Plaza Pública
¿Por qué es el momento más importante de nuestra historia?
Reconozco que realizar una afirmación de este calado tiene sus riesgos. No tanto porque tenga dudas de que no sea este el momento más importante de nuestra historia, sino porque es posible que a medida que vayamos avanzando en el tiempo nos topemos con otros momentos que sean todavía más importantes.
Estamos al borde del precipicio, es la singularidad. Pero tengamos algo muy claro: si conseguimos no caernos, no significa que no podamos hacerlo en el futuro. No vamos a abandonar el precipicio en el corto plazo. Seguiremos caminando por el mismo sendero peligroso. Por utilizar el argot tenístico, la mala noticia es que tenemos punto de partido en contra, la buena es que sacamos nosotros para seguir en el juego.
Si no les gusta este símil, les propongo el del histórico activista medioambiental Bill McKibben. En su último libro afirmó que, si bien “el juego humano que hemos estado jugando no tiene reglas y no tiene fin, sí tiene dos imperativos lógicos. El primero es que sigamos en él, el segundo es que siga siendo humano”. La crisis climática a día de hoy es el principal obstáculo al juego humano. No parece nada claro que vayamos a seguir jugando y no parece fácil que el juego humano se pueda desarrollar con una pizca de humanidad.
El pobre estado de salud de nuestras democracias no ayuda a solucionar el inmenso reto que afrontamos. Es cierto que hemos recibido buenas noticias desde Alemania y el norte de Europa, pero la Unión Europea no parece inmune a la nueva oleada autoritaria. Lo vemos constantemente con Hungría o Polonia. Lo estamos viendo recientemente en el corazón de la Unión Europea, Francia. Allí la extrema derecha de Le Pen se ha quedado corta. Su lugar parece que puede ser ocupado por el “nuevo” fenómeno neofascista de Éric Zemmour que podría ser segunda fuerza en la primera vuelta. Sin embargo, la situación al otro lado del Atlántico es considerablemente peor.
Las rimas con el pasado son estridentes, pero la Historia nos deja una triste ironía. Si bien los Estados Unidos en los años 30 lideraron un proyecto socialdemócrata con Roosevelt, mientras que Alemania caía en el terror nazi, ahora parece que los papeles pueden intercambiarse. La victoria de Joe Biden ha supuesto un alivio y un respiro, pero el peligro sigue siendo muy real.
Es precisamente en Estados Unidos donde la amenaza coge por momentos tintes aterradores. La que es a día de hoy la primera potencia mundial vive la peor crisis política desde su Guerra Civil. Los intentos de los republicanos de preparase para dar el Golpe de Estado que no pudo dar Donald Trump al final de su mandato y el continuo sabotaje a la administración Biden alcanza niveles que han sorprendido a los analistas más pesimistas. Quizá opinen que exagero y que son delirios izquierdistas, pero piensen que esta exageración no es más pronunciada que la de las élites económicas o los medios conservadores.
Hace unas semanas Robert Kagan en el Washington Post afirmó que “los Estados Unidos están atravesando su mayor crisis política y constitucional desde la Guerra Civil, con una probabilidad razonable de que en los próximos 3-4 años se produzcan incidentes de violencia masiva, una ruptura de la autoridad federal y la división del país en enclaves rojos y azules enfrentados”. Una opinión parecida a la de Martin Wolf, que escribió otro artículo terrorífico para el Financial Times: “La extraña muerte de la democracia estadounidense”.
¿Y por qué entonces estas semanas son las más importantes para la humanidad?
Por dos motivos. El primero es que la administración Biden está tratando de pasar un plan de 3,5 billones de dólares que es fundamental para el país. Fundamental para la acción climática, pero también para recomponer el país después de décadas de destrucción neoliberal. Los demócratas no necesitan a los republicanos para aprobarlo, pero el problema está en que hay dos demócratas fuertemente ligados al sector corporativo que están dispuestos a sabotearlo: Joe Manchin y Kyrsten Sinema.
Si finalmente fracasa, las consecuencias serán catastróficas, haciendo mucho más probable que los republicanos ganen las elecciones de medio mandato el año que viene. De esta forma, Biden apenas tendrá margen para implementar políticas progresistas y previsiblemente será más fácil que Donal Trump vuelva al poder en 2025.
Pero hay otro motivo incluso más importante. Es la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el cambio climático que se va a celebrar este noviembre en la ciudad de Glasgow. Posiblemente la última oportunidad para que los países se comprometan de verdad a cumplir los objetivos del Acuerdo de París. Quizá nuestra última chance para evitar un aumento de la temperatura que haga muy difícil que el juego humano pueda continuar. Si los republicanos y los demócratas corporativos se unen para sabotear a Biden, la conferencia quedará seriamente tocada.
Asimismo, hay otro factor que está golpeando con especial fuerza a Europa. Es la crisis energética y el aumento del precio del gas como consecuencia del aumento de la demanda. Es imprescindible que la presión social hacia los Gobiernos se canalice adecuadamente para que la UE no rebaje sus objetivos climáticos. Debemos tener en cuenta que si no hay un compromiso más sólido por los gobiernos de que la transición verde se haga de una manera justa socialmente, esto será gasolina para la oleada autoritaria, ya que encontrará más fácilmente una forma de erosionar a las democracias liberales. La mejor forma de hacerlo es acelerar los objetivos de descarbonización, ya que paradójicamente la energía renovable es la más barata actualmente. Pero no solo es eso, la UE, al igual que los países más ricos, debe destinar mucha más ayuda a los países con menos recursos para acelerar la descarbonización de la economía global.
¿Qué solución entonces tenemos? Volver precisamente a lo que funcionó en el pasado y evitar lo que ha sido nocivo. Es muy simple. Las políticas socialdemócratas tienen el potencial de recomponer nuestra sociedad y de evitar una catástrofe, ya venga desde el lado ambiental o desde el sistema político. Más que nunca debe reconocerse que el neoliberalismo ha deteriorado la convivencia y nos ha dejado apenas sin tiempo.
Sí, estamos en una situación terrible, pero no tenemos derecho a lamentarnos más de la cuenta. Dice Gramsci “pesimismo de la inteligencia, optimismo de la voluntad”. Que el juego humano continúe depende de lo que hagamos ahora. Recuerden. Vivimos el momento más importante de la historia de la humanidad.
El antiliberalismo de Juan Ramón Rallo
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Isa Ferrero es escritor e ingeniero de la energía especializado en la política exterior occidental, el cambio climático y el liberalismo.
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