Crisis del coronavirus
La calma se impone con las variantes: la británica corta el paso al resto y las vacunas siguen respondiendo bien
En diciembre estalló la alerta. Una nueva variante del SARS-CoV2, conocida como B117, había sido descubierta en Reino Unido, y los datos preliminares indicaban que era más transmisible. A 21 de abril de 2021, la mutación ya supone la gran mayoría de los contagios en España, según indica la aún precaria secuenciación genómica del país. "Ahora es nuestra variante", asegura el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (Ccaes), Fernando Simón. Y a diferencia de lo que pronosticaban los más alarmistas, ni la pandemia ha sido incontrolable ni ha sido el único factor para explicar una incipiente cuarta ola mucho menos dura que sus predecesoras, impulsadas por otras variantes menos contagiadoras. Por otro lado, la evidencia se acumula a favor de que la mayoría de las vacunas –especialmente las diseñadas mediante ARN mensajero– funcionan tanto contra B117 como contra otras mutaciones preocupantes, como la B1351 (sudafricana) o la P1 (brasileña).
La ironía es que la predominancia de la variante británica en España podría ser, en cierta manera, una ventaja. Es más contagiosa, pero todas las vacunas comercializadas hasta el momento funcionan contra ella sin apenas desvíos destacables. En palabras de Simón, esta mutación podría "no estar dando espacio" a sus compañeras, lo que "nos podría estar favoreciendo". El débil consenso científico alcanzado hasta la fecha indica que tanto B1351 como P1 cuentan con más mecanismos para escapar de la acción neutralizante de las vacunas, ya que cuentan con una mutación apodada Erik del que no disfruta la B117. Por lo que el hecho de que, por el momento, estas variantes sean residuales en el país es una buena noticia. Solo se han identificado como responsables de 76 casos en el caso de la sudafricana y de 35 en el caso de la brasileña, Aunque, con un buen cargamento de Pfizer y Moderna como el que disponemos, que se impusieran tampoco sería un gran problema, en base a los últimos estudios.
Sanidad considera que las variantes brasileña y sudafricana pueden, posiblemente, escapar "a la respuesta inmune adquirida tras la infección natural o la generada por algunas vacunas". Sin embargo, últimos estudios apuntan a lo contrario. En cuanto a la variante sudafricana, un estudio de la Universidad de Tel Aviv (Israel) ha encontrado tanto que la vacuna de Pfizer responde bien tras la segunda dosis como que este conjunto de mutaciones "no se propaga de manera eficiente", en comparación a la británica, según una de las autoras del informe, Adi Stern. Eso podría explicar por qué, después de meses con la variante en España, no parece estar aumentando exponencialmente su presencia en los casos analizados: su transmisión no es demasiado ventajosa con respecto a B117.
Con respecto a AstraZeneca, la información disponible no es tan alentadora: Sudáfrica canceló su campaña de vacunación con el producto de la farmacéutica anglosueca después de obtener datos que mostraban una eficacia demasiado baja. Sin embargo, su muestra era bastante pequeña, al borde de la representatividad: y no se puede seguir investigando porque la inoculación no se ha retomado. La empresa ya ha anunciado que está trabajando en una nueva versión de su suero.
Con respecto a la variante brasileña, que junto a una nefasta política sanitaria y la desigualdad está convirtiendo a Brasil en el infierno en la Tierra, datos igual de esperanzadores han sido publicados recientemente. "Demostramos que, sorprendentemente, P1 es significativamente menos resistente a respuestas de anticuerpos adquiridas naturalmente o inducidas por vacuna que B1351". La clave está, según defienden los inmunólogos, en los linfocitos T, también llamados asesinos o killers, que no solo apoyan a los anticuerpos como parte de la respuesta inmune, sino que son los principales protagonistas. Y no discriminan por variante.
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En todo caso, la ciencia sigue avanzando y acumulando estudios para contar con certezas tan sólidas como las que disfrutamos en otros ámbitos de la pandemia. Nuevos datos, obtenidos de manera más exhaustiva, pueden matizar o incluso negar lo afirmado hasta ahora. En cuanto a la transmisión y la letalidad de estas mutaciones, es aún más difícil sacar algo en claro. El cálculo, aparte de las estimaciones basadas en la estructura genética del virus y de su proteína S (la llave que utiliza para engancharse a nuestras células), es muy complicado de realizar. Hay que descartar otros factores que puedan estar influyendo en que una población donde una variante es predominante suba en casos (pueden haber relajado medidas, por ejemplo) o aumente su tasa de letalidad (al haber más contagios, los hospitales se saturan y cuentan con menos manos para salvar vidas).
En este sentido, la información publicada se contradice continuamente. El porcentaje de mayor transmisibilidad de la variante británica con respecto a la que circulaba anteriormente en Europa ha variado continuamente del 30% al 70%: y aún no se tiene claro si es más letal. La misma duda asalta a sus compañeras brasileña y sudafricana. En marzo, la Escuela de Medicina e Higiene Tropical de Londres publicó un estudio provisional en el que señalaban que la mortalidad bajo la B117 aumentaba un 67%; sin embargo, dos nuevas investigaciones realizadas en Singapur y en Reino Unido no detectan cambios significativos.
En todo caso, y por el momento, con la variante británica predominante y sin visos de que la situación vaya a cambiar a corto plazo, no hay indicios que muestren que una mutación mucho más contagiosa, letal o que escape de las vacunas vaya a empeorar la pandemia en Europa antes de que termine la campaña y se inmunice a más del 70% de la población. Sin embargo, los virus mutan continuamente, por lo que esta calma de la que disfrutamos podría tener fecha de caducidad: sobre todo, si las limitaciones a la producción de vacunas siguen cerrando la puerta a una protección masiva a los países más pobres.