Ideas Propias
Perversa
He querido que pasen unos días para escribir este artículo y, mientras estoy frente al ordenador pensando en las primeras líneas, busco calificativos adecuados, prudentes y que no alimenten más la crispación, pero que, al mismo tiempo, den cuenta fielmente de cuanto acaba de acontecer en estos últimos días en Madrid. Nuestro idioma es tan rico que siempre es cosa de pensar y rebuscar en el baúl de las palabras para encontrar la que mejor describa lo que se desea expresar.
De acuerdo con el diccionario de la RAE, perverso, o perversa, es un adjetivo para calificar a algo o a alguien: "Sumamente malo, que causa daño intencionadamente". Hay una segunda acepción y es aquello, aquel o aquella "que corrompe las costumbres o el orden y estado habitual de las cosas". Creo que ambas acepciones de la palabra se aplican plenamente al modo de obrar de la candidata de Vox a presidir la Comunidad de Madrid y a la forma en la que ha operado siempre la ultraderecha y el fascismo. Es sencillamente pura maldad, se trata de generar daño intencional, pero no sólo en los adversarios más directos, sino en todo lo que tocan y todo lo que nos rodea, como una especie de rey Midas que transforma en odio todo lo que toca y lo inocula en todos por medio de dardos certeros que destruyen la convivencia. Dice la doctrina cristiana que es así también como actúa el demonio. Primero te tienta y luego te culpa por el mal que has hecho. Te crispa, te provoca e intenta llenarte de ponzoña para que reacciones visceralmente, sin control ni prudencia contra el otro y seas tú el culpable de la acción que él mismo ha diseñado.
Estamos en un tiempo electoral anómalo en Madrid; en unas elecciones regionales que se han tratado de extrapolar a una especie de examen para el gobierno de la nación, porque así interesa al Partido Popular; en las que de lo que menos se habla es de Madrid y que, finalmente, se han convertido en un escenario o cuadrilátero en el que se va a dilucidar quién está dentro del juego democrático y quién quiere reventarlo. Los candidatos de la izquierda, por fin parece que se dan cuenta que la unidad dentro de la diversidad que reviste al progresismo es la solución frente a una extrema derecha rampante y una derecha que lo único que quiere es fagocitar a la misma a costa de lo que sea. Mientras tanto, en el camino, se pueden perder muchas cosas.
Actitudes fascistas
Quien no siguiera el debate en la cadena de radio de la Ser el viernes pasado, habrá conocido después su contenido porque se ha hecho viral lo que aconteció. Quedó demostrada la escenificación de las actitudes fascistas de la candidata Monasterio contra el candidato de Unidas Podemos y, a través suyo, contra todos los progresistas. Es lo que querían y es lo que consiguieron. Vox, desde el día de Vallecas, buscaba esto y lo ha obtenido. Era su dardo envenenado de odio con el cual ha dejado maltrecho al PP, que se ha visto en la necesidad de desmembrarse entre los peros que la candidata Ayuso le pone a la democracia y la contundencia mas expresa de Casado. Creo que el target de Vox no era la izquierda, sino la derecha del PP y quizás del desaparecido Ciudadanostarget que, una vez más, se ha quedado en tierra de nadie.
Con lo que no contaba la extrema derecha era con la reacción de las candidaturas progresistas de la mano del PSOE, Mas Madrid y Unidas Podemos. Y con la actitud serena de sus candidatos que, por fin, se han dado cuenta de dónde está el enemigo y cómo hacer frente al juego de espejos y baile de disfraces al que nos somete constantemente la derecha en estos tiempos de pandemia.
