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El dinosaurio todavía estaba allí

Ana Flecha Marco: "Mi trabajo alimenticio es la traducción de libros"

La escritora y traductora Ana Flecha Marco.

El caso de Ana Flecha es el de una escritora que comprende las letras en todos los sentidos. Escribe, traduce libros del noruego, inglés y francés al castellano e interpreta el lenguaje en un idioma más, el gráfico: ha sido ilustradora de varias publicaciones.

Licenciada en Traducción e Interpretación en la Universidad de Salamanca, es la autora de Piso Compartido, una novela que vio la luz por primera vez 2018 y que se reeditó en la primavera de este año. Estudió bachillerato en Noruega, volvió al país unos años más tarde y es, con todo ello, una experta en su lengua. Ha traducido al español más de una docena de libros y escogió al país escandinavo como paisaje para una de sus publicaciones: Dos novelitas nórdicas. Ya lo dice en su sinopsis, “el título de este libro no es una metáfora. Dos novelitas nórdicas es exactamente lo que dice ser: una novelita seguida de otra y, evidentemente, de ambientación nórdica las dos”.

Si le preguntan por el país, recuerda una anécdota que resume la situación del sector literario español frente al mundo editorial noruego. En una presentación de la autora nórdica Nina Lykke, Flecha preguntó “si solo se dedicaba a escribir”. Ella la miró “como si fuera una extraterrestre” y le dijo que sí, que era escritora. Para la traductora española aquello fue el ejemplo de un país que vela por su cultura: “Muy pocos autores españoles pueden decir lo mismo. Envidié mucho su sorpresa ante la pregunta”. Sobre la irrupción del coronavirus, la autora se considera una afortunada. A pesar de un sector que aún se recupera tras la crisis vivida, ella “no solo no ha dejado de trabajar desde el inicio de la pandemia, sino que, y toca madera, no han parado de llegarle encargos”. Con todo, Flecha define su labor como un sustento de vida: “Mi trabajo alimenticio es la traducción de libros”.

PREGUNTA. Dígame un destino de verano al que soñara con ir durante confinamiento, para sobrellevarlo, y uno al que irá este año. ¿Coinciden?

RESPUESTA. La verdad es que no soy yo muy entusiasta del verano y durante el confinamiento solo soñaba con hacer cosas normales: salir a la calle, dar un paseo, ver a mis amigas. Puede que lo más veraniego que me apeteciera hacer fuera ir a la piscina. Por suerte ya he podido hacer todas esas cosas.

P. Ahora que se supone que encaramos (por fin) la salida de la pandemia... ¿tiene miedo de lo que viene? En caso afirmativo, ¿se lo ha infundido de alguna manera el coronavirus?

R. No tengo más miedo del habitual, que tampoco suele ser mucho. No porque no haya motivos para tener miedo, claro, que los hay y de sobra, sino porque, en la medida de lo posible, intento ser un poco inconsciente ante lo inevitable.

P. ¿Y cómo ve el futuro cercano? ¿Cree que nos esperan los brindis de los felices veinte o más bien las lágrimas de una larga crisis?felices veinte

R. Espero que sean los brindis, los reencuentros y los bailes. Y ante la crisis, movilización colectiva.

P. ¿Cómo le ha cambiado la pandemia? ¿Ha cambiado de alguna manera lo que considera importante en su día a día o vuelve a ser la de antes?

R. Creo que es pronto para ver ciertas cosas, pero soy consciente de que he tenido mucha suerte. Ningún familiar ni amigo cercano ha estado enfermo, me encuentro a gusto en mi casa, estoy bien rodeada y bien acompañada, no me ha faltado el trabajo. No es que antes no valorase estas cosas, porque siempre las he valorado mucho, pero ahora lo tengo más presente.

P. En 2018 publicó Piso compartido, que se reeditó este mismo año de la mano de la editorial Piso compartidoMr. Griffin. En la novela cuenta cómo una joven, tras aparecer en una casa sin saber por qué, convive con las cinco mujeres ancianas que viven allí. Su libro es el relato encantador de la comunicación que, a pesar de la diferencia de edad, entablan cada día en su hogar. Si la novela hubiera sido ideada tras la irrupción de la pandemia, ¿cree que la convivencia entre las protagonistas hubiera sido diferente?

