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1921-2021: el desastre de Annual

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Antonio García Gómez

Nueve mil jóvenes españoles y dos mil quinientos rifeños adscritos al Ejército español, a doce kilómetros de la playa de Alhucemas, muertos, masacrados, del contingente contrario no se conocen datos, tragedia producida por la ambición y la codicia de unas élites económicas y militares que no tuvieron el menor empacho en disponer de “carne humana”, pobre, humilde, sometida, maltratada e inculta, precisamente a las órdenes de quienes invocaban las patrias propias, altaneras, para sus agónicos intentos de mantener y extender un quimérico imperio colonial, desde la ambición amoral... por ir escalando en el escalafón, por establecer hegemonía entre las cabilas del terreno árido, desértico, miserable.

Las mismas élites, muy españolas, muy henchidas de orgullo y prepotencia, cuando creyeron que los desarrapados sería fácil presa, y que pasadas unas décadas, sus herederos en la codicia, la ambición y la coartada del patriotismo de hojalata no perdieron ni un minuto en abandonar la provincia española del Sáhara, en plena transición de la dictadura a la democracia, aquella misma provincia que yo estudié de niño en el colegio, en cuanto vieron que el beneficio no compensaría el esfuerzo de volver a engañar a la ciudadanía, tan entorchados de patrioterismo barato como cobardes engalanados.

Pero entonces fueron otros tiempos y, a pesar de alguna resistencia y protesta populares, fuertemente reprimidas por las fuerzas del orden puestas al servicio de los poderosos, la morralla de quienes menos tenían, trabajadores elementales, del campo, de la ciudad, desheredados del bienestar soñado y desvelado, y no conseguido ni de lejos, fue reclutada e instalada en aquello secarrales que simulaban puestos de guerra, trincheras apenas socavadas en el pedregoso suelo, blocaos donde desesperaban los compatriotas y engordaban los piojos, sin agua, sin rancho, salvo unas pocas latas de sardinas, de bacalao rancio, de judías rancias y poco más… para morir por ¿la patria?, por la patria que ensalzaban los militarotes con sus espadones brillantes, haciendo garrote vil en el ideario a seguir, a obedecer, mientras la tropa moría degollada por las gumías de otros andrajosos que también luchaban, tal vez por su tierra, tal vez por el paraíso de los creyentes, tal vez porque tampoco tenían otra escapatoria.

Con un colofón triste y cobarde, cuando el rey de España, Alfonso XIII, en 1924 publicó y rubricó una amnistía general que obviara todas las responsabilidades del desastre que provocó la muerte de miles de compatriotas, el hambre entre las capas más humildes, la desigualdad, en definitiva, la desesperación… la pobreza sempiterna en un país rico, en manos, de caciques, obispos zampabollos, espadones airados, mal hablando en casinos y burdeles, conjurando contra el pueblo al que deciden “salvar” a su pesar.

Annual, militarismo y pasados coloniales

Annual, militarismo y pasados coloniales

Hasta llegar a nuestro días sin que aquella vil derrota se conmemore más allá del círculo de quienes estudian e investigan aquel desastre trágico, porque para los patriotas de “guardia” no interesa vanagloriar el sacrificio inútil de miles de campesinos y obreros que fueron a ofrecer, obligados por unos mandos inútiles y ambiciosos, sus vidas, sin alharacas, sin desfiles, sin proclamas, pegados al suelo seco del norte de Marruecos…

Mientras se les mantiene en el olvido como algo incómodo de recordar, sin laureles que adjudicar a ningún héroe de medallas y galones, por tratar de no mencionar mucho aquellos tristes episodios que se dieron por empleados, ni para bien, ni para mal, al cabo los muertos eran “carne de pescuezo”.

Antonio García Gómez es socio de infoLibre

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