Plaza Pública

España 2050: el futuro según cien expertos

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante la presentación del proyecto España 2050.

Albino Prada

No seré yo quien ponga en duda el reclutamiento de expertos por parte de la Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia que, desde La Moncloa, ha impulsado la elaboración del informe “España 2050”. Cosa distinta es asumir que sean cien expertos los que elaboren el documento base de la estrategia social de un país. Supondré en este breve análisis que los resultados presentados en ese documento de casi setecientas páginas representan bien nuestra inteligencia social o colectiva. Algo que buena falta nos haría para transitar los caminos de incertidumbre de este siglo XXI (al menos hasta 2050).

El empeño podría darnos una radiografía caótica de no haber quién asuma la dirección de orquesta. Pero no hay que preocuparse por tal cosa, porque el primer desafío planteado (de nueve) es inequívoco: mejorar la productividad y la competitividad global de España. Los otros ocho desafíos del Informe convergen en este rotundo norte: hacer crecer la tarta para que así a todos nos pueda tocar un trozo mayor. Un escabroso camino de suma cero a escala global que es, además, no resiliente y aún menos sostenible.

Utilizaré el rastreador automático de Adobe Acrobat Reader (algo que recomiendo para cribar textos de tamaña extensión) para evaluar aquellos conceptos que considero clave. Para detectar el tipo de cosas que se sostienen de forma aparentemente natural, espontánea, como caídas del cielo. Esas cosas que pasan por ser las únicas razonables, sistémicas, lógicas, empíricamente ciertas.

España 2050

Porque según el Informe: “el análisis se ha realizado desde una perspectiva apartidista que antepone el rigor metodológico y la evidencia empírica a cualquier posición política”. De manera que es transversal y objetivo con aquel norte global. Se entiende así que el mantra de la productividad se reitere machaconamente nada menos que 217 veces en el texto.

Y ello a pesar de que en el propio informe se deja muy claro que el tal déficit de productividad de España, que es el supuesto problema central de nuestro país, apenas existe para las empresas de más de veinte trabajadores (siempre respecto a las ocho economías líderes de la UE). Siendo esto así, el Informe quizás debiera titularse como mucho “Las PYMEs españolas en 2050” Las PYMEs españolas en 2050”en vez de “España 2050”.

Algunas palabras clave

Mejor será que olvidemos este detalle. El asunto sobre el que se reflexiona en el Informe no cabe duda que tiene mucho que ver con el capital (concepto que es citado 239 veces) y el trabajo (citado nada menos que 383 veces). Sin embargo llama poderosamente la atención que en el libro de estilo de la centena de expertos reclutados nunca se nombre ni capitalismo ni socialismo. Quizás porque si vivimos en el único sistema posible, ¿para qué nombrarlo?.

Se da un paso más, sobra decir que de manera absolutamente automática, cuando el concepto mercado (que aparece 187 veces) apenas se ve acompañado de la palabra competencia unas cinco veces. Como si nuestros mercados fuesen, salvo muy raras excepciones, cosas que es mejor dejar que sigan volando libremente. Como dice Bill Gates (que de esto sabe mucho): libres de fricciones.

Sorprende comprobar que no hay en el Informe ni rastro de prácticas monopolísticas ni tampoco oligopólicas. Son cosas que en España, al parecer, no están ni se las espera. Ni en la banca ni en la energía. Por ejemplo.

Hagamos un paréntesis. Según mi criterio la opción entre una sociedad de mercado y una sociedad decente se dirime sabiendo si las fuerzas de la economía de mercado son controladas, contenidas o dominadas por la sociedad o bien sucede todo lo contrario.

De mi radiografía sobre el Informe España 2050 se deduce que como mucho estamos ante una timorata batería de correcciones, controles y poco robusta provisión de servicios por parte del Estado. Pues a la vista de las numerosas goteras sociales (desempleo, pobreza, exclusión, desigualdad) difíciles de soslayar, se asumen cuidados paliativos varios: protección social (citada 84 veces), seguridad social (69 veces), inclusión (48 veces), e incluso el ascensor social (19 veces).

Frente a una renta básica universal —que ni siquiera se nombra— se persevera en un ingreso mínimo vital. Para seguir tapando goteras. Y así el concepto de satisfacción social (subjetivo) se nombra 84 veces, mientras progreso social se utiliza apenas tres veces y desarrollo social otras tres. Por goleada.

Es lo que hay: apenas cuidados paliativos para los daños colaterales de una imparable sociedad de mercado pastoreada con el afán de la productividad. En resumen y sobre esa base: “reactivar su ascensor social, abordar el problema de la vivienda, y acometer una reforma fiscal paulatina pero profunda que dote de mayor capacidad recaudatoria y progresividad al sistema y permita reforzar las redes de protección social”. Primero crecer al máximo, después curar las heridas del crecimiento.

