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Crisis del coronavirus

#Elúltimoconcierto: las salas se organizan ante el peligro de extinción

La sala Pícaro en Toledo intervenida con la campaña de El último concierto

Como si de una esquela se tratase muchas de las salas de conciertos han intervenido sus fachadas desde hace varias semanas con un fondo negro y un interrogante precedido por la pregunta que se hacen muchas de las personas que les han dado vida: "¿El último concierto?". Los mensajes de vecinos, clientes y amigos no tardaron en llegar al ver ese mensaje. Carmen Zapata, de la asociación de salas de catalanas ASACC, señala: “La gente nos escribía por redes sociales “¡No! ¿cómo puede ser? No pueden cerrar’”.

Pero la realidad es que sí que pueden hacerlo, de hecho 70 salas de las 85 que acoge (ASACC) podrían desaparecer el próximo diciembre según los cálculos de los organizadores de esta campaña, que nació en la asociación catalana y a la que se sumaron la Asociación de Estatal de Salas de Música en Directo (ACCES), Aragón en Vivo, Kultura Live y La Noche en Vivo. Este jueves, el sector respiró de alivio después de que la Generalitat anunciara que las salas podrían abrir este lunes con una serie de limitaciones.

Desde que comenzó la pandemia del covid-19 más del 90% de las salas de conciertos en España han permanecido cerradas, sin obtener prácticamente ningún ingreso pero teniendo que pagar todos los gastos fijos, desde alquiler hasta cuotas de incendios. Según los datos de la campaña, un total de 25.000 conciertos han sido cancelados o aplazados, esperando siempre que la situación mejorase. Ángel Viejo, propietario de la Sala Galileo Galilei en Madrid desde hace 35 años, relata: “Desde que cerramos he estado en contacto con los artistas, tratando de buscar nuevas fechas pero cada semana hay que volver a hacerlo”.

"Las ayudas van a llegar tarde y van a ser insuficientes"

La situación económica es cada vez más difícil. Carmen Zapata afirma que desde las asociaciones han calculado que las pérdidas están siendo de 65 millones de euros solo en las salas catalanas, alrededor de 125 millones en todo el Estado. Respecto a la respuesta institucional, Armando Ruah, coordinador ACCES que asocia a la gran mayoría de salas del país, explica que hay un “desequilibrio tremendo entre unas comunidades autónomas y otras”, lo que complica mucho el asunto porque tienen que “tocar en cada una de las puertas de las comunidades”. El empresario señala que hay autonomías en las que se da una preocupación y un seguimiento y otras en las que es prácticamente inexistente.

Javier Olmedo, de la asociación madrileña La Noche en Vivo, cuenta que han estado en continuo contacto desde abril tanto con el Área de Cultura del Ayuntamiento como con la Consejería de Cultura de la Comunidad. En el caso de las salas de Cataluña el Ayuntamiento de Barcelona abrió dos líneas de ayudas covid-19 y la Generalitat ha abierto una tercera. Sin embargo, prácticamente ninguna de estas ayudas ha llegado. Ruah, Olmedo y Zapata coinciden en que las ayudas “van a llegar tarde y van a ser insuficientes”. Puede que para ese momento algunas de las salas hayan tenido que cerrar, como ya ha pasado con 14 en toda España.

Alba López Gijón, propietaria de la Sala Meteoro en Barcelona, que iba a celebrar su segundo aniversario con un sold out en el que participaban bandas de otros países europeos una semana antes del inicio de la pandemia, cuenta que ha recibido una pequeña ayuda del Institut Català de les Empreses Culturals (ICEC) que depende de la Generalitat pero estas “solo te permiten respirar una semana”.

El último concierto: una llamada de atención

Meteoro es una de las salas que cuenta con esa “esquela” de #Elúltimoconcierto. Esta acción reivindicativa en la que han participado aproximadamente 70 salas busca según los organizadores “dar un toque de atención” tanto a las instituciones como a la gente sobre la dura situación que atraviesan estos espacios, sobre la posibilidad de no poder volver a encender las luces.

La última acción programada fue un evento online en el que participaron artistas que han crecido en estos espacios, como Carolina Durante, Ladilla Rusa, Green Valley, Marta Hammond o Luis Ramiro. El evento tuvo muy buena acogida en redes y el público respondió a la llamada según cuentan sus organizadores. El último concierto fue acorde a lo que se estaba mostrando con estas fachadas negras por lo que no fue un concierto “al uso”. Reinaba el silencio, los artistas y trabajadores se encontraban ante una sala completamente vacía en la que no había nadie coreando las canciones.

 

Las salas que han participado se reparten por todo el Estado, desde grandes ciudades como Madrid o Barcelona hasta municipios más pequeños como Sabiñánigo (Huesca), pasando por Albacete, Zaragoza o Bizkaia. Igual de variada es su localización, como lo es su música. Sidecar, Razzmataz, Libertad 8, La bóveda del Albergue, Café Berlín, Sirocco, o Luz de Gas son nombres que todas aquellas personas que suelen asistir a conciertos de música en vivo tienen grabados en la memoria.

Desgaste emocional

Javier Olmedo habla de “casi dos millones de espectadores al año de las salas madrileñas” que están ahora mismo echando de menos tener la posibilidad de vivir la experiencia de ver música en directo, y están haciendo llegar ese cariño a las personas que llevan estos espacios. Un cariño que se agradece, ya que tanto Alba López como Ángel Viejo coinciden en que no es solo la parte económica sino también la emocional la que están sufriendo al ver sus negocios cerrados.

“La gente que trabaja conmigo ahora está perdida, llevamos 35 años y solo cerrábamos el día de Nochebuena. Ahora llevamos casi 9 meses”, cuenta Viejo, quien espera poder empezar cuanto antes a retomar parte de la actividad. López por su parte está empezando a plantearse otros escenarios, ya que no cree que la vuelta a la antigua normalidad vaya a llegar pronto: “Quizá alquilarlo por un precio simbólico como sala de ensayos, aunque no obtenga grandes beneficios prefiero ver que las luces se encienden para algo, porque cada vez que lo veo así me da una pena terrible”.

 

"No hay que dejar que se cierre una sala y aparezca un McDonald's"

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Perder las salas de conciertos supondría perder “parte del tejido sociocultural de las ciudades que ha tardado tanto y ha sido tan difícil de construir, hay salas que llevan 30 o 40 años”, señala Javier Olmedo. Otra de las problemáticas que tendría el cierre de las salas de conciertos es que “es muy complicado que si una sala de conciertos cierra vuelva a abrir como tal, hay que ser un amante de la música en directo para meterte en esto. Y son habas contadas”.

Luis Ramiro, uno de los músicos que colabora en la iniciativa, afirma que “no hay que dejar caer a las salas pequeñas, ahí es de donde salen los grandes artistas”. Las salas de conciertos en España tienen una media de 20 años, si se cerraran “se perderían cosas que no se pueden recuperar, hay sitios que tienen una historia en sus paredes. No hay que dejar que se cierre una sala y aparezca un McDonald's”.

Armando Ruah recuerda que las salas de conciertos son las que permiten que haya "diversidad": "sino hubiese salas todos los artistas saldrían de programas de televisión y serían productos hechos a medida por las discográficas". Estos espacios dan cabida a todo tipo de espectáculos y son también “un punto de encuentro” que si desaparece va a suponer el “empobrecimiento cultural de muchas ciudades”. Carmen Zapata lo tiene claro: “Los espectáculos son parte de la cura que vamos a necesitar tras la pandemia y hay que recuperarlos cuanto antes aunque sea con las medidas sanitarias”.

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