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La derecha europea, sin líder ni estrategia tras la marcha de Merkel y la deriva ultra de Orban
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Las elecciones alemanas del pasado 26 de septiembre mostraron, si no un repunte estructural, ciertas evidencias de que los socialdemócratas han recuperado la forma. Por primera vez desde 1998, el SPD quedaba por delante de los democristianos de la CDU-CSU. Presionado, el candidato conservador, Armin Laschet, dijo el jueves pasado que estaba dispuesto a dejar la presidencia de la CDU. Su fracaso es manifiesto, ya que la CDU-CSU sólo obtuvo 11,2 millones de votos, frente a los 15,3 millones de 2017, de la última candidatura de Angela Merkel. Incluso la CSU bávara está perdiendo terreno (siete puntos menos de unas elecciones a otras).
En el Parlamento Europeo, los miembros electos del Partido Popular Europeo (PPE), el grupo principal de la Cámara en número de eurodiputados, han seguido de cerca este declive de uno de los pesos pesados de sus filas. Llega en un momento particular, cuando esta familia política, ya sacudida por la salida forzada del húngaro Viktor Orban en marzo, está a punto de perder a su líder natural durante 16 años, Angela Merkel.
“Hay que tomarse en serio esta situación. Estamos en un momento en que se nos pone en tela de juicio”, reconocía François-Xavier Bellamy, jefe de la delegación de Los Republicanos (LR) en el Parlamento Europeo, instando al grupo a “ponerse las pilas”. “Me preocupa, no me gusta ver cómo se erosiona la influencia de mi familia política”, precisa Arnaud Danjean, otro eurodiputado de LR desde 2009.
En el Europarlamento, las cifras de los últimos mandatos confirman la tendencia a la baja del PPE, otrora todopoderoso: 268 eurodiputados en los comicios de 2004; 265, en 2009; 221, en 2014 y, finalmente, 182 en las últimas elecciones de 2019. El grupo del PPE sigue siendo el más numeroso de la Cámara, pero la salida del Fidesz de Orbán ha reducido aún más su peso (178 representantes). “El día en que seamos segundos [por detrás de los socialdemócratas] es cuando las cosas van a cambiar de verdad”, pronostica un asesor del grupo.
Por parte del Consejo Europeo, la institución que lleva la voz de los Estados en Bruselas, la situación es aún más difícil. Ahora que la opción de un canciller conservador en Berlín parece poco probable, el PPE sólo estará representado por ocho de los 27 Estados, entre ellos la Grecia de Kyriakos Mitsotakis y la Austria que, hasta hace poco, dirigía Sebastian Kurz. Estos ocho líderes gobiernan en países que apenas representan el 12% de la población de la UE (frente al 36% de los socialdemócratas, si Olaf Scholz sucede a Merkel en Berlín).
Con diferentes grados de intensidad en los distintos países, la democracia cristiana está atrapada entre la extrema derecha cada vez más ruidosa y las fuerzas liberales que también se inclinan hacia el electorado de derechas, como La República en Marcha de Macron, en Francia. Durante años, la indiscutible influencia de Merkel en la escena europea ha enmascarado la merma de la base electoral de la democracia cristiana.
“El verdadero terremoto no es la salida de Orban, sino la de Merkel”, insiste Arnaud Danjean. “Ella era la que sostenía el EPP. En cierto modo, los demás países integraron el problema; Merkel decía la misa en Berlín”. El francés Joseph Daul, nacido en Estrasburgo, fue el emblemático presidente del PPE entre 2013 y 2019 y fue, sobre todo, el nexo de unión entre el partido y la canciller, a la que estaba muy unido.
“La autoridad natural de Angela Merkel en el Consejo ocultó la decrepitud del PPE”, afirma Philippe Lamberts, eurodiputado belga que dirige el grupo de Los Verdes. “Sin Angela Merkel, la CDU-CSU ya no tiene programa. Y lo mismo ocurre con los democristianos en Europa: no sabemos adónde van, y ellos no se conocen a sí mismos”.
El ecologista continúa: “Se ha dicho de la socialdemocracia, con razón, que estaba desorientada desde la Tercera Vía de Tony Blair y su abrazo al pensamiento único neoliberal. Pero el PPE también está perdido. Las dos grandes familias políticas que han estructurado el paisaje europeo han perdido el norte”.
