El Ojo Público
La bicicletas siguen siendo para el verano: la Vuelta dispara la audiencia de TVE
Las transmisiones de la Vuelta a España se han convertido en protagonistas de TVE durante los últimos quince días. En la jornada de este miércoles, con el final de la etapa en la cumbre de los lagos de Covadonga, La 1 marcó un 16,6 de audiencia duplicando la media de la cadena (8,6) y convirtiéndose en el espacio más visto del día, un lugar que ha ocupado buena parte de la segunda quincena de agosto, aún sin llegar a este llamativo dato. Antes de esa hora, el desarrollo de la etapa ha llevado a Teledeporte a ser varios días el espacio líder de la TDT, con cifras solo alcanzadas en determinadas jornadas de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.
Para los aficionados al deporte, a cualquier deporte, nada supera la emoción de contemplar presencialmente competiciones y carreras. Otra cosa es que en el caso de algunas especialidades, la emoción se consuma en poco espacio de tiempo y no se pueda tener idea del resultado hasta tiempo después de producirse. Es el caso del ciclismo de alta competición. Tanto en el Tour de Francia, como en la Vuelta a España. En los márgenes de las carreteras se agolpan miles de aficionados que jalean, aplauden, gritan, se entusiasman o decepcionan al paso de los corredores por su lado. Son momentos excepcionales, sobre todo para los que no se conforman con salir a las calles de su población al paso del pelotón, sino que son capaces de caminar kilómetros para situarse cerca de la cumbre a la espera de que su favorito ascienda destacado.
Yo mismo he sido uno de los que me asomé a las calles de mi población natal, hace ya demasiados años, en una Vuelta a España... y no puedo ocultar la decepción que sentí: sirenas ensordecedoras de la Guardia Civil preceden a un coche de la organización; de pronto, tres ciclistas que pasan a toda velocidad, aunque se capta el ruido de su pedaleo –"¿quiénes eran?", pregunto y obtengo versiones múltiples y diferentes–; de súbito llegan y pasan el resto de corredores; pasan, efectivamente, pero no hay manera de distinguir unas caras de otras, si acaso los espectadores especulamos por el color de los uniformes que visten; más coches de la organización, más sirenas y motos, y una larga, vistosa, y ensordecedora caravana publicitaria; a su término, vuelta a casa con la sensación de haber sido testigo de un evento extraordinario, del que no me he enterado de nada.
El esloveno Primoz Roglic (Jumbo Visma) celebras tras imponerse en solitario en la 17ª etapa de la Vuelta este miércoles. EFE
Pero en 1959 ganó el Tour de Francia mi paisano Bahamontes, Federico Martín Bahamontes, un antiguo repartidor de fruta con su bicicleta por las empinadas cuestas del casco histórico de Toledo, que le prepararon para ser el primero en puertos míticos. Por si fuera poco el triunfo en sí, ocurrió el 18 de julio en pleno franquismo, así que los responsables de la incipiente Televisión Española se aprestaron a conseguir imágenes de las siguientes ediciones de la carrera; al principio para ofrecer crónica resumen en los telediarios; después para transmitir en directo los finales de etapa. Como pasaría después con Santana en el tenis, Ángel Nieto con las motos, Emiliano en el baloncesto, y tantos otros ejemplos, el hecho de tener un campeón español disparó la afición y la bicicleta pasó de medio de transporte a petición infantil en Reyes y cumpleaños. El fútbol, siempre en cabeza, dejó de ser el único espectáculo deportivo de masas.
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Y la televisión avanzó, primero en Francia, claro, pero también en España; unidades móviles y enlaces permitían ofrecer en directo las principales carreras y las siestas de verano empezaron a estar dominadas por los finales de etapa. ¡Ahí es nada! Recostarse en el sofá y seguir al minuto cada escapada, cada ascensión, con rótulos que aclaran quién es quién entre los ciclistas, a qué equipo pertenecen, distancia a meta y tiempo de ventaja sobre los perseguidores, las reacciones en el pelotón... En fin, el espectáculo total servido a domicilio.
Y en TVE, tradicional poseedor de los derechos televisivos, se sucedieron informadores perfectamente entrenados para este tipo de eventos, así hemos visto encanecer al actual responsable, Ángel de Andrés, y a su lado a Perico Delgado, el ciclista lleno de chispa que emocionó a la afición, tras años y años en que los españoles pintaban poco, al ganar el Tour de Francia, anticipo de los cinco que lograría Miguel Induraín, y de los posteriores de Sastre o Contador. Perico, que a sus sesenta y un años sigue subido a la bicicleta, haciendo rutas amateur durante todo el año, fue un auténtico descubrimiento como comentarista desde que se inició en la tarea; parece que ha trasladado al medio televisivo la chispa que le hacía abandonar al pelotón en sus tiempos de profesional; ahora describe cada kilómetro de la carrera con el conocimiento de quién ha recorrido cada tramo, indica lo que viene tras cada curva, tras cada paso por esta o aquella población; y glosa, desde la experiencia propia el esfuerzo, las alegrías y desanimos de los corredores. Todo con amenidad, complementando las intervenciones del equipo de informadores profesionales, e interpelando a los invitados, entre los que se encuentran los mejores ciclistas de los pasados treinta años.
Con todo ello se conforma no una mera transmisión, sino un completo espectáculo televisivo, que atrae a más de un millón de espectadores, saciados de telenovelas, culebrones y películas mil veces vistas, y que confirman que las bicicletas son para el verano televisivo.