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El dinosaurio todavía estaba allí

Aroa Moreno Durán: “O estamos todos incluidos en el futuro o nos vamos al carajo”

La escritora Aroa Moreno.

Hernán Grecco Ferrari | Clara Morales

Aroa Moreno Durán (Madrid, 1981) no fue capaz de escribir, y apenas de leer, durante el confinamiento estricto, en la primavera de 2020. Parecía que la angustia lo invadía todo, que era imposible dedicar espacio mental a cualquier cosa que no fuera el coronavirus. En los peores momentos, parecía incluso que la cosa tardaría mucho en cambiar. Pero cambió, y ahora la periodista y escritora volvió a leer y a escribir, y ultima un nuevo proyecto después de La hija del comunista (Caballo de Troya, 2017), la novela que le hizo ganar el Ojo Crítico de Narrativa y que la puso en el panorama literario español.

Hay cosas que se han quedado por el camino. Otras no. En agosto del año pasado, en el que —no lo sabíamos aún— sería el primer verano de la pandemia, Moreno Durán reivindicaba en este periódico el valor de lo público: “Si lo seguimos desangrando, volveremos a sufrir, antes o después, el colapso”. Aquella convicción no solo se ha mantenido, sino que se ha multiplicado, y le suma una reivindicación de la justicia social y del espíritu comunitario, la conciencia aún mayor de la fragilidad del sistema. Pero no todo es alarma. Ahí está su hijo —cuya alegría, decía el verano pasado, le había rescatado en más de una ocasión—, que quiere ver un volcán de verdad. Ahí están las ganas de celebrar. Y el aprendizaje de que eso que parece poco en realidad es mucho.

Pregunta. Dígame un destino de verano al que soñara con ir durante confinamiento, para sobrellevarlo, y uno al que irá este año. ¿Coinciden?

Respuesta. Quería ir a Venecia, no sé muy bien por qué. Quería pasear por esas callejuelas y tomarme un vino de noche junto a un canal. Además, mi novela se acababa de publicar en Italia cuando comenzó el confinamiento y no pude ir a defenderla. Este año iré, entre otros sitios, a Canarias, porque mi hijo quiere ver un volcán de verdad. No está mal. Pero no se me quitan las ganas de cruzar el puente Rialto.

P. Ahora que se supone que encaramos (por fin) la salida de la pandemia... ¿tiene miedo de lo que viene?

R. El coronavirus nos ha mostrado un miedo nuevo que no conocíamos antes, con el que no contábamos. Es, además, un miedo compartido a escala global. Hemos descubierto muchas fragilidades de nuestro sistema. Hemos sabido que vivíamos ignorando muy conscientemente algunos desequilibrios. No me da miedo lo que pueda llegar porque también he aprendido que da igual el miedo que tengas, la vida es completamente imprevisible y solo cuenta cómo la encaras.

P. ¿Y cómo ve el futuro cercano? ¿Cree que nos esperan los brindis de los felices veinte o más bien las lágrimas de una larga crisis?

R. Para que lleguen esos felices veinte, todos tendríamos que poder disfrutarlos. Supongo que después de un año y medio tan terrible, tenemos que emerger. Sí creo que vienen vientos favorables.

P. ¿Cómo le ha cambiado la pandemia? ¿Ha cambiado de alguna manera lo que considera importante en su día a día o vuelve a ser la de antes? ¿Es usted más solidaria? ¿Es usted más solitaria?

R. Voy a intentar quedarme con lo que me ha cambiado para bien. Más que nunca, tengo una conciencia de que o estamos todos incluidos en el futuro o nos vamos al carajo. O hay igualdad de oportunidades, de acceso a la salud, a la educación, a la cultura y al trabajo o esto no va a funcionar. También me he vuelto más laxa a la hora de planificar mis días y mi vida. Como te decía antes, nunca se sabe. Más solitaria no me he vuelto, de hecho, creo que me he vuelto más habladora y abierta. Y tengo ganas de celebrarlo todo.

P. En el confinamiento parecía haber un consenso en el sector del libro: el ritmo de publicación era insostenible. Cuando abrieron las librerías, ese consenso desapareció. ¿Qué pasó? ¿Cree que la industria ha renunciado a aprender algo de la pandemia?

R. Se publicaba y se publican muchísimos títulos, pero la industria del libro hace equilibrios como puede entre unos y otros para sostenerse. Algunos habrán tomado nota y otros preferirán regresar a la fórmula de antes. Desconozco los esfuerzos de cada uno.

P. El libro se ha recuperado mucho mejor que otros sectores de la cultura. ¿Lo ha notado usted en su cartera y en sus proyectos? ¿La recuperación está llegando a los autores o se está quedando en otros bolsillos?

R. No sé qué estaría pasando hoy con mis proyectos si la pandemia no hubiera llegado en marzo de 2020. Me siento afortunada por lo que he tenido y por lo que está por llegar. Pero lo que se llevó aquel tiempo perdido ya no regresará nunca. Incluidas algunas oportunidades. Y eso hay que asumirlo. Espero que la recuperación llegue también a los autores que publicaron libro en la primavera de 2020 y se quedaron solos en las mesas de las librerías cerradas. Escribir un libro es un esfuerzo, hermoso, pero esfuerzo, un trabajo, y es fundamental que encuentre a los lectores.

P. Imagínese en 2031: ¿cómo son las librerías, qué tipo de títulos hay en los catálogos de las editoriales, de qué viven los autores? ¿Ve una revolución o un día de la marmota?

R. Cada tiempo pide una forma de contarse. La revolución está en la mirada de los autores. Si la mirada no cambia en diez años, sería decepcionante. Hemos visto cosas que jamás pensamos que veríamos. Nuestra vida cotidiana es otra hoy y, con ella, nuestro lenguaje, nuestra forma de comprendernos. Algún día, con una buena perspectiva, nos contarán estos tiempos que hemos vivido. Alguien vendrá y pondrá orden en este caos.

P. De los comportamientos que ha visto en la sociedad en los últimos meses, ¿de qué se enorgullece y de qué se avergüenza? ¿Qué cree que usted podría haber hecho de manera distinta?

R. He pasado mucha vergüenza, mucha, pero también rabia. El sálvese quien pueda, en todos los sentidos, ha sido bastante evidente.

Me da mucho orgullo y felicidad ver el proceso de vacunación, a los niños con sus mascarillas en la fila para entrar al colegio durante todo un curso, los reencuentros familiares, las visitas en casa ahora son algo maravilloso. Es muy emocionante cómo vamos poniéndonos a salvo.

 P. El 11 de Marzo de 2020, unos días antes del inicio del confinamiento, usted llamaba en un artículo de opinión a “evitar buscar réditos políticos de una crisis de salud pública” y pedía a la ciudadanía: “Estemos, de una vez, a una”. Ha pasado más de un año desde aquella publicación. ¿Qué les diría ahora?

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 R. Vaya, y eso que no sabía la que se nos venía encima… Imagínate, viviendo en Madrid, la gestión que hemos padecido aquí ha sido muy frustrante. No podía entender, además, toda esa soberbia. Supongo que el tiempo pondrá a estas personas en su sitio, la atrocidad no puede quedar impune.

P. Si pudiera enviarle un mensaje desde el futuro a su yo de marzo de 2020, ¿qué le diría?

 R. No friegues con lejía todas las noches, te destrozarás las manos.

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