Violencia de género
Día contra la Violencia Machista: las medidas pendientes para acabar con un "problema de dimensiones epidémicas" que se cobra 60 vidas al año
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Hace dos décadas los medios de comunicación no hablaban de violencia de género. Tampoco podían ofrecer al detalle el número de vidas que la violencia machista segaba a su paso. Hace apenas dos décadas los informativos se hacían eco de algo llamado violencia doméstica y recurrían a recuentos propios o a los elaborados por organizaciones especializadas para dimensionar el problema. No existían estadísticas oficiales, ni estudios, ni información, ni tampoco leyes integrales. A día de hoy, la lucha contra la violencia de género avanza con paso firme, pero terminar con todo el entramado cultural y social que sostiene al machismo se antoja todavía difícil. Este miércoles 25N se conmemora el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, en un año especialmente complejo para las víctimas y con el peso de sesenta femicidios de media cada año, desde que hace dieciocho las víctimas mortales entraron en los recuentos oficiales.
infoLibre habla con juristas, activistas y expertos en violencia sobre las mujeres para analizar el escenario actual y reflexionar sobre los instrumentos necesarios para caminar hacia un futuro equitativo, también para la mitad de la población.
La Macroencuesta sobre Violencia de Género, publicada el pasado mes de septiembre, da cuenta del arraigo de la violencia, pero también de su capacidad de adaptación y de su virulencia. Tanto es así que más de la mitad de las mujeres reconocen haber sufrido violencia en alguna de sus expresiones: el 57,3% de las mujeres encuestadas así lo señala.
La principal herramienta para erradicar la violencia machista tiene nombre: Pacto de Estado contra la Violencia de Género. Según expuso la diputada socialista Lídia Guinart el pasado 6 de noviembre, en la Comisión de Igualdad del Congreso, el pacto estatal "avanza de manera decidida en su ejecución" y de hecho "del total de medidas que comprende un 82,5% o ya están cumplidas o están en proceso". El acuerdo, firmado en septiembre de 2017, se dará por finalizado el próximo año. El Gobierno ha anunciado su renovación, con el objetivo de mantener una "lucha decidida" contra la violencia, y ha insistido en su institucionalización a través de una Estrategia Nacional contra la Violencia Machista.
"El Pacto de Estado fue un punto de inflexión y supuso un antes y un después en la lucha contra la violencia machista ejercidas en el ámbito de la pareja o de las parejas", señalaba Victoria Rosell, actual delegada del Gobierno contra la Violencia de Género, en la Comisión de Igualdad. Sin embargo, completaba, "es verdad que, para ser sinceras, hay deficiencias: no se habla a los hombres, no se habla a los adolescentes, no se habla a los niños y no se recogen los otros tipos de violencias machistas que, para nosotras, son fundamentales".
Miguel Lorente estuvo al frente de la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género entre 2008 y 2011. De aquella experiencia se fraguó una vocación que hoy expresa a través de artículos, charlas y seminarios. "Si yo tuviera que abordar la situación, primero trataría de definir cuál es", reflexiona. Y esa situación actual, ese punto de partida, "viene definida por el machismo como un sistema de poder" en el que la mujer no es más que "un elemento inferior, necesario para soportar ese sistema". Dentro de esa estructura, la violencia de género emerge como elemento clave para "mantener las cosas en su sitio". Ocurre, respecto a esa violencia sistémica, que "la mayoría no se denuncia, no se conoce, pero al mismo tiempo esa violencia desconocida sí está en lugares donde podría ser detectada".
Detectar y prevenir
La "detección proactiva y universal" es a juicio del también médico forense la primera medida que hay que impulsar desde el plano institucional. Lo cierto es que el Pacto de Estado contra la Violencia de Género trabaja arduamente en esa tarea, pero la consecución de resultados es siempre tangible. "El machismo no juega sólo con el uso de la fuerza física, sino también con el poder: cuenta con toda una estructura para, a través de la desigualdad y el abuso, dominar y controlar a las mujeres". De ahí que la detección habría de plantearse como "un cribado universal", no sólo entre las mujeres que presenten síntomas compatibles con el maltrato, sino también para aquellas que lo sufren pese a la invisibilidad de sus secuelas. "Esa violencia, que existe aunque no la veamos, está generando un impacto sobre la salud de las mujeres".
