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Ursula von der Leyen, en el ojo del huracán por el fiasco de las vacunas

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, en el Parlamento Europeo.

Ludovic Lamant (Mediapart)

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El belga Philippe Lamberts, a la cabeza del grupo Los Verdes en el Parlamento Europeo, se molesta cuando se le pregunta si Ursula von der Leyen debería dimitir. “Cuando leo algunos comentarios en la prensa, me parece que hay un prejuicio sexista. Se la describe como una control freak [maniaca del control], incapaz de delegar. Sin embargo, cuando un hombre hace eso, alaban sus cualidades de liderazgo. No me gustan esas críticas”. E insiste: “Ha cometido errores de gestión, pero no criticamos por criticar. Cuando algunos Estados miembros tienen dificultades organizativas para distribuir la vacuna o cuando los laboratorios no cumplen con sus obligaciones contractuales, la responsabilidad debe recaer en la Comisión, y en Ursula von der Leyen, a tenor del debate público de algunos Estados miembros”.

Elegida para sorpresa general para dirigir el Ejecutivo europeo en el verano de 2019, la exministra de Defensa alemana, cercana a Angela Merkel, vive su momento más convulso. Qué lejos queda ese día de finales de diciembre cuando las primeras dosis de vacuna estaban a punto de ser administradas en Europa y Ursula von der Leyen se felicitaba por un “momento emocionante de unidad”.

Los retrasos en la entrega de vacunas, llegadas a principios de enero, lo han cambiado todo: Europa se esfuerza por demostrar a sus ciudadanos que su estrategia de compras agrupadas, en nombre de los 27 Estados miembros, resulta más pertinente que hacerlo en forma individual, si los Estados miembros hubieran negociado cada uno con los laboratorios. Se enfrenta a la pregunta esencial de si hay algún valor añadido en el trabajo conjunto.

La eurodiputada francesa Manon Aubry (Francia Insumisa), que es partidaria de que las negociaciones se lleven a cabo a 27, critica a la actual Comisión: “Ha cedido ante las empresas farmacéuticas. Aceptó pagar por adelantado a los laboratorios antes de conocerse los resultados de sus investigaciones. Ha dejado que los laboratorios, que ni siquiera respetan las condiciones establecidas, impongan condiciones. ¿Y al final se quedan con la propiedad intelectual de las patentes? Se burlan de nosotros tres veces, cuatro veces, cinco veces...”.

Falta de transparencia, lentitud de las negociaciones de los 27, contratos sesgados a favor de la industria, sobre todo en la cuestión de la responsabilidad, gestión autoritaria de la crisis, etc. “La opinión pública observa que sobre el terreno la situación es complicada, que además no hay derecho a ver los contratos y que todo esto se hace con nuestro dinero”, añade el eurodiputado ecologista David Cormand. “Por eso es urgente hacer públicos todos los contratos. Pero von der Leyen también ha hecho lo mejor que se podía hacer para evitar la competencia entre los países de la UE. Nos quejamos ahora de las consecuencias mientras apoyamos lo que las causa”.

Líderes de dos países, en particular, han adoptado una postura firme contra la gestión de la presidenta de la Comisión. En Alemania, en primer lugar, donde la campaña para las elecciones federales de septiembre tensa ya las posiciones en el seno de la coalición. Criticarla también equivale a tomar distancias de la línea de Angela Merkel con respecto a la crisis sanitaria.

“Si la Comisión nos hubiera pedido más dinero, habríamos dado el necesario”, ha declarado el ministro de Economía, Olaf Scholz, candidato de los socialdemócratas (SPD, muy proeuropeo). Según Bild, el mismo Scholz habría calificado el plan de la Comisión de “auténtica mierda” durante una reunión del Consejo de Ministros. Por su parte, Markus Söder, jefe de los conservadores bávaros y uno de los favoritos para convertirse en el candidato de la CDU-CSU a la cancillería, arremetió contra los “procedimientos burocráticos típicamente europeos”, añadiendo que “se ha subestimado gravemente la gravedad de la situación”.

Mientras que el debate es bastante tibio en Francia, las críticas más duras proceden del Reino Unido, donde los partidarios del Brexit lo ven como una confirmación de que su país irá mejor por su cuenta y sin la UE. En diciembre, cuando el Reino Unido se convirtió en el primer país del mundo en autorizar la vacuna de Pfizer-BioNTech, Gavin Williamson, secretario de Estado de Educación, dijo a los europeos: “Somos un país mucho mejor que cualquiera de ellos”.

El clima se deterioraba aún más el viernes, cuando se presentó un “mecanismo de transparencia y autorización para las exportaciones” de vacunas fuera de la UE. En vigor desde el pasado sábado, este mecanismo prevé el bloqueo de las exportaciones de vacunas a países fuera de la UE si los laboratorios que las producen en suelo europeo no han respetado, inicialmente, sus compromisos de entrega a la Unión.

