Diez años del 15M
La izquierda agota la 'era 15M' y encara la crisis post-covid dividida y en renovación
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La izquierda hija del 15M sopla las diez velas de aquella eclosión en plena conmoción: con el hueco de su líder carismático sin llenar aún, en medio de un despertar de las marcas regionales, con la incógnita sobre el próximo mapa de alianzas. Las voces que urgen a reelaborar estrategias se topan con un problema: la noria sigue girando frenéticamente. En plena lectura de la salida de Pablo Iglesias y de la eclosión de Más Madrid, ya se abre ronda de movimientos, con la vista en Andalucía, donde la atomización del antiguo espacio de Podemos es máxima. Sergio Pascual, el que fue primer secretario de Organización de Podemos, analiza: si hay un reconocimiento de las propias debilidades de cada actor, el entendimiento es posible. Es más, ve "una fortaleza", no una "debilidad", el auge de los proyectos "apegados al territorio", con vocación "federal o confederal". Los diagnósticos más pesimistas observan, además de una anemia organizativa, una "pérdida de la calle" por parte de la izquierda, dato nada menor ante un previsible incremento de las expresiones de malestar. "El 15M acabó siendo absorbido por la izquierda. Ahora, si ocurre algo, tengo mis dudas de si no lo absorbería la derecha", señala el sociólogo Jaime Aja. "El ciclo de ilusión colectiva está cerrado", afirma la politóloga Carmen Lumbierres. Aparece con frecuencia la palabra "desencanto".
Atomización
Podemos y sus confluencias, que lograron 69 diputados en diciembre de 2015, están hoy en 35. Casi causa sorpresa recordar que hace poco más de cinco años fueron la fuerza más votada en las generales en Cataluña y el País Vasco. Hoy el panorama luce distinto. El retroceso de la fuerza morada y sus aliados es evidente en los planos estatal, autonómico y local. De las "alcaldías del cambio" de 2015, se perdieron cuatro años después Madrid, Ferrol, A Coruña, Santiago de Compostela y Zaragoza, quedando en pie Barcelona y Cádiz. Podemos está fuera de los parlamentos autonómicos de Galicia, Castilla La Mancha y Cantabria. En Euskadi y Andalucía, es la cuarta fuerza política. En Cataluña y Madrid, la quinta. En la Comunidad Valenciana, la sexta. Esta posición autonómica, en absoluto irrelevante pero lejos de la aspiración de liderazgo, se relaciona con la fortaleza de las izquierdas territoriales.
Aquí las distinciones son obligadas. Por un lado, está Bildu, segunda tras el PNV en las autonómicas del País Vasco, con una apuesta nítidamente independentista. O ERC, líder político ya en Cataluña tras las elecciones de febrero. También el BNG, segundo partido más votado en Galicia. Son tres comunidades donde se da ya la situación de que hay izquierdas nacionalistas por delante no sólo de Podemos sino también del PSOE. Por otro lado, están las fuerzas que sí han formado parte del que se llamó "espacio del cambio". Ahí entran Compromís –que fue aliado de Podemos y ahora lo es de Más País–, Más Madrid y la escisión soberanista de Adelante Andalucía liderada por Teresa Rodríguez. En este último caso, está por ver su fuerza electoral.
La fotografía de conjunto no deja lugar a equívocos: hay una efervescencia de las izquierdas de ámbito territorial. "Un partido de obediencia andaluza", repite Rodríguez. "Sin sujeción a Madrid", reiteran desde ese espacio, tratando de coger la estela de Compromís o Más Madrid. Creen que ahí hay un espacio político de probado tirón, e incluso incluyen el ejemplo de escala provincial de Teruel Existe. La atomización va a más. El avance de esta dinámica se ha puesto de relieve con el resultado de Más Madrid, segunda fuerza en Madrid. Le ha sacado casi 7 puntos y 14 diputados a Unidas Podemos, que había puesto en el asador la carne de su líder, Pablo Iglesias. Más País, el partido liderado por Íñigo Errejón, referente de la transversalidad original de Podemos, de donde salió enemistado con Iglesias por diferencias políticas, se ha trabajado un perfil verde, conectado con una familia política claramente al alza en el norte de Europa y que conecta con las preocupaciones que las encuestas detectan en la juventud. En este clima de frenesí político, el diputado de Unidas Podemos Juantxo López de Uralde ultima la fundación de un nuevo partido verde. El eje ecologista gana importancia. Pero Errejón no pierde vista la clave regional: busca socios "verdes" y "periféricos". Joan Baldoví, de Compromís, ha manifestado ya interés en incorporar al bloque de Teresa Rodríguez a una espacio que integrase a su formación, Más País y la Chunta Aragonesista.