Educación y sensibilización, también para ellos
En la línea de la prevención, el médico forense se detiene en la educación y la sensibilización, a su juicio "la otra gran medida". Lorente recuerda que "el machismo se caracteriza por la normalidad, no sólo por la existencia de una amenaza". Esto hace que la ciudadanía "no perciba un riesgo", sino que encaje los femicidios como actos de excepción por parte de "un chalado, un loco". Derribar esa normalización se consigue con una única fórmula: la educación.
Que la lucha contra la violencia de género entre en las escuelas forma parte de la carrera de fondo para terminar con ella. La reforma educativa incluye la coeducación, la educación afectivo-sexual y la perspectiva de género como pilares irrenunciables en la enseñanza, pero encajar de forma transversal planes contra la violencia machista en las aulas sigue siendo una tarea pendiente. Además, recuerda el experto, urge involucrar de manera decidida a los hombres. Son necesarias "medidas dirigidas a los hombres para eliminar esa falsa neutralidad", con el objetivo de evitar que ellos continúen "usando su posición de poder para seguir ejerciendo violencia".
En esa tarea de sensibilización, Miguel Lorente cree importante expresar un "rechazo manifiesto, constante y reiterado a todo mensaje que lanza la ultraderecha con esa ocultación de la violencia de género". "El problema de los hombres es su pasividad y la facilidad con la que aceptan el lenguaje machista" en lo relativo a cuestiones como las denuncias falsas. Esta realidad "confronta con la percepción de las mujeres y el cambio social" protagonizado por ellas. Conviene, por tanto, "facilitar canales de información" que permitan a los hombres "romper con los estereotipos".
Sexualidad, más allá de la violencia
En la esfera de la educación introduce Julia Cámara el necesario cambio discursivo en torno a la sexualidad. La activista feminista cree fundamental revisar "el modo en que se educa en la sexualidad y se habla públicamente de ella". Si bien es cierto que ha ganado presencia en la agenda pública, todavía a día de hoy "se aborda más desde el miedo, desde el peligro de la sexualidad.
Es, a su entender, "urgente y necesario un discurso desde el deseo, desde el autoconocimiento que también permite detectar qué relaciones son sanas y qué prácticas son dañinas". La activista coincide también en este punto en incluir a los varones: ellos deben ser "capaces de reconocer las prácticas asimiladas por parte de la masculinidad hegemónica y que son violentas". Esta manera de resignificar la sexualidad debería, en su opinión, germinar en las aulas "desde la primera infancia" pero también en el "discurso público", especialmente ahora, a las puertas de una ley de libertad sexual.
Derechos básicos: vivienda
Julia Cámara asume toda medida contra la violencia no como una herramienta aislada, sino como parte de un conjunto de políticas públicas. Se suele abordar, argumenta, la violencia machista "como si no estuviera interconectada al resto de problemas sociales". Ahora, con una crisis sanitaria, económica y social de por medio, es evidente que no es así. "Se está hablando mucho del derecho a la vivienda, para mí eso es central", reconoce la activista.
Garantizar el derecho a una vivienda digna concede a las mujeres maltratadas un espacio propio al margen de la violencia, una puerta de salida. La pandemia ha mostrado de manera clara cómo uno de los principales problemas en las relaciones de violencia está en la convivencia con los maltratadores y el aislamiento de las víctimas. "Estamos viendo, pese a la propaganda de los gobiernos, que no se están parando los desahucios", denuncia la activista. Abordar este problema desde una óptica feminista es clave en la lucha contra la violencia.