La amenaza es un delito, y en este caso el delito tiene motivaciones políticas y connotaciones de odio, que no sólo busca amedrentar a sus víctimas, sino que pretende generar aversión y miedo. Es doloroso constatar que una jueza de Madrid haya decidido mantener la propaganda de Vox, que miente descaradamente, que deliberadamente compara peras con manzanas y todo con el único fin de sembrar en la sociedad el encono hacia los más vulnerables. Nuestras instituciones han permitido que Vox llegue hasta aquí, pero que nadie se extrañe, porque esto no ha hecho más que empezar. Apenas es el siguiente escalón en la no tan larga escala del enfrentamiento fratricida que inevitablemente acaba en golpes de Estado, en dictaduras o gobiernos autoritarios, expulsando o incluso exterminando a todo el que no piense como ellos o se atreva a oponerse a sus decisiones. La ultraderecha no negocia, impone. La ultraderecha no dialoga, no pacta, no busca el bien común para todas y todos, busca la homogeneidad, que pensemos como ellos y acatemos sin ambages sus dictados.
Ya lo sabemos, ya lo vivimos por 40 largos años, ya lo padecieron en otras latitudes y continentes. Basta pensar en Alemania, en Chile, en Argentina, y tantas dictaduras padecidas en el siglo XX. Entonces si somos conscientes de ello, ¿por qué hemos caído en lo mismo? ¿por qué les hemos dejado llegar tan lejos? Ser capaces de frenarlos depende de nosotros.
No pueden gobernar
Pase lo que pase el 4 de mayo, la ultraderecha no puede gobernar Madrid. Con los votos que cada cual obtenga será preciso hacer los sacrificios políticos que hagan falta para impedir un gobierno en el que estén los fascistas. Nos exponemos a ser una de las principales capitales europeas y de todo el mundo gobernados por la ultraderecha. No quiero pensar en qué harán en educación con su famoso pin parental, con los inmigrantes, con los desahucios, con las viviendas protegidas, con los servicios sociales, con la igualdad de derechos y oportunidades de las mujeres con respecto a los hombres. Si ya hacen daño, lo harán todavía más porque conocemos su agenda, conocemos sus prioridades y sabemos cuáles son sus "valores" y "principios".
Les hemos permitido ir demasiado lejos y aquí algunos medios de comunicación y las redes sociales deben hacer una profunda autocrítica. Hay que revisar los protocolos para que esto no vuelva a suceder, hay que proteger a la democracia de aquellos que quieren destruirla. No es posible que una candidata a presidir Madrid públicamente sostenga que hay que echar al candidato Pablo Iglesias del país, que un militar retirado proclame que quiere fusilar a millones de personas que no piensan como él y que considera que son hijos de mil padres. Si en algo no se puede ser neutral es en avalar expresa o tácitamente conductas fascistas, malvadas, perversas.
Aún quedan días de campaña, aún quedan argumentos que exponer. Las encuestas parece que se han tornado más favorables a las candidaturas progresistas. Es decir, parece que la ciudadanía comienza a ser consciente de que no todo vale y de lo que está en juego. Es el momento de denunciar claramente a quienes atacan a las víctimas, clasificándolas y acudiendo a tópicos y acusaciones contra aquellos que claramente están de parte de la democracia y justificando simultáneamente, a quienes la avasallan.
Compasión
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Madrid no puede caer en manos de una derecha que pacta con los fascistas de Vox. Mientras el Partido Popular no se distancie de esa formación, mientras no forme un frente común con los demócratas en contra del fascismo, aquellos escalarán otro peldaño más y luego otro más y se hará cada vez más difícil nuestra convivencia. Si esto sucede nuevamente, ya sabemos cómo acaba: mal para unos y muy mal para el resto, salvo para algunos pocos privilegiados.
Con determinación, con generosidad, todos los partidos políticos democráticos debieran crear un frente común en contra del fascismo y en defensa de nuestra democracia, sin "peros" ni ambigüedades. No hacerlo nos llevará a la perversión de nuestras instituciones, es decir, a viciarlas "con malas doctrinas o ejemplos". Ya no hay excusas porque si algo nos enseña lo que ha ocurrido en estos días es que en Madrid hay una candidata que pertenece a una formación política que sólo quiere causar daño intencionadamente, es decir, según la RAE, perversa.
Baltasar Garzón es jurista y presidente de Fibgar