Sergio Pascual, el que fue primer secretario de Organización de Podemos, hoy consejero del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica, observa con expectación el nuevo escenario. Por una parte, ve "cerrada" la "ventana de oportunidad" abierta en 2014, en la estela del 15M. "Aquel margen para constituir un proyecto hegemónico, con un PSOE en declive y una crisis enorme de los grandes partidos, ya no existe", señala. ¿Una declaración abatida? No. Al contrario, Pascual atribuye gran potencial a esos proyectos "apegados al territorio" y con "voluntad federal o confederal". "Es una fortaleza, no una debilidad, porque abre la puerta a un posible espacio conjunto", señala. A priori, no excluye a nadie. Ahora bien, sabe que fácil no va a ser.
Un ejemplo de las dificultades es Andalucía, donde la ruptura de Podemos-IU con el sector de Teresa Rodríguez y el alcalde de Cádiz, José María González Kichi, ha aparejado un enorme desgarro, que incluye un litigio por la declaración de tránsfugas de los parlamentarios anticapitalistas. No obstante, Pascual cree posible ahondar en fórmulas de colaboración si el punto de partida es "el reconocimiento de la realidad" de cada partido. Ejemplos: Podemos ya no es lo que era en 2015-2016; Rodríguez no tiene la fuerza que llegó a tener como líder de Podemos. En cuanto a Más País, tiene escasa fuerza territorial. "Es verdad que hay dificultades. Hay sectores que muestran rechazo a Unidas Podemos. Cualquier fórmula de colaboración deberá ser sin subordinación. No debe haber primus inter pares. Podemos era antes el portaaviones todopoderoso, ya no". Pascual se pregunta si Yolanda Díaz, ahora el principal referente institucional de Unidas Podemos, podría jugar un papel en favor de la colaboración entre las fuerzas ahora atomizadas, en caso de ser candidata.
El hueco de Iglesias
El décimo aniversario del 15M coincide con la dimisión de Iglesias. Con Unidas Podemos en el Gobierno, en medio de la crisis sanitaria, empezando a encarar la económica y pendientes de los fondos europeos, Podemos pierde a su líder. Su previsible sustituta es Ione Belarra, pero todo apunta a un escenario de liderazgo compartido, a la espera de que Díaz acepte –si finalmente lo hace– ser la candidata en las próximas generales. El politólogo Pablo Simón, editor de Politikon, sitúa a Unidas Podemos –no sólo a Podemos– ante un desafío crítico: "Hacer una transición y generar identificación partidista, al margen del líder". Y todo ello partiendo de un "déficit tremendo", la escasez de estructura de Podemos, en parte compensada por Izquierda Unida. Una de las preguntas es si la fórmula de colaboración Podemos-IU avanzará hacia una mayor integración.
"El hito para UP es 2023, con las autonómicas y municipales. No tienen con qué llenarlas", afirma Simón, que pide atención para los movimientos de Más País. "¿Le interesa federarse con otras organizaciones territoriales ya implantadas, le interesa ir en coalición preelectoral con UP, o le interesa ir por libre y optar a la mayor?", se pregunta. De momento, y ante la que en teoría será la siguiente estación electoral, Andalucía, tanto Errejón como Teresa Rodríguez han mostrado inclinación hacia una posible cooperación. Esperanza Gómez, líder de Más País Andalucía –el nombre Más Andalucía estaba cogido–, de momento da largas a la cuestión. La pregunta es si habrá dos o tres papeletas a la izquierda del PSOE, porque la reintegración de Rodríguez y los suyos con Podemos-IU es hoy inverosímil, coinciden desde todos los sectores.
La izquierda ante el malestar social
Pablo Simón recalca una dificultad añadida. Más que considerar a Podemos un producto del 15M, considera tanto al 15M como a Podemos dos productos de la Gran Recesión. Y aquella indignación hoy ha mutado. No está claro todavía en qué. De momento, una fuerza ultranacionalista de extrema derecha es tercera política en el Congreso y lleva ya un año jugando la baza del "partido protesta" para canalizar a su favor el malestar social por la crisis. "Ojo", dice Simón, porque lo que ahora puede abrirse camino es la "antipolítica". Ve una "pulsión reaccionaria", no "emancipadora". Un veterano dirigente de izquierdas lo expresa así: "hay mucha paja seca en el suelo". Riesgo de incendio. Según el último Eurobarómetro, el 90% de los ciudadanos en España no considera fiables a los partidos.
Diez años después del 15M, los indicadores socioeconómicos –paro, precariedad, emancipación, vivienda– muestran que el grito de auxilio de la juventud que Podemos supo canalizar políticamente no ha conseguido el eco de grandes mejoras materiales. Diversos estudios indican que el golpe de la pandemia sobre la juventud es mayor que sobre el resto de la sociedad. No sólo económicamente, sino también en lo anímico. La Enquesta sobre l'impacte de la COVID-19: principals resultats referents a la població joven, del Centre d'Estudis d'Opinió, concluye que la población entre 18 y 35 años es el segmento que "más padece por su futuro". Otro estudio, Las consecuencias psicológicas de la covid-19 y el confinamiento, elaborado por seis universidades, indica que el 49% de las personas de entre 18 y 34 ha experimentado sentimientos depresivos, pesimistas o de desesperanza, con “tendencia a cronificarse”. Según una investigación de Fundación Pfizer y la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción, casi un 60% de jóvenes hasta 29 años cree que van a empeorar las oportunidades. Según el CSIC, el estado anímico de los jóvenes está más deteriorado que el del resto. La juventud, que la izquierda hija del 15M reclamó como su territorio natural, está hoy más quemada que en 2011.