R. Pues, sinceramente, creo que no. Más que nada porque el libro lo he escrito yo y me da una pereza infinita escribir sobre la pandemia. Aparte de eso, Piso compartido es una novelita de interior, por lo que la vida de las protagonistas no habría cambiado demasiado.

P. Además de escribir, es traductora de libros del noruego, inglés y francés al castellano. Estudió bachillerato en el país nórdico y volvió unos años después. Es más, una de sus publicaciones, Dos novelitas nórdicasDos novelitas nórdicas, tiene como escenario Noruega. ¿Qué diferencias encuentra entre el sector editorial noruego y el español? ¿Considera que los autores y editores tienen un mayor respaldo en otros países europeos frente a la situación española?

R. Desconozco la situación de los autores y editores en otros países europeos, pero en Noruega la respuesta es un sí rotundo. Se invierte mucho dinero público en cultura en general y en los libros en particular. Recuerdo que, en una presentación de Estado del malestar, de Nina Lykke, libro que he traducido para Gatopardo ediciones, le pregunté a la autora si solo se dedicaba a escribir. Me miró como si fuera una extraterrestre y me dijo que sí, que era escritora. Muy pocos autores españoles pueden decir lo mismo. Envidié mucho su sorpresa ante la pregunta.

P. En el confinamiento parecía haber un consenso en el sector del libro: el ritmo de publicación era insostenible. Cuando abrieron las librerías, ese consenso desapareció. ¿Qué pasó? ¿Cree que la industria ha renunciado a aprender algo de la pandemia?

R. Creo que quienes tendrían que parar el ritmo, como en todos los sectores, son quienes menos dispuestos están a hacerlo. No porque renuncien a aprender, sino porque no les interesa tomar esa decisión. En palabras de Noemí Argüelles, de Paquita Salas: digo pocas cosas, pero yo creo que se me entiende.

P. El libro se ha recuperado mucho mejor que otros sectores de la cultura. ¿Lo ha notado usted en su cartera y en sus proyectos? ¿La recuperación está llegando a los autores o se está quedando en otros bolsillos?

R. Mi trabajo alimenticio es la traducción de libros. Tengo la suerte de trabajar con el noruego, que es una lengua con pocos hablantes. Además, es el idioma oficial de un país próspero que invierte gran parte de esa prosperidad en cultura. Gracias a NORLA, la agencia de promoción de la literatura noruega en el extranjero, los editores reciben ayudas que solo cobran una vez que han pagado la traducción de los libros. Así se aseguran de que haya más editoriales extranjeras interesadas en la traducción de títulos noruegos y también de que quienes traducimos cobremos dignamente por nuestro trabajo.

No solo no he dejado de trabajar desde el inicio de la pandemia, sino que, y toco madera, no han parado de llegarme encargos. Pero la mía es una situación excepcional. No todos los traductores de libros tienen tanta suerte. El nuestro es un sector precario: las tarifas llevan años sin subir (en algunos casos incluso han bajado), los plazos son cortos y los contratos, a menudo, abusivos. Es difícil vivir de los libros. Para que todos los eslabones de la cadena podamos hacerlo, habría que repensar muchas cosas y ese esfuerzo, que ya se hace desde las asociaciones y los gremios, tiene que ser colectivo.

P. Imagínese en 2031: ¿cómo son las librerías, qué tipo de títulos hay en los catálogos de las editoriales, de qué viven los autores? ¿Ve una revolución o un día de la marmota?

R. Como me está pidiendo que imagine, me atreveré a imaginar un futuro más amable que el que probablemente acabe llegando. En ese futuro mío las librerías serían independientes y tendrían más fondo que novedades. Las tiradas serían más cortas y la vida de los libros, más larga. Se publicaría menos y se editaría mejor. Los autores, como cualquier trabajador, vivirían de su trabajo.

P. De los comportamientos que ha visto en la sociedad en los últimos meses, ¿de qué se enorgullece y de qué se avergüenza? ¿Qué cree que usted podría haber hecho de manera distinta?

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R. Me enorgullezco del comportamiento de algunas personas solidarias, empáticas y amables. Me avergüenzo de que, como sociedad, contemos con el comportamiento de algunas personas solidarias, empáticas y amables para que todo funcione.

P. Si pudiera enviarle un mensaje desde el futuro a su yo de marzo de 2020, ¿qué le diría?

R. A ver, hija, por favor, que no vas a estar encerrada toda la vida.

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