Judicatura: recursos y formación
Lucía Avilés, magistrada y cofundadora de la asociación Mujeres Juezas, habla desde la experiencia acerca de las fallas dentro del sistema judicial, piedra angular en la lucha contra la violencia. "La primera medida y fundamental, sin la que el resto no se puede poner en marcha, es la dotación de medios materiales y personales a los juzgados", dice en conversación con este diario. "No se entiende cómo de los tres poderes, el judicial es el que menos cuidado está". Esa falta de cuidado, esgrime la jurista, tiene un "impacto directo en las víctimas que sufren de esta manera el colapso de los juzgados, la falta de medios, les afecta en su derecho al acceso a la justicia".
Esa dotación pasa por la creación de más juzgados especializados, pero también por la implantación de "instalaciones judiciales dignas" y por una "adecuada asistencia a las víctimas" para evitar que declaren "en despachos que nadie está ocupando" o en salas no pensadas para tal propósito. "Parece que es una reivindicación en beneficio propio, pero en realidad se está cercenando el derecho de las mujeres y sus hijos".
Avilés recuerda, asimismo, la importancia de "abrir una sólida reflexión para la adecuada adaptación del ordenamiento jurídico al Convenio de Estambul". Una tarea que atraviesa también al pacto estatal. "Hay que dar salida y cobertura específica" a las víctimas de otras formas de violencia de género, algo que se empieza a hacer en materia de violencia sexual, aunque sin resolver cuestiones como "los juzgados que se encargarán" de darles cobertura. El Grupo de Expertos en la Lucha contra la Violencia contra la Mujer y la Violencia Doméstica (GREVIO) ha evaluado este miércoles las políticas españolas, mediante la publicación de un informe en el que elogia los esfuerzos institucionales, pero expresa su preocupación "por el hecho de que los servicios integrales de apoyo a las víctimas y la cooperación interinstitucional se hayan concentrado exclusivamente en la violencia en la pareja en detrimento de otras formas de violencia".
La formación es igualmente una medida clave. El Gobierno y el pacto estatal insisten en ello, pero todavía hay grietas que impiden su absoluta consolidación. Avilés recuerda que todo el entramado judicial –fiscalía, judicatura, funcionariado, abogacía...– debe contar con formación en materia de género. Y esta debe ser "obligatoria, transversal y periódica para garantizar en todo momento formación actualizada que les permita usar todas las herramientas del ordenamiento jurídico para dar solución a todas las situaciones que requieren perspectiva de género".
Acabar con el síndrome de alienación parental
Es la formación elemento clave para terminar con otro de los grandes lastres en la lucha contra la violencia machista: el síndrome de alienación parental (SAP). Se trata de una manera de "ejercer violencia a través de los hijos", lamenta Julia Cámara. "Esto tiene que desaparecer y dejar de aplicarse porque genera situaciones de tortura real, física y psicológica". No obstante, el principal problema que acarrea tiene que ver con que su aplicación depende "de la voluntad del juez que decida al respecto", una cuestión sensible teniendo en cuanta la "falta absoluta de formación en la judicatura".
En octubre del presente año, la ministra de Igualdad, Irene Montero, anunciaba su intención de acabar con la aplicación del SAP. Su cartera trabaja, según señaló, junto a Justicia y la Vicepresidencia de Derechos Sociales para desarrollar "todas las medidas necesarias" contra el llamado síndrome como parte de los dictámenes judiciales.
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La otra pandemia
Si el momento actual de pandemia ha hecho saltar las alarmas de todo el mundo, el movimiento feminista recalca que el machismo, junto a la violencia que emana de él, es la verdadera pandemia. Lo dijo la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) hace más de un lustro: la violencia de género es "un problema de salud global de proporciones epidémicas".
"Tiene una dimensión global y evoluciona con el tiempo", recalca Miguel Lorente, recuperando la analogía. "La pandemia se va a acabar, pero no hay vacuna contra el machismo". Aunque sí hay pequeños pasos: "Mascarilla, entendida como educación y concienciación. Lavado de manos, es decir: denuncia, separación y actuación para salir de la violencia. Y distancia social, en forma de conciencia crítica, distancia frente al discurso machista".