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Desafíos actuales a la educación

Un familiar lleva de la mano a dos alumnos de un colegio de Aluche, en Madrid.

Las personas que nos dedicamos a la educación tendemos a instalarnos cómodamente en el presente y a dar respuestas del pasado a los grandes problemas de nuestro tiempo sin ser conscientes de que cuando nos sabíamos todas las respuestas nos cambiaron las preguntas. Se apodera de nosotros la pereza para adaptarnos a los cambios y responder a los desafíos de cada momento histórico. Nos sentimos más cómodos en nuestra época de estudiantes que en la actual de docentes, y los estudiantes se sienten más cómodos reproduciendo lo transmitido por los profesores que pensando por su cuenta. Existe una estrechez de miras que se centra en el pasado, se instala en el presente y carece de horizontes de futuro.

De esa manera corremos el peligro de tornar intemporales e irrelevantes los saberes y conocimientos que transmitimos. Si queremos que dichos saberes tengan significación histórica y acompañen a los procesos de cambio socio-cultural con un mensaje ético liberador, una intención emancipatoria y una clara pretensión descolonizadora, debemos estar atentos a las nuevas preguntas y a los nuevos desafíos.

Sin ánimo de ser exhaustivo, ofrezco algunos de los desafíos importantes a tener en cuenta en la educación, analizados dialécticamente, y la respuesta que esta puede aportar:

- La pobreza estructural y la creciente desigualdad, que constituyen “el mal común” y dan lugar al Estado de malestar, y los movimientos de lucha contra la pobreza. A dicho desafío debe responder una educación no elitista como privilegio de un sector de la sociedad, sino una educación para el bien común y el bienestar de quienes viven en una situación crónica de malestar; una educación que fomente los valores de la ética pública.

- La crisis y el letargo de la democracia, sometida a la dictadura de los mercados, por una parte, y los movimientos de despertar de la democracia participativa en lucha contra el totalitarismo económico, por otra. A dicho desafío debe responder una educación no directiva, ni vertical, ni autoritaria, sino participativa, en la que intervengan todos los sectores implicados en ella.

- La globalización neoliberal excluyente, la globalización posliberal y contrahegemónica y los movimientos alterglobalizadores. La respuesta debe ser una educación contra-hegemónica, contra-sistémica.

- La pervivencia del patriarcado, en alianza con otros sistemas de dominación, las discriminaciones de género que desembocan en violencia contra las mujeres, y la alternativa que proponen de los diferentes feminismos, tanto los occidentales como los periféricos. La respuesta es una educación que fomente la igualdad y la justicia de género, contribuya a eliminar el sexismo, la LGTBIQfobia y la violencia de género, y a construir una comunidad fraterno-sororal.

- La depredación de la naturaleza, que desemboca en eco-cidio, y la nueva conciencia ecológica que da lugar al paradigma holístico eco-humano. La respuesta es una educación ecológica que respete y defienda la dignidad y los derechos de la Tierra con la misma radicalidad que la dignidad y los derechos de los seres humanos.

- El armamentismo, el terrorismo global y la alternativa de la construcción de una cultura de paz. La respuesta es una educación que fomente una cultura de la paz basada en la justicia.

- El choque de civilizaciones, la diversidad cultural y el diálogo simétrico entre cosmovisiones, culturas y saberes. La respuesta es una educación que fomente el diálogo intercultural simétrico, sin jerarquías culturales apriorísticas.

- La proliferación y el fortalecimiento del fascismo social, el debilitamiento de los procesos democráticos y, como alternativa, en palabras de Boaventura de Sousa Santos, la democratización de la democracia. La respuesta es una educación en la democracia participativa y crítica en todos los campos del saber y del quehacer humano: familiar, político, económico, educativo, laboral, etc.

- El imperialismo cultural y el racismo epistemológico, que desemboca en epistemi-cidio, y la reconstrucción cultural como alternativa. La respuesta es una educación interétnica que reconozca y respete las identidades de las culturas originarias.

