Relevo en el PSOE andaluz
El desafío de Espadas: el alcalde paciente conquista un PSOE andaluz en horas bajas
Estas elecciones del PSOE andaluz han encerrado una paradoja. Quien más insistentemente se ha reivindicado como candidata "de los militantes" es la secretaria general desde 2013, expresidenta de la Junta –cargo al que llegó señalada por José Antonio Griñán también en 2013–, que hizo campaña para conquistar Ferraz en 2017 apoyada por todo el aparato y que ha sido la figura mimada por las vacas sagradas del partido. En cambio, el candidato acusado de venir con todo el apoyo de arriba es, en realidad, escasamente ducho en los entresijos del partido. O lo era, porque, como dice un aguerrido defensor que lo ha acompañado en actos de campaña, "Juan ha conocido mucho y muy rápidamente el partido" durante la preparación de las primarias. Espadas (Sevilla, 1966), alcalde de la mayor ciudad gobernada por el PSOE en España, Sevilla, con casi 700.000 habitantes, es un hombre de partido, pero sólo en el sentido de que acredita una trayectoria de lealtad a las siglas. "Habla donde tiene que hablar, en los órganos, y respetando los tiempos", recalcan en su entorno. Pero el alcalde no se cuenta entre los exhaustivos conocedores de los resortes y cañerías del partido. Si Díaz es una experta en las interioridades del PSOE, especialmente del convulso PSOE de Sevilla, Espadas ha vivido mucho más pegado a las instituciones, donde se ha desempeñado con aire templado, pactista, nada grandilocuente.
Espadas ha repetido una y otra vez en campaña que unirá al partido y lo devolverá al poder en las próximas autonómicas, previstas para finales de 2018 pero que Juan Manuel Moreno (PP) puede adelantar. Eso sí, no ha aclarado cómo le dará la vuelta a la tortilla, porque las encuestas no sonríen al PSOE. El candidato coge a un partido en sus horas más bajas, alicaído por la pérdida de la Junta en 2018 y la consolidación del PP en las encuestas y dividido por años de guerras entre susanistas y sanchistas.
No tiene mucho margen para coger vuelo. Además de popularizarse entre el electorado, el nuevo candidato del PSOE tiene varios retos más por delante, para los que dispondrá del tiempo que tarde el presidente Moreno en pulsar el botón electoral: 1) Hacer oposición sin escaño en el Parlamento, con Díaz manteniendo la secretaría general del PSOE andaluz, si es que Ferraz no precipita su salida. Nada más llegar, la bicefalia ya pone un primer desafío por delante al liderazgo de Espadas. Desde su primera comparecencia tras su victoria, Espadas ha mostrado voluntad de ejercer todo el liderazgo en el PSOE andaluz, anunciando ya cambios en el grupo parlamentario y su voluntad de presentarse al próximo congreso para ser secretario general. No quiere ni oír hablar de bicefalia. 2) Conquistar dicha secretaría general en un proceso que una al partido. 3) Ordenar su salida de la alcaldía de Sevilla, la mayor por habitantes del PSOE en España. En cuanto a este punto, desde el entorno de Espadas han insistido en que el alcalde dejará el cargo sólo cuando Moreno convoque elecciones. ¿Quién lo sucederá? Algunos gestos han sido interpretados como indicativos de que su favorito para sucederlo es Antonio Muñoz, concejal de Turismo. Es un melón todavía por abrir.
30 años de responsabilidades
Los promotores de la candidatura de Luis Ángel Hierro, el aspirante que se autoproclama sanchista, han recordado que Espadas lleva media vida pisando moqueta, por lo que no ofrecía el perfil necesario para una renovación en el partido de Manuel Chaves –del que fue consejero– y José Antonio Griñán. El alcalde de Sevilla, abogado colegiado desde 1990 y máster en Política Medioambiental, es visto sobre todo como un gestor. Con formación como directivo en el Instituto San Telmo –peaje de paso habitual de la dirigencia socialista andaluza–, empezó como jefe de gabinete en una agencia pública en 1990, de ahí pasó a jefe de gabinete del consejero de Medio Ambiente, de ahí al mismo cargo en Educación, a secretario general de planificación de la empresa pública de medio ambiente, a director general después y finalmente a presidente de un organismo público. Como se ve, las responsabilidades en el área medioambiental han sido protagonistas en su trayectoria.
En 2008 se convirtió, a las órdenes de Manuel Chaves tras la última mayoría absoluta del PSOE andaluz, en consejero de Vivienda y Ordenación del Territorio, un departamento que acabó sufriendo el embate de con la Gran Recesión y vio estancarse todos sus grandes proyectos. En 2011 pasó a ser candidato a alcalde de Sevilla, apuesta para la que contó con el apoyo de Susana Díaz. Más tarde, en 2016 y 2017, Espadas le devolvería el favor apoyándola en su batalla contra Sánchez.
