Plaza Pública
Pagar el alquiler o cómo repartir los panes y los peces
Las casas están llenas de tiempo. De muchos tiempos. Aquellos a lo mejor lejanos en que fueron alzadas sobre un suelo donde crecían hortalizas y bichos subterráneos. También los tiempos de quienes fueron habitando la casa y dejaron en las paredes el grafiti de sus sueños muchas veces vencidos. Ahora se añade a esos tiempos tan diversos el que encierra una cruelísima imposibilidad: vivir en esas casas sin que tengas que elegir entre comer medio mal todos los días o meter en un sobre el dinero que has ganado en un mes para pagar el alquiler. Si es que tienes suficiente, porque a veces, muchas veces, no te llega.
Llevamos años hablando de lo mismo. Y de tanto hablar de lo mismo, se nos seca el entendimiento, como dicen que se lo secaron a Alonso Quijano los libros de caballería. El capitalismo es cada vez más salvaje, aunque se nos quiera endulzar con lo de la igualdad de oportunidades y esa canallada de que quien no trabaja es porque no le da la gana. No digo yo que no haya cuatro caraduras que viven del cuento (miren Toni Cantó y Santiago Abascal, por ejemplo). Pero aquí no sólo es difícil encontrar trabajo, sino que estamos en lo más desconcertante: aunque tengas trabajo, no puedes vivir con dignidad. Y decir con dignidad es hablar de lo obvio: poder vivir sin que la vida sea una trampa, un agujero negro como el que se traga las estrellas fugaces, la carta marcada que siempre está a favor de quienes organizan el juego según sus solos intereses. Si no puedes pagar el alquiler de la casa donde vives o aspiras a vivir, de qué Estado del bienestar estamos hablando, de qué igualdad de oportunidades estamos hablando. Estamos hablando de un sistema vergonzosamente injusto, desigual. De eso estamos hablando. De eso.
Según el Gobierno, está previsto aprobar la Ley de Vivienda este próximo 26 de octubre para que pueda tramitarse en sede parlamentaria el año que viene. También destacan esas mismas fuentes que el bono de alquiler, de 250 euros, favorecerá a unos 70.000 jóvenes menores de treinta y cinco años. Igualmente, dentro de esas previsiones, se espera que sean puestas en el mercado 20.000 viviendas con un alquiler asumible por las economías más necesitadas. Falta saber en qué quedarán los debates parlamentarios y en qué medida esos debates supondrán el mantenimiento o mejora de lo previsto en la Ley y en los Presupuestos Generales del Estado o todo lo contrario. En todo caso, algo se está moviendo en ese territorio siempre inseguro del derecho a la vivienda que hace agua demasiadas veces. Mientras tanto, el PP y las otras derechas van a lo suyo. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz-Ayuso, ya ha soltado una de sus perlas habituales para justificar los 150.000 pisos vacíos que hay en Madrid y culpa de esa anomalía a los inquilinos que “ocupan, son morosos y destrozan viviendas”. Genio y figura ese personaje que se supera sin complejos en cada una de sus intervenciones públicas.
Y donde no llega ese portento de inteligencia que es la presidenta madrileña, sí que lo hace su jefe (¿hasta cuándo?) Pablo Casado: “si tienes un trabajo y una nómina, puedes acceder a un alquiler”. De qué planeta viene ese hombre. En qué país cree que vive. Con qué gente se junta para que le rían sus gracias bochornosas. Son preguntas retóricas, claro. Porque sé perfectamente de qué planeta viene, en qué país vive, con qué gente se junta para compartir en una barbacoa su desprecio por las personas que, ni siquiera trabajando, pueden vivir sin que tengan que elegir entre comer o pagar el alquiler. No sé qué pensarán quienes votan a su partido y no tienen trabajo, o si lo tienen han de vivir en la casa familiar porque con su nómina no pueden llegar a fin de mes. Bueno, eso también es una duda retórica porque sé que esos votantes le echarán la culpa al gobierno de coalición de su precariedad en el trabajo y en la vida. Y seguirán votando “bien”, como apuntaba el otro día el Nobel aficionado a los paraísos fiscales Vargas Llosa.
La vivienda es un derecho constitucional. Pero parece que la Constitución sólo es nombrada por algunos de boquilla. Los fondos buitre, los bancos y las grandes fortunas tienen tropecientas viviendas. La especulación es el pan de cada día. Si esa barbaridad no se regula, ¿para qué está la política? Los dueños del dinero —ya lo dije antes— sólo viven pensando en sus intereses. A ellos les da igual que familias enteras se queden sin casa, que las expulsen por no poder pagar la hipoteca, por no poder pagar el alquiler. A ellos sólo les importa que cada paso que den se convierta en una mina como las que descubrían los viejos buscadores de oro en las películas del Oeste. Y poner enseguida a su nombre no sólo cada vivienda, sino las propias vidas de quienes antes la habitaban.
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El tiempo de las casas es el que fueron dejando las personas que en ellas vivieron. Cada una de esas personas que se vea expulsada de su casa es un fracaso de la buena política, incluso yo diría que de la propia democracia. Tener trabajo es una aspiración de lo más noble. Poder vivir de ese trabajo es ciencia ficción para mucha gente. Pagar el alquiler después de haber comido dignamente un mes entero es para mucha otra gente absolutamente imposible. Con una nómina de ochocientos euros (quien la tenga), hasta el milagro bíblico de los panes y los peces se hubiera quedado corto en el reparto. Pero Isabel Díaz-Ayuso y Pablo Casado no necesitan milagros de esa clase: los dos tienen clarísimo cómo y entre quiénes repartir los panes y los peces. Seguro que lo tienen clarísimo. Seguro.
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Alfons Cerveraes escritor. Su último libro es 'Algo personal' (Piel de Zapa, 2021).Algo personal