- La mercantilización de la vida, la cosificación del ser humano, la depredación de la naturaleza y la des-mercantilización de las relaciones humanas y de las relaciones de los seres humanos con la naturaleza. La respuesta es una educación no mercantil, ni bancaria, sino liberadora, siguiendo el imperativo categórico formulado por Kant, que considera al ser humano como fin y nunca como medio, y la “Pedagogía del Oprimido” desarrollada por el teórico y educador popular Paulo Freire, que lleva a pasar de una conciencia pasiva, mítica y acrítica a una conciencia activa, crítica y transformadora.

- Los fundamentalismos religiosos, el pluriverso religioso y el diálogo entre religiones y espiritualidades. La respuesta es una educación que evite el choque de religiones y fomente el diálogo interreligioso.

- La cultura de los derechos humanos, formulada en la Declaración de las Naciones Unidas de 1948 y asumida formalmente por todos los países, pero también su sistemática transgresión incluso por parte de los organismos cuya función es velar por su cumplimiento. La respuesta es una educación en los derechos humanos y la igual dignidad de todas las personas, pero no en abstracto y de manera retórica, sino prestando especial atención a las personas y colectivos sociales a quienes se les niega de facto y sistemáticamente.

- Las diferentes formas de increencia religiosa –ateísmo, agnosticismo, indiferencia religiosa–, la idolatría y el despertar de las religiones, con frecuencia patológico en sus formas de intolerancia, fanatismo e integrismo. La respuesta es una educación respetuosa tanto de las creencias como de las increencias y crítica de las diferentes formas de intolerancia.

- La posmodernidad, bajo el signo de la liquidez, y la teoría de la complejidad como alternativa. La respuesta es una educación no dogmática, no confesional, no enrocada en imposibles certidumbres, interrogativa, en actitud de búsqueda, abierta a la duda y en diálogo con otros saberes.

- Las migraciones y sus respuestas: una, la xenofobia y el racismo como rechazo al otro, a la otra, al diferente; otra, la hospitalidad y la acogida como actitud ética. La respuesta es una educación que reconozca la alteridad y practique la hospitalidad.

- La injusticia cognitiva global y la justicia cognitiva alter-globalizadora. La respuesta es una educación pluralista que fomente el diálogo simétrico de saberes.

- El colonialismo y las distintas formas de neocolonialismo, por una parte, y los movimientos descolonizadores y las teorías poscoloniales y decoloniales, por otra. La respuesta es una educación de- y pos-colonial conforme a las Epistemologías del Sur, los Estudios de la Sub-alternidad, de la Trans-modernidad y de la Colonialidad-Modernidad.

En síntesis, como respuesta a los desafíos de nuestro tiempo y al cambio de era que estamos viviendo, propongo una educación:

- En el laicismo, frente a la educación religiosa encubierta o explícitamente confesional.

- En una conciencia crítica y transformadora, frente al pensamiento único y a una educación neoliberal legitimadora del orden o, mejor, desorden establecido.

- En la interculturalidad, frente a una educación en la cultura única, en nuestro caso, euro-céntrica y falsamente universal.

- En la igualdad y justicia de género, frente a una educación patriarcal, sexista y homófoba.

- En la justicia y diálogo de saberes, frente a la injusticia cognitiva y al neocolonialismo.

Dominar los desafíos de la educación en línea después de la pandemia

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- En el horizonte utópico, frente a una educación que mira al pasado, se instala en el presente y carece de perspectiva de futuro.

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Juan José Tamayo es profesor emérito de la Universidad Carlos III de Madrid. Sus últimos libros son La Internacional del odio. ¿Cómo se construye? ¿Cómo se deconstruye? (Icaria, Barcelona, 2020) y Hermano islam (Trotta, Madrid, 2019, Madrid).

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