En realidad, el alcalde no ha interrumpido su adhesión a la expresidenta hasta después de que perdiese San Telmo, cuando empezó a perder apoyos a raudales. Así es la política.
A pesar del traje de "candidato de Ferraz" que le han puesto los afines a Susana Díaz, lo cierto es que Espadas anda lejos de ser un sanchista, mucho menos un sanchista de primera hora. Conoce y respeta al presidente, y no ha discutido ni una de sus decisiones –es ante todo "hombre de partido"–, pero no han tenido trayectorias coincidentes, señalan los que conocen su andadura en el partido. Espadas tiene el respaldo de la dirección de Sánchez, pero no es un sanchista. Ahora, el alcalde tiene prisa por dejar en nada la acusación vertida contra él de ser un candidato llamado a convertir al PSOE en una "sucursal de Ferraz". En su primera intervención tras conocerse los resultados, afirmó que quería que el PSOE-A fuera una "la fuerza determinante" en el PSOE. Al mismo tiempo, adelantó que defenderá desde Andalucía con uñas y dientes la gestión del Gobierno. Ya lo demostró en campaña, cuando se mojó a favor de los impopulares peajes en las autovías, a diferencia de Díaz.
La fama de discreto
Volvamos a 2011. El exconsejero de Chaves llamado a proteger la plaza sevillana frente a la ola azul empezaba entonces a oír algo que no ha dejado de escuchar desde entonces: es un hombre gris, que no suscita entusiasmo, monocorde. Con sus gafitas y su cara redonda, enemigo de las estridencias, había quien decía que los electores menos atentos lo confundían con Juan Ignacio Zoido, su rival en 2011, lo que le hacía difícil adquirir la condición de alternativa. Fuera cierto o no, en 2011 Zoido logró una apabullante mayoría absoluta.
Pero Espadas se quedó al frente de la oposición. Ni se impacientó, ni cambió el chip. Sin elevar la voz –y ya sin gafas–, planteó una oposición templada, sin ganarse el rechazo de los amplios sectores conservadores de la ciudad. Zoido, obsesionado con las cuentas públicas y sin proyectos de gran ciudad, cayó en 2015 sepultado por el deterioro del PP. Y Espadas llegó a la alcaldía. Durante su primer mandato, se apoyó en Participa Sevilla e IU. Cuatro años después, reforzado, ganó margen de maniobra y ha terminado apoyándose en Ciudadanos, con el que llegó un acuerdo de largo recorrido en 2020, firmado concretamente con el líder del partido naranja en la ciudad, Álvaro Pimentel, el hermano del exministro del PP Manuel Pimentel.
Con marchamo de hombre moderado y paciente –no ha habido manera de marcarle los tiempos durante la campaña–, es lo contrario de una máquina de dar titulares. Tiende a explicaciones largas, a veces alambicadas, en las que trata de no pisar ningún charco. A quienes buscan contundencia, Espadas los impacienta. Pero electoralmente le ha acabado funcionando, al menos en Sevilla. "A mí sí me creen, por eso me votan", ha dicho.
Espadas, formal e institucional, un alcalde pulcro y solemne, cumple con los ritos que ponen los pelos de punta a los sectores laicistas de Sevilla, donde tan habitual es el roce entre la esfera política y la religiosa en las festividades locales. Su talante moderado le ha valido reconocimientos, como el del cantante José Manuel Soto, conocido por su derechismo, que le lanzó un piropo –¿envenenado?– en plena campaña.
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Si Alfredo Sánchez Monteseirín, el anterior alcalde socialista, era machacado diariamente por ABC de Sevilla, ahora el rotativo conservador, líder en la ciudad, mantiene con el regidor una posición mucho más amable. La política da muchas vueltas, y las encuestas, sobre todo si no son buenas, llevan a virajes inesperados. Pero a priori no cabe esperar un opositor exaltado. Anoche, Espadas recibió la llamada de felicitación del presidente andaluz, Juan Manuel Moreno (PP), con el que mantiene una más que correcta relación institucional como alcalde de Sevilla.
Dificultades y retos
Algunos elementos de la actual coyuntura recuerdan al arranque de su etapa en Sevilla. También entonces se lo señaló como un candidato discreto y perdedor. Ahora sus adversarios deslizan un amplia batería de argumentos contra él: no despiertan entusiasmo; no va a movilizar a la izquierda; es poco conocido fuera de Sevilla; como alcalde de la capital que es, tendrá difícil abrirse paso en las provincias más antisevillanas... Se verá. A su favor ha jugado que la alternativa, Susana Díaz, ya perdió el poder en 2018 y además con ella en la oposición el PP y Vox han empezado a consolidar una mayoría que se repite sondeo tras sondeo. Igual que antes se le decía que se parecía a Zoido, ahora hay quien dice que Espadas recuerda a Moreno. El presidente le ha lanzado públicas alabanzas: sería "un rival con enorme potencial", es "una personal sensata", "no entra en la confrontación"... Los espadistas sostienen que Moreno ha hablado así de él porque deseaba que siguiera Díaz.