¿Ocupará el PPE post-Merkel el espacio de un centroderecha proeuropeo, cercano al mundo de la empresa, o irá detrás de la extrema derecha en materia de inmigración o soberanía nacional? La estrategia aún no se ha decidido y el congreso del PPE previsto para noviembre en Rotterdam no lo decidirá. Durante un tiempo, Manfred Weber, líder del grupo parlamentario del PPE, abogó por un “go between” entre estas dos fuerzas, antes de distanciarse más claramente de la Hungría de Orban en 2018. Pero Weber no tiene la misma autoridad que Merkel y hay muchas discrepancias internas.
“El PPE ha servido durante mucho tiempo a la dinámica europea, partiendo de un principio que hoy se consideraría un tabú absoluto”, afirma François-Xavier Bellamy. “Cuando Klaus Welle era secretario general del PPE, y Wilfried Martens su presidente [un alemán y un belga flamenco, en los años 1990-2000], su doctrina consistía en decir que no podía haber nada a la derecha del PPE; podría parecer escandaloso, pero resultó ser un poderoso factor de desarrollo”.
Hasta el divorcio de Orban el pasado mes de marzo, la delegación de LR abogaba por mantener a Fidesz en el PPE. “La gran paradoja de la exclusión de los húngaros es que, en el momento en que se pronunció, se contradecía con los hechos”, continúa Bellamy, que sigue lamentando la marcha de los húngaros, provocada por Weber. “La división que se abrió en 2015 sobre la cuestión migratoria, con Angela Merkel decidiendo acoger a los refugiados y Orban negándose a hacerlo, ya no existe. Ahora todo el mundo habla como Orban en cuestiones migratorias. La Comisión descarta definitivamente la idea de una reubicación obligatoria de los inmigrantes y aboga por reforzar Frontex. Incluso Emmanuel Macron, cuando habla de Afganistán en la televisión, dice exactamente lo mismo que dijo Orban en 2015”.
El debilitamiento del PPE también refuerza la división entre el Este y el Oeste, y corre el riesgo de complicar aún más la definición de un rumbo. En España, Portugal y Francia, y probablemente pronto en Alemania, las derechas tradicionales están relegadas a la oposición. En Italia, apoyan a un gobierno ultraliberal dirigido por el tecnócrata Mario Draghi. En cambio, el PPE sigue siendo una fuerza fuerte en el Este, especialmente en algunos de los países que se incorporaron a la UE tras la ampliación de 2004.
Arnaud Danjean relativiza la novedad de esta situación, convencido de que incluso cuando el PP gobernaba en Madrid y la UMP en París, “el centro de gravedad del PPE estaba ya en el Este". "De todos modos, Merkel se sentía muy atraída por el Este”, afirma. E insiste: “El PPE fue la fuerza política que mejor y más rápido integró a los países de Europa Central y Oriental, incluso antes de 2004. El [canciller alemán Helmut] Kohl siempre apoyó la disidencia en el Este, y fue el más rápido en captar a los disidentes lituanos o húngaros.
Esta época de cuestionamiento de la derecha llega cuando el Parlamento Europeo se acerca a su mitad de mandato, un periodo que tradicionalmente coincide con un complejo juego de sillas musicales. Al frente del grupo del PPE en el Parlamento, sus colegas reelegían a Weber este miércoles por la mañana.
Pero la sorpresa está en otra parte. Mientras que la presidencia del hemiciclo, actualmente ocupada por los socialdemócratas, debería volver al PPE a partir de enero, en virtud de un acuerdo alcanzado entre las dos formaciones al principio de la legislatura, y que por tanto parecía prometido a Weber, éste no será finalmente candidato. El bávaro espera recuperar, a partir de abril de 2022, la presidencia del partido PPE, ocupada actualmente –sin pena ni gloria– por el polaco Donald Tusk.
Entre bastidores, se explica que Weber anticipó un bloqueo durante la votación, convencido de que una mayoría de diputados se habría opuesto a la idea de dar a la CDU-CSU no sólo la presidencia de la Comisión con Ursula von der Leyen, sino también la del Parlamento –dos de las principales instituciones de la UE–, mientras que el temor a una “Europa alemana” sigue presente. La elección de un nuevo presidente del Parlamento será también una prueba para ver si los representantes de la derecha en el PPE en el Parlamento –los miembros no inscritos de Fidesz, por ejemplo, o los miembros de ID, el grupo de la RN francesa y la Liga italiana– consiguen ponerse de acuerdo sobre un candidato único.
Más allá del caso Weber, el PPE tendrá que encontrar nuevas encarnaciones. Tras la dimisión del austriaco Kurz el sábado, suenan el griego Mitsotakis o el croata Andrej Plenković, en el cargo desde 2016. Pero ninguno de ellos parece capaz, a corto plazo, de hacer desaparecer el aura de Angela Merkel sobre el electorado de derechas.
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Traducción: Mariola Moreno
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