Partido Popular
Casado defiende a Vox y se abre a gobernar con Abascal si los números le 'obligan'
La gira americana de Pablo Casado está siendo pródiga en titulares. Si hace apenas dos días el líder del PP ponía encima de la mesa su disposición a formar una gran coalición con el PSOE si el suyo es el partido más votado en las próximas elecciones pero no hay escaños suficientes en la derecha para formar el gobierno que le gustaría, este jueves ha abierto por primera vez la puerta a la posibilidad de formar gobierno con la ultraderecha de Vox.
Lo hizo a través de una entrevista en el diario uruguayo El País en la que, aunque espera no tener que hacerlo, no descartó la posibilidad de gobernar con Santiago Abascal. “Yo espero no tener que gobernar con Vox. Siempre digo que quiero gobernar solo”, declaró sin cerrar la puerta a una coalición de gobierno.
No sólo eso. Casado, que normalmente evita cualquier crítica a Vox —en sus intervenciones públicas siempre elude cuidadosamente mencionarlos por su nombre—, aprovechó la entrevista para salir en defensa de los ultras: “Vox defiende la Constitución española, la unidad nacional, el libre mercado, las libertades individuales”, explicó para distinguir a la extrema derecha de Unidas Podemos, a quienes atribuye defender exactamente lo contrario y con quienes sí afirma que “por supuesto que no” gobernaría nunca.
Y eso que, en su opinión, como partido populista que es, Vox propone “soluciones fáciles a problemas complejos”. Y que el PP aspira a “ganar en la centralidad, con un proyecto transversal, moderado, de soluciones complejas porque los problemas son muy difíciles”.
Casado regresará este sábado a Madrid después de protagonizar una minigira por el cono sur americano en la que se ha reunido con dirigentes de la oposición argentina y con los presidentes de Uruguay, Paraguay y Chile, este último a pocos meses de dejar su cargo. Forman parte de su familia política y a todos ellos les ha propuesto lo que ha dado en llamar una “alianza por la libertad” en defensa de la democracia en América Latina.
“La alianza por la libertad”, según sus propias palabras, consiste en que “mandatarios, fundaciones, líderes de opinión, intelectuales de una ideología liberal, conservadora si se quiere, pero sobre todo que defienden la libertad”, planteen una nueva agenda para el continente.
Una apuesta que incluya “la defensa de la democracia y de las libertades”, así como “del Estado de derecho, de una justicia independiente” y “de la lucha contra la corrupción y de seguridad jurídica”. Que haga bandera de “la economía de mercado, la propiedad privada, el libre comercio, la iniciativa, el emprendimiento, los bajos impuestos, la reducción de la burocracia y la flexibilidad laboral para crear prosperidad”.
Que promueva también “el estado de bienestar” y “cómo forjarlo y sostenerlo” y que incorpore América Latina a la OTAN, en línea con su defensa de esta organización como una fuerza de seguridad “frente a las autocracias, a las dictaduras o a las teocracias”.
La alianza de Casado
Casado ha explicado ante sus interlocutores del cono sur americano que echa en falta esta alianza, com la que quiere hacer frente al Grupo de Puebla, un foro político y académico de la izquierda latinoamericana fundado en julio de 2019 para promover políticas progresistas en el que el líder del PP sólo ve un intento de “blanquear dictaduras” o reivindicar “ideas que han empobrecido a sus países”.
La paradoja es que la alianza que propone Casado se parece mucho a la Carta de Madrid, el lobby ultra impulsado por Vox en octubre de 2020 y del que ya forman parte políticos de derecha y extrema derecha desde Estados Unidos a Argentina, incluidos algunos países europeos como Portugal, Países Bajos, Italia, Francia, Suecia y Grecia. Entre ellos, algunos destacados opositores a Maduro en Venezuela y dirigentes ultras tan conocidos como Eduardo Bolsonaro, hijo del actual presidente de Brasil, la neofascista italiana Georgia Meloni o el favorito de las presidenciales chilenas del próximo 19 de diciembre, José Antonio Kast.
Los firmantes de la Carta de Madrid también se definen por oposición al Grupo de Puebla y al Foro de São Paulo, una alianza de formaciones políticas de la izquierda latinoamericana impulsada por el partido del expresidente brasileño Lula Da Silva en 1990 y a la que consideran una iniciativa dirigida a extender el comunismo por todo el continente americano.
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El PP y Vox se disputan desde hace tiempo las alianzas en América. Abascal consiguió fichar para su causa al expresidente colombiano Andrés Pastrana, líder de la Internacional Democrática de Centro (IDC), la alianza de partidos conservadores de la que forma parte la formación de Pablo Casado. Y la batalla sigue: Vox anunció este jueves, en plena gira de Casado, que su líder viajaría este viernes a Brasil para entrevistarse con Jair Bolsonaro y exhibir así la fortaleza de los vínculos que ha conseguido tejer en el continente americano. Si las encuestas aciertan y Kast se convierte en presidente de Chile, Abascal contará muy pronto con un segundo y muy valioso aliado en América.
El líder del PP trata de hacer valer su cercanía con los presidentes de Colombia, Iván Duque, y de Ecuador, Guillermo Lasso. Los dirigentes de Vox exhiben, por su parte, sus vínculos con el expresidente colombiano Alvaro Uribe, con la derrotada candidata de la derecha peruana Keiko Fujimori, y con el propio Lasso, que les invitó a su toma de posesión.
Los ultras de Abascal han intentado también atraer a miembros del PAN mexicano, aliado del PP, lo que acabó provocando una fuerte controversia en aquel país. Y gozan de buenas relaciones con el senador texano Ted Cruz, miembro del ala más derechista del Partido Republicano.