Del clima y lo digital 

Continuemos con nuestra radiografía. Mientras la palabra clima aparece decenas de veces en todas sus derivaciones, autosuficiencia energética no figura ninguna, tampoco autodeterminación energética o autoabastecimiento. Lo que llama la atención cuando se reitera el concepto de resiliencia una centena de veces.

Esto así, no salen las cuentas para alcanzar una resiliencia energética renovable que no descanse en el autoabastecimiento interno para un consumo progresivamente menor. Debe ser que la lógica de la mano invisible de los mercados, los precios y la productividad de la energía no permite que las sociedades gobiernen de otra manera estas cosas. Y, hablando de jugar con la energía, el silencio clamoroso sobre la energía nuclear o atómica que se comprueba en el Informe no presagia nada bueno.

¿Qué decir de lo digital —y sus derivaciones— que aparece nada menos que unas 300 veces? Sin duda ésta será la tecnología que nos llevará de una economía de mercado a una rampante sociedad digitalizada (de mercado), con el mantra de “acelerar la digitalización de nuestro tejido productivo”.

Sin embargo, el concepto de soberanía digital –que incluso el presidente Sánchez nombra en sus discursos— ha desaparecido del Informe. Y, sin tal cosa, las GAFAM ocuparán, con sus mercados privativos y monetizados, todo lo que el Estado les deje y mucho más. Incluso con entrañables fórmulas de colaboración público-privada. Y con nula resiliencia.

En este terreno el informe llega incluso a reconocer la amenaza que la digitalización supone para el incremento de la duración de las jornadas laborales medias (algo en sí mismo sorprendente al rebufo de una revolución tecnológica que reduce las necesidades de empleo).

Y, sin embargo, en lugar de plantearse retomar el ritmo de reducción de dicha jornada del pasado, el Informe se conforma con alcanzar las 35 horas en 2050. Que es la media actual de la Unión Europea de ocho países de referencia para el Informe (Austria, Alemania, Bélgica, Dinamarca, Finlandia, Francia, Países Bajos y Suecia). Alcanzar en treinta años la jornada actual de Alemania. País en el que ya hace treinta años se planteaban alcanzar las 30 horas semanales. La obsesión por la productividad tiene estas lentitudes.

Eso sí, sin despeinarse. Porque mientras se lleva la reducción de jornada a ese ritmo y se presiona para prolongar la vida laboral, nos llenamos la boca con la palabra desempleo (106 veces), jóvenes (117 veces) o empleo (¡más de 500 veces¡).

Conclusiones

El redactor del epílogo de este voluminoso Informe, aunque se cura en salud dejando caer que para 2050 algunas sombras hay de incertidumbre, el camino propuesto es diáfano: “La historia nos enseña que la tecnología siempre acaba creando más empleos de los que destruye. Si somos capaces de aprovechar todas sus ventajas, generaremos nuevos empleos, reduciremos las tasas de paro, aumentaremos la productividad, y mejoraremos las condiciones laborales de la mayoría de la población trabajadora”. Tecnología y mercado, productividad y máximo crecimiento. Dos más dos: matemática pura.

El futuro común que comparten nuestros expertos me parece, por todo lo que antecede, muy complaciente con la mano invisible del mercado como conductor de las nuevas y de las viejas tecnologías. Timorato y complaciente, siendo así que el reto para la inteligencia social en este siglo —en mi opinión— no debiera limitarse a alcanzar dentro de treinta años metas que ya hoy pasan por redistribuir el trabajo y la riqueza social.

Hacerlo ya. En vez de enredar con el mantra de un (dudoso) déficit de productividad. Un mantra que no es más que una cortina de humo para que los dividendos del crecimiento —pasado, presente y futuro— no se concreten en un adecuado desarrollo social.

Tal como se pone de manifiesto en esta demoledora imagen del estado actual de nuestro ascensor social educativo (España en la cola con Portugal) que se incluye en el Informe.

Fuente: “España 2050” (página 100)

Claro que para activar ese ascensor, y desactivar otras humillaciones sociales, afortunadamente hay otro camino: más desarrollo social con menos crecimiento. Con mucho menos comercio global de larga distancia (desde mascarillas a microprocesadores). Con menos pulsión de digitalización y productividad en los servicios. Con menos consumismo (turístico y aéreo incluidos). Con menores jornadas semanales para todos. Un camino más resiliente y más sostenible.

Una senda que solo se podrá recorrer a escala europea y en una globalización no comandada por la lógica del mercado. Siendo muy sintomático que en este Informe en su camino hacia el 2050 no se proponga nada sobre una UE radicalmente distinta de la actual, una UE8 que apenas se toma como referencia estadística. Y que nada se diga de otra globalización.

El eslabón

El eslabón

“España 2050” podrá llegar a ser, con suerte, una estrategia compartida para construir una sociedad de mercado centrada en la obsesión de la productividad y el crecimiento económico. Pero no es adecuada para transitar hacia una sociedad decente.

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Albino Prada es investigador de Ecobas y miembro del Consejo Científico de Attac España, acaba de publicar “Riqueza nacional y bienestar social”.

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