Algunos, como Jean-Claude Juncker, predecesor de Ursula von der Leyen, han visto este gesto como una señal de peligroso “proteccionismo vacunal”. El luxemburgués consideró necesario salir a la palestra: “Me opongo tajantemente a que la Unión Europea dé la impresión de que sólo se ocupa de nosotros y que el sufrimiento de otras poblaciones, especialmente en los países y continentes más pobres, no nos concierne”.

Sin embargo, el mecanismo prevé una lista de exenciones que beneficia a 92 países, o bien vecinos de Europa o porque están entre los más pobres. “La comunicación de la Comisión es deplorable”, lamenta una fuente de la institución. “Pasa por nacionalismo, mientras nos olvidamos de señalar que estadounidenses y británicos han obtenido cláusulas de exclusividad en los contratos, según las cuales las vacunas producidas en Estados Unidos se quedan en Estados Unidos. Ese no ha sido nuestro enfoque”.

El “accidente” del artículo 16 no ha ayudado; la primera versión del reglamento presentada el pasado viernes equivalía a restablecer una frontera física entre Irlanda e Irlanda del Norte, en definitiva, a dar marcha atrás en uno de los logros más delicados de las negociaciones del Brexit, que corría el riesgo de desestabilizar el equilibrio de la isla... Un error importante, que tensó aún más las relaciones con Londres, pero también con Dublín, y del que la presidente de la Comisión asumió “toda la responsabilidad”. El pasaje fue eliminado el viernes por la noche, pero el daño ya estaba hecho: la impresión de una presidenta que decide sola con su equipo cercano, mediante reglamentos de emergencia, sin consultar a los Estados ni a los comisarios de su equipo, con el riesgo de llevar a Europa al paredón, en un momento crucial de la gestión de la pandemia. “Sólo el Papa es infalible”, se aventuró a decir el portavoz de la Comisión, el francés Eric Mamer, a riesgo de suscitar más críticas.

Ante el incendio que se avecina, Ursula von der Leyen trabajaba duro la semana pasada, multiplicando las entrevistas entonando el mea culpa con periodistas de distintos medios: “Cuando se toman decisiones en una emergencia, siempre existe el riesgo de equivocarse en algo” (Le Monde) y el viernes: “Subestimamos las dificultades de la vacunación”, La Croix). También se reunió con los grupos parlamentarios mayoritarios de la Cámara para justificar su estrategia. Sandra Gallina, la principal negociadora de contratos de la Comisión, también compareció ante un grupo de eurodiputados para defender su balance.

Una investigación de Mediapart (socio editorial de infoLibre), demuestra que a menudo las responsabilidades son compartidas con los Estados miembros. Por ejemplo, el Ejecutivo de Bruselas heredó el contrato negociado con AstraZeneca por un grupo de cuatro países, entre ellos Alemania y Francia, en la primavera de 2020. La voluntad de los franceses –que lo niegan–de mantener Sanofi en el cesto de vacunas europeas se revela hoy con importantes consecuencias. Lo que ahora está en cuestión es un modelo económico más amplio, favorable a algunos importantes laboratorios.

En Bruselas, el recuerdo del estallido de la crisis griega, y de una Europa cuya existencia está amenazada, está todavía vivo en las memorias. En un análisis publicado por el semanario británico New Statesman, el exministro griego Yanis Varoufakis relaciona ambos momentos. Fustiga la opacidad de las discusiones, así como los efectos perversos de la pareja franco-alemana como pilares de Europa: “Los numerosos defectos de la UE están ligados a un malestar más profundo, un malestar que la crisis del euro puso de manifiesto y que la pandemia está exacerbando en estos momentos. ¿Qué malestar? La increíble inmunidad de la UE cuando debe hacer frente a la más mínima dosis de democracia”.

Más allá de la gestión de la crisis de las próximas semanas, Ursula von der Leyen se juega así la credibilidad de Europa en materia sanitaria. En noviembre de 2020, la institución presentó su proyecto Europa de la Salud, una forma de hacer permanentes las competencias en materia de salud que la Comisión recuperó en plena pandemia de Covid. "Hay que recordar que la primavera pasada nos hicimos con una tierra ignota, una competencia que hasta entonces había estado totalmente en manos de los Estados. Pero ¿quién sabe si podremos conservarla?”, se pregunta una fuente de la Comisión. Si Ursula von der Leyen no consigue apagar las críticas a su gestión de la crisis, probablemente será difícil que la UE consolide estas competencias para las próximas pandemias.

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Traducción: Mariola Moreno

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