Afganistán
"Hay que invertir en periodismo": la cobertura en Kabul deja al desnudo el reporterismo de guerra de los grandes medios
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"En 2011 estuve siete meses en Afganistán. Apenas gané dinero, entre 45 y 100 euros al mes dependiendo del tipo de información o crónicas que podía colocar". Con estas dos frases, el periodista Antonio Pampliega resumía en el documental Pagando para ir a la guerra lo complicado que le resultaba ganarse la vida informando desde algunas de las zonas más calientes del planeta. Ahora, una década después, el país en el que intentó ganarse la vida este reportero ocupa primeras planas y abre telediarios en medio mundo. Y los principales diarios de tirada nacional, los más potentes económicamente, apenas ofrecen piezas sobre el terreno, ese en el que en las últimas dos décadas han muerto más de seis decenas de periodistas. Las que incluyen sobre la crisis provocada por la vuelta de los talibanes al poder están firmadas, en el mejor de los casos, desde Estados cercanos. Escritas desde suelo afgano, solo las notas que ofrecen las agencias de noticias más potentes, como AP o AFP. Algunos viejos corresponsales lo achacan a un interés cada vez menor de los grandes medios por la información internacional. Otros, sin embargo, lo achacan a las circunstancias concretas que han rodeado la caída del régimen.
La información internacional lleva años perdiendo peso. "Los medios cada vez dedican menos tiempo y presupuesto a cubrir los conflictos", señalan Eva Lavín y Max Römer en "Corresponsalías de guerra españolas: un reflejo del periodismo actual". Y lo han hecho a pesar de que los reporteros que trabajan fuera de las fronteras españolas han repetido por activa y por pasiva que unas buenas piezas escritas desde estas zonas calientes tiene, por supuesto, un interés entre los lectores y los telespectadores. El problema es que eso cuesta dinero y los grandes medios no están para tirar cohetes. Si en 2007, justo antes de que saltase por los aires Lehman Brothers, la inversión publicitaria en los diarios se acercaba a los 2.000 millones de euros, en el último ejercicio prepandemia –el de 2019– se quedó por debajo de los 500 millones, según datos de Infoadex. Una caída que, unida al retroceso de las ventas en papel al calor de una apuesta por las noticias abiertas en Internet, ha puesto a las grandes cabeceras en una situación económica complicada. ¿El resultado? Un tajo en las corresponsalías y una apuesta por otro tipo de contenidos más baratos de producir.
Alfonso Armada es uno de esos tipos que se han jugado el pellejo en lugares complicados. Cubrió el cerco de Sarajevo o el genocidio de Ruanda. "Ahora mismo estamos un poco a oscuras", dice sobre la situación actual en Afganistán el excorresponsal en África y Nueva York de El País y Abc y actual presidente de Reporteros Sin Fronteras. Al otro lado del teléfono, se lamenta de la falta de periodistas de los grandes medios nacionales sobre el terreno. Porque, dice, es imposible de informar sobre algo a cientos o miles de kilómetros de distancia. "Como cronista, tienes que estar en los sitios. Tienes que ver con tus propios ojos, sentir con tus propios sentidos. Eso permite que las piezas sean mucho más ricas, fidedignas e interesantes", señala Armada, que tiene la sensación de que la cobertura está marcada por una gran cantidad de opinión que, en muchos casos, no son más que "trazos de brocha gorda" sobre un país "muy complejo". "Hay que invertir en periodismo. No puede ser que los medios importantes quieran que sus lectores vuelvan pero sin ofrecer grandes historias", asevera el presidente de Reporteros Sin Fronteras.
Gervasio Sánchez es un histórico del fotoperiodismo de conflicto y crisis humanitarias. Cámara en mano, ha estado en Latinoamérica, la Guerra del Golfo, Yugoslavia, África o Asia. En agosto de 1996 viajó por primera vez a Afganistán, un país en el que ha estado trabajando en varias ocasiones. El reportero, sin embargo, rechaza tajantemente la "excusa" de la "crisis económica" cuando aborda el tema. "Cuando la situación de los grandes medios era buena económicamente, tampoco había nadie. La prensa española nunca ha hecho una cobertura regular en Afganistán", señala al otro lado del hilo telefónico. De hecho, sitúa a Mónica Bernabé como la única excepción: trabajó como corresponsal freelance para El Mundo en el país entre 2006 y 2014. "Los medios no invierten en este tipo de información. Tienen a opinadores, todólogos muy bien pagados, pero luego no quieren apostar por el periodismo internacional que no sea el de las grandes capitales de interés, como Berlín, París o Washington", sentencia.
No es que no haya periodistas dispuestos a contar al pie del cañón lo que está pasando en zonas conflictivas. Hay muchos. Y lo sabe porque desde Reporteros Sin Fronteras se prestan gratuitamente chalecos antibalas y cascos de protección a todos aquellos que van a trabajar a lugares peligrosos. Eso sí, explica, casi siempre son freelance, es decir, plumillas o fotógrafos que colaboran con medios. "Por lo general, con unas condiciones de trabajo precarias, miserables", completa. Y algunas veces dejándose sus propios ahorros por el camino. Pampliega, por ejemplo, contaba en el documental que si invirtió en Irak 1.500 euros, solo fue capaz de recuperar 700 con las piezas que le compraron. En Pakistán, calculaba que se habría dejado unos 3.000 euros. Y unos 1.500 en Haití. "Cuando ofrecemos este material a los medios españoles y su respuesta es que no da audiencia", se lamentaba entonces.
Marc Marginedas es actualmente corresponsal de El Periódico de Catalunya en Moscú. A sus espaldas, las guerras de Irak, Afganistán, Líbano, Siria o Argelia. El periodista no cree que a los grandes medios no les interese apostar por la información internacional. "Cuando se trata de conflictos, están dispuestos a gastarse el dinero. Estar allí les da prestigio", considera. Si no es breaking news, la cosa cambia un poco. Ahí, reconoce, "les cuesta más tomar la decisión".
No obstante, cree que si ahora no hay informadores de los principales diarios sobre el terreno es, principalmente, por la velocidad con la que se han desarrollado los acontecimientos. La capital ha caído en pocas horas. Y desde entonces, entrar en el país es misión imposible. Es cierto que medios estadounidenses como la CNN tienen a periodistas sobre el terreno. Pero eso lo achaca a que "ya tenían gente allí" cubriendo "la retirada de las tropas estadounidenses" cuando todo comenzó a derrumbarse ante el avance talibán.
La Federación Internacional de Periodistas ha señalado este viernes que los informadores están en el punto de mira de los talibanes. Hace pocas horas, los insurgentes asesinaron a un familiar de una periodista de la cadena Deutsche Welle –que trabaja ahora en Alemania– cuando iban en su búsqueda, informa Europa Press. En los últimos veinte años han muerto en el país 64 profesionales de la información, según el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés). Entre ellos, Julio Fuentes, el enviado especial de El Mundo para la cobertura de la invasión estadounidense que fue asesinado en noviembre de 2001 en una emboscada al convoy en el que viajaba y que se dirigía a Kabul desde Jalalabad. Junto a él, también perdieron la vida la corresponsal italiana del diario Il Corriere della Sera, María Grazia Cutuli, y el cámara australiano Harry Burton, que trabajaba para la agencia Reuters.