Comunicación política
El fenómeno Iván Redondo se detiene… de momento
La decisión de Iván Redondo de no continuar como jefe de Gabinete del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, cierra una peculiar etapa en la historia de la comunicación política en España. El protagonismo que ha adquirido su figura mientras ha ocupado el cargo ha centrado la atención sobre un puesto que de forma tradicional siempre fue ocupado por otros perfiles. Redondo ha sido el primer profesional de la consultoría política que ha llegado a desempeñar una función de tal envergadura. De momento, será también el último.
Redondo se ha caracterizado durante estos años que ha estado junto a Pedro Sánchez por eludir las apariciones públicas. Este hecho ha podido contribuir aún más a acrecentar la leyenda en torno a su figura, a sus responsabilidades y a su nivel de influencia. Lo más curioso del caso es que su actividad anterior más conocida era la de aparecer como analista político del programa Espejo Público, en Antena 3. Sin embargo, en cuanto pasó a ser el consultor de Sánchez se retiró de cualquier presencia ante las cámaras.
Los ‘spin doctors’
La figura de los consultores políticos no tiene un único biotipo estandarizado. Se puede desempeñar esa función desde muy diferentes áreas de conocimiento. Hay, de todas formas, una serie de habilidades que parecen ser las más requeridas y valoradas en el mundo en los últimos tiempos. De forma tradicional, en España, los asesores de cabecera de nuestros dirigentes provenían habitualmente de la política y compartían con ellos el mismo campo de acción. El paradigma quizá fuera el trabajo de Rubalcaba con González o Zapatero. También han existido funcionarios de alto nivel, especializados en el profundo conocimiento de las interioridades de la administración, como José Enrique Serrano. En alguna otra ocasión, hemos podido encontrar a especialistas en encuestas y estudios de opinión, como Pedro Arriola en el PP. Finalmente, también algunos expertos en comunicación han ocupado la función, como Miguel Ángel Rodríguez, con Aznar o Ayuso.
La peculiaridad de Iván Redondo es la de ser un profesional de la consultoría. Es lo que en la jerga política se conoce como un spin doctor en toda reglaspin doctor. La denominación no tiene fácil traducción en español y ni siquiera está del todo claro cuál es el origen real del término en Estados Unidos, en la década de los 80. La palabra spin es polisémica y puede tener varios significados. Uno de ellos es el de hilar. Algunos ensayistas defienden que la expresión spin doctor hace referencia a los expertos en hilar relatos políticos en un mundo condicionado decisivamente por la comunicación.
El peso de la comunicación
En los tiempos que vivimos, la comunicación ocupa un predominio creciente en términos de definición de cualquier estrategia política. Para algunos estudiosos del fenómeno, como Christian Salmon, “el trasvase inédito desde el mundo de la política hasta el mundo del entretenimiento en streaming es la culminación de un largo proceso que ha visto penetrar al caballo de Troya de la comunicación en el universo cerrado de la política, invitarse a la conquista y el ejercicio del poder, desempeñar en él un papel cada vez más importante imponiendo su racionalidad a la razón de Estado, sobredeterminándola, corroyéndola, hasta sustituirla: la comunicación se ha convertido en la razón de ser de la política”.
Redondo ha trasladado buena parte del lenguaje narrativo audiovisual a la hora de planificar sus acciones. Sus estrechos colaboradores cuentan cómo les marcaba el objetivo de que cada semana fueran capaces de crear algún evento informativo que, de alguna manera, llamara la atención mediática. De la misma forma que las series televisivas atraen la atención de su público cada siete días, su técnica consistía en garantizar un nuevo capítulo de su discurso cada semana. Además, la puesta en escena siempre ocupaba un papel básico que buscaba no pasar nunca desapercibido frente a la rutina del decorado político.
Especialista en encuestas
Otra aspecto que cobra cada día mayor importancia es la evolución de los tradicionales pollsters, los analistas de encuestas que intentan conocer al detalle las opiniones del electorado. Al igual que ocurre con la investigación sobre los gustos televisivos, la política plantea un grave problema. No es difícil saber lo que opina la gente sobre lo ocurrido hasta hoy. Lo complicado es determinar qué va a opinar y cómo va actuar a partir de mañana. Las encuestas no tienen por qué fallar a la hora de determinar qué piensa la gente votar en el futuro. Lo que suele ser imposible predeterminar es lo que finalmente votan.
Redondo cuenta con una larga experiencia en el análisis de datos. Es difícil encontrar un solo estudio de interés que no tuviera controlado. El gran problema es sopesar la evolución de los cambios de parecer en una sociedad que cada vez asume la modificación de sus criterios con mayor celeridad. El vértigo se ha convertido posiblemente en la tendencia más influyente en la política actual. La inestabilidad se ha convertido en la norma. Las carreras políticas son cada vez más breves e imprevisibles. Fenómenos como los de Albert Rivera o Pablo Iglesias son inimaginables décadas atrás. Grandes figuras de la política cuya trayectoria, desde su aparición hasta su retirada, apenas duran cuatro o cinco años.
En política, sin ideología definida
De su carrera profesional, se sabía que sus trabajos como consultor habían estado vinculados al Partido Popular. Había llegado incluso a ser miembro del Gobierno del PP de José Antonio Monago en Extremadura, hasta 2015. También había colaborado con Xavier García Albiol en la campaña en la que obtuvo la alcaldía de Badalona y, previamente, con el líder del PP en el País Vasco, José Antonio Basagoiti. Cuando en 2017 Pedro Sánchez decide contar con él, de cara a las primarias del PSOE, la decisión sorprende a muchos. Sin embargo, quienes conocen al hoy presidente del Gobierno hablan de su pragmatismo a la hora de medir la capacidad profesional de la gente.
Seguramente, la no identificación de la figura de Iván Redondo con una ideología marcadamente de izquierdas ha sido clave para poder entender su salida de Moncloa. Hasta el mismo día de su marcha, nadie discutía, ni creía posible discutir, sobre su continuidad como jefe de Gabinete. El problema, la discrepancia y, finalmente, la ruptura se produjeron cuando se plantea la posibilidad de que abandone un puesto técnico para pasar a formar parte del Gobierno como ministro con importante proyección pública y destacada presencia mediática.
Redondo barajaba la idea y Pedro Sánchez no veía ningún inconveniente inicialmente. Sin embargo, a medida que la remodelación ministerial se aproximaba, el nuevo Gobierno tendía a asentar su perfil en un reforzamiento ideológico identificado con el PSOE y una decidida apuesta por la renovación. Iván Redondo como ministro hubiera sido una manifiesta novedad, pero hubiera podido desentonar y hasta chocar con un equipo fuertemente enraizado en el Partido Socialista.
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La incógnita ante el futuro
El fenómeno Iván Redondo en primera línea de batalla ha durado, de momento, solo cuatro años. Quedará para siempre abierta la pregunta de qué hubiera ocurrido si, tal y como era su previsión, hubiese dado el salto a la política como líder en la lucha partidista. Ver a Redondo como parlamentario, convertido en “oposición de la oposición”, según había llegado a planificar, queda convertido en una histórica incógnita. Nadie, salvo él mismo, puede saber si alguna vez volverá se planteará volver a saltar a la arena, en lugar de quedarse, como hasta ahora ha hecho, planificando desde la barrera la actuación de otros.
Para Iván Redondo, su etapa como jefe de Gabinete, con 40 años recién cumplidos, le parecía que había tocado a su fin. Al no conseguir dar el salto a la política activa en primera línea, ha preferido abandonar y reinventar su carrera profesional en la empresa privada. Ofertas no le van a faltar.