteras y el impuesto a los gigantes digitales. Pero el ITF podría aportar bastante más que los 3-7 mil millones de impuestos anuales a los plásticos. Para el eurodiputado de Los Verdes (EELV) David Cormand: “Si tenemos que devolver parte del plan de estímulo acordado este verano [390.000 millones de euros en 30 años], y no obtenemos suficientes recursos propios, sólo hay dos opciones, o recortamos el presupuesto operativo de la UE o aumentamos las aportaciones de cada país”.

En Bruselas, el ITF es un asunto recurrente. Tras el estallido de la crisis financiera en 2008, la Comisión del conservador José Manuel Barroso propuso un impuesto en 2011 que debía generar, a partir de 2014, no menos de 57.000 millones de euros (0,1% sobre las acciones y los bonos y 0,01% sobre los derivados). En 2012, la oposición de algunas capitales, entre ellas Londres, dio lugar a una “cooperación reforzada”, es decir, un grupo reducido de una decena de Estados, entre ellos Alemania y Francia, partidarios de establecer lo antes posible una primera versión del ITF y de superar los vetos de unos y otros.

Pero desde entonces no se ha llegado a ningún acuerdo. Bajo la Presidencia de François Hollande, los franceses negociaron un ITF mínimo, mientras que, más tarde, los belgas rechazaron tasar los fondos de pensiones. En septiembre de 2018 se reanudaron las negociaciones técnicas, que condujeron a una declaración franco-alemana a finales de 2019. París y Berlín propusieron una versión muy edulcorada; sólo se gravarían las compras de acciones de grandes empresas con una capitalización bursátil superior a los 1.000 millones de euros, al 0,2%, mientras que las obligaciones, y sobre todo los productos derivados, quedarían exentas al gravamen. O lo que es lo mismo, 3.500 millones anuales, muy lejos de las ambiciones originales.

En julio de 2020, 69 diputados del Parlamento Europeo (de un total de 751) fueron noticia por cuestionar a París y Berlín “por su falta de ambición”. “El actual acuerdo sobre el ITF simplemente no es suficiente. Nunca lo ha sido, pero en estos tiempos de coronavirus, una respuesta tan tibia simplemente no está a la altura de la tarea que se ha de llevar a cabo y sólo podría verse como una falta flagrante de liderazgo”.

Mediapart (socio editorial de infoLibre) ha tenido acceso a una carta enviada por el Ministro de Economía de Austria a sus homólogos en la cooperación reforzada en materia del ITF. En dicha misiva, fechada el 22 de enero de 2020, el conservador Gernot Blümel aboga por el establecimiento de un gravamen a todos los productos financieros, pide volver al espíritu original de la propuesta de directiva de 2011 y ataca abiertamente la falta de ambición de Francia: “Cerca del 99% de las transacciones sobre los productos financieros no estarían gravadas [...]. Por todas estas razones, no puedo apoyar un ITF calcado al ITF actualmente en vigor en Francia”.

Según nuestras informaciones, no sólo Austria, sino también Italia y Portugal abogan por un ITF más ambicioso, a diferencia de Francia. Este año Viena ha amenazado con abandonar el grupo de cooperación reforzada debido a la suma de desacuerdos.

En Francia se asume esta estrategia, presentada como “una solución realista a corto plazo para obtener un acuerdo unánime, dada la reticencia de muchos países”. “La experiencia de los últimos diez años muestra que impulsar una propuesta con una base muy amplia está condenada al fracaso a corto plazo. Es la mejor manera de mantener las negociaciones durante los próximos años. No tenemos tiempo, tenemos que movernos rápidamente y Francia está lista para hacerlo”, dicen en el Ministerio francés de Economía.

Para la oposición francesa, estamos ante la evidencia, una vez más, de la proximidad del Ministerio a los grandes bancos franceses –en resumen, la toma de decisiones políticas es "rehén" de los intereses del sector financiero–. Pero algunos diputados quieren creer, una vez más, que esta posición francesa puede cambiar, como reacción a la gravedad de la crisis postcovid. “Angela Merkel se movió en mayo sobre la deuda común de 500.000 millones de euros, tuvo coraje político. Emmanuel Macron debe tener el mismo coraje en estos momentos”, en el ITF, opina Pierre Larrouturou.

¿Puede saltar el cerrojo del Ministerio francés de Economía? Al frente de las negociaciones, la ponente Valérie Hayer, diputada del LREM, se mantiene cautelosa: “Parece existir la voluntad política de llegar a un acuerdo satisfactorio sobre el ITF, pero también observo que hace diez años que los Estados miembros lo debaten, en una cooperación reforzada, y que sigue sin haber acuerdo”. Advierte de que considerará el progreso en las negociaciones con el Consejo sobre los seis recursos propios, sin hacer del ITF una línea roja particular.

Para la eurodiputada Manon Aubry (LFI), copresidenta del grupo Izquierda Unida Europea (GUE), el asunto ya está resuelto: “El ITF está a punto de ser historia por el bloqueo de Francia”. Cuenta con un acuerdo de mínimos en el que el Consejo se compromete a unos pocos recursos propios (entre ellos los plásticos y lo digital). “El Parlamento es codecisor del presupuesto, así que, en teoría, es posible conseguir muchas cosas. Y es aún más frustrante porque por una vez hay muchos puntos en los que estamos de acuerdo, en un espectro político que va desde la GUE hasta el PPE [la derecha, mayoritario en el Parlamento]”, añade. Este jueves y viernes, el Consejo Europeo debería ayudar a disipar las últimas esperanzas de algunos o contradecir los malos augurios de otros.

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Traducción: Mariola Moreno

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