El sociólogo Jaime Aja expresa preocupación por la "pérdida de la calle" de la izquierda. "El 15M era transversal, ahí estaba UPyD. Pero el movimiento acabó siendo absorbido por la izquierda. Ahora, si ocurre algo, tengo mis dudas de si no lo absorbería la derecha", señala. Aja pone por delante todas las cautelas: la fotografía está movida, no es momento de aseveraciones contundentes. Pero sí ve a la izquierda debilitada –"se ha vuelto a la casilla de salida, si no un paso atrás"– tanto organizativamente como en su discurso. "No entiendo el debate que opone lo material a lo identitario. Está todo entremezclado. La derecha tiene un proyecto económico y una forma emotiva de contarlo, con la libertad", dice. ¿Y la izquierda? La ve más "errática", incluido el PSOE. A Más País le atribuye una posibilidad de mover voto entre bloques con la palanca del ecologismo. Y en cuanto a Unidas Podemos, se muestra atento a la idea de "nuevo contrato social" que repite Yolanda Díaz.
Diagnóstico y lecciones
Los diagnósticos coinciden en varios aspectos.
1) El 15M es agua pasada. "Ha muerto", ha dicho Errejón esta semana. Acompaña la politóloga Carmen Lumbierres, con los estudios sobre juventud y percepción política por delante. "El ciclo de ilusión colectiva está cerrado", señala, apuntando a una progresión del "individualismo" y a un mayor "desencanto". Las formas también han cambiado. El Podemos de "la sonrisa de un país" poco tiene que ver con el Podemos que centra su imagen en la resistencia antifascista.
2) Hay una fase de bajón en el espacio izquierdista. "El entusiasmo político que se vivió con el 15M ha dado lugar, de algún modo, a cierto desencanto y escepticismo. La experiencia municipalista constituye una excepción, pero tampoco ha podido escapar a las críticas de algunos de los activistas que las impulsaron", señalaban ya en 2019 César Rendueles y Jorge Sola en su análisis Estrategias y desafíos. La situación de la izquierda en España. Hoy Rendueles, además de la "sensación de cansancio" dominante, añade el problema de los "vínculos personales rotos".
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3) Estamos en un impasse. "Vivimos un episodio más de la inestabilidad que se abrió en 2014. Y digo 2014 porque, entre la Gran Recesión y aquel año, emprendedores políticos como Iglesias, Monedero o Errejón se tomaron un tiempo para madurar y desarrollar su proyecto. Es decir, la traducción partidista de lo que está ocurriendo ahora la veremos más adelante. Ahora es imposible. Estamos dentro de la crisis", expone Luis Ramiro, profesor de Ciencia Política y de la Administración de la UNED. "Habrá un realineamiento. Pero aún no. Más allá de que en estos diez años la gente haya aprendido que el cielo no se toma por asalto y que las consignas tipo Paulo Coelho no sirven, es que el país está en una situación dramática, no podemos olvidarlo". Coincide César Rendueles: "En los dos años anteriores al 15, todo el mundo decía: '¿Por qué no pasa nada?'. Parecía increíble". Al final, pasó.
Son muchas las voces que han alertado –incluido el FMI– de que la resaca de la pandemia lo tiene todo para ser una etapa de convulsión social. ¿Qué lecciones le deja esta década a la izquierda hija del 15M? ¿Tienen aplicación en esta España post-pandemia que promete curvas? La respuesta unánime es la necesidad de organización. Rubén Martínez, investigador sobre políticas públicas en La Hidra Cooperativa, señala: "Uno de los aprendizajes es que lo político no es una esfera autónoma de poder y que no existen palancas escondidas en los gobiernos que al presionarlas resuelven los problemas". A su juicio, el 15M no provocó una "conexión virtuosa entre radicalidad y reformismo". "Es más", añade, "ha ocurrido más bien lo contrario: un miedo atroz a mostrarse radical".
"Enfoques como la expropiación en favor del interés general, la colectivización de recursos públicos cedidos a empresas o la democratización de los activos productivos, no sólo no han sido parte de ningún programa, sino que más bien han sido camuflados o negados por miedo a ser señalados como comunistas", añade. Martínez afirma que que "sin un horizonte emancipador digno de ese nombre y sin una agenda radical que marque los debates, se acaba por proponer primarias donde se pedía democracia directa o por parecer un liberal conservador al lado del presidente de los Estados Unidos". La ambición del planteamiento de Martínez encuentra un obstáculo, que ya observaron Rendueles y Sola en 2019: "El problema, siendo honestos, es que cualquier estrategia constructiva en este campo se mueve a un ritmo lento, mientras que la vida política española de los últimos años, tanto electoral como mediática, es completamente desenfrenada".