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Igualdad

Menos asesinatos, más maltrato invisible: las cinco lecciones que deja 2021 sobre violencia machista

Imagen del 8M de 2021 en Madrid.

El año que queda atrás se ha cerrado con algunos datos reveladores en materia de violencia machista. Detrás de cada cifra, una vida. A veces, también, un fallo flagrante del sistema, incapaz de proteger la integridad de las mujeres en riesgo. Otras, hay que conceder, un paso en el camino correcto. Porque también hay buenas noticias, pero sobre todo mucho aprendizaje, detrás de los datos de violencia machista que deja 2021.

El año terminó con un total de 43 asesinatos machistas: casi cuatro vidas segadas cada mes, una cifra devastadora que sin embargo deja un récord en positivo. Se trata de la cifra más baja de toda la serie histórica. Una victoria relativa y con sabor amargo. La última víctima del año, una joven de tan solo 25 años, fue asesinada el mismo día de Navidad.

Lección número 1: la violencia invisible existe

El año empezó con una pandemia a cuestas. Y con las heridas que la crisis sanitaria había abierto en todas las mujeres víctimas de violencia de género. En 2021, la intuición de que existían otras formas de violencia de género invisibles para los ojos de la mayoría, quedó ratificada. Rocío Carrasco consiguió récord de audiencia hablando de violencia psicológica y la coyuntura sanitaria arrojó luz sobre aquello que los expertos dieron en llamar violencia de control. Las formas de violencia invisibles, sin embargo, no son tan evidentes para todo el mundo.

La psicóloga Bárbara Zorrilla se reconoce escéptica, aunque sí cree que la violencia más sutil se hizo evidente para alguien: las propias víctimas. Las mujeres han empezado a reconocerse en sus iguales, otras mujeres que sufren en sus carnes los golpes de la violencia. Pero el aprendizaje no ha sido global. “La gente que ha llegado a identificar esa violencia es gente que ya la sufría y no sabía ponerle nombre”, estima la profesional. La sensibilización respecto a la violencia invisible es todavía un reto pendiente para el conjunto de la sociedad. Este 2021, según la media anual que proviene del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), sólo un 0,5% de las personas situaron la violencia de género entre los principales problemas del país. En 2020 fueron un 2,4% y en 2019 el porcentaje ascendía al 6,7%.

Lección número 2: los menores merecen protección

Mientras que 2021 sí concedió una tregua en lo que respecta a mujeres asesinadas, los datos que conciernen a los menores no dieron pie a ninguna celebración. Los niños y niñas que perdieron la vida como consecuencia de la violencia de género se duplicaron el pasado año respecto al anterior. Seis pequeños fueron asesinados y una treintena se quedaron huérfanos. Proporcionalmente, por cada seis mujeres asesinadas, un niño pierde la vida a consecuencia de la violencia de género.

2021 fue el año de Anna y Olivia, las dos niñas secuestradas y asesinadas por su padre en Tenerife. Aquel verano en el que las pequeñas desaparecieron, la ministra de Igualdad, Irene Montero, clamaba contra la violencia vicaria. Un concepto que se ha venido consolidando año tras año y que batalla por calar en el imaginario colectivo. No sin dificultades. Miguel Lorente, exdelegado del Gobierno contra la Violencia de Género, insiste en la necesidad de hablar de la violencia vicaria, pero no como fenómeno aislado y bidireccional, sino como parte de la violencia machista. “Tenemos la oportunidad de hacer referencia a esta violencia”, pero recalcando que “no la ejercen las madres sobre los hijos” y que “no existe sólo cuando hay una agresión grave, sino que se produce todos los días”. Coinciden todas las voces consultadas. A Zorrilla le preocupa la “gran réplica” que emerge cuando se pone sobre la mesa la violencia vicaria como violencia machista y teme que esa reacción acelere hacia una “invisibilización” de la violencia contra las mujeres y sus hijos, señalando cada crimen como “casos aislados y puntuales”. 

La abogada especializada Consuelo Abril abunda, por su parte, en la idea de la violencia vicaria como maltrato cotidiano, especialmente en los juzgados. “Está presente en el régimen de visitas, en el uso de los menores para espiar, controlar y maltratar a las madres. También en las custodias compartidas”, reza la letrada. A finales de año, relatores de Naciones Unidas difundieron un comunicado contra el sistema judicial español por no proteger de manera garantista a los menores frente a sus “padres abusivos”. Advirtieron entonces de la existencia de un “sesgo discriminatorio” por el que la palabra de la mujer tiene, en los tribunales, menos valor que la de sus compañeros hombres.

También en 2021 se consagró una Ley de Infancia que persigue blindar la protección a los menores y ese mismo año el Gobierno anunció que el feminicidio vicario será una nueva forma de violencia machista. La pequeña de tres años asesinada este fin de año en el barrio madrileño de Lavapiés entrará dentro de las estadísticas oficiales.

Lección número 3: dar la voz de alarma salva vidas

Si en algo ha insistido toda estrategia contra la violencia de género es en la importancia de dar la voz de alarma, siempre con la denuncia como herramienta más efectiva. En 2021, el 79,1% de las víctimas mortales no había presentado ninguna denuncia previa. Es decir, el grueso de las mujeres que denuncian están protegidas. Denunciar, avala Miguel Lorente, salva vidas. “Hay que insistir en esta idea, pero lo justo: nunca vamos a conseguir que la mayoría de las mujeres maltratadas denuncien”, completa el también médico forense. Así que la clave está en ofrecer otras alternativas. 

Este año, el Ministerio de Igualdad lanzó lo que denominó “alerta machista”, un grito que conllevó la revisión de todos los protocolos institucionales contra la violencia machista y la puesta en marcha de un paquete de medidas urgentes que incluye, entre otras, medidas de detección en lugares clave como los centros de salud. Ahí pone el acento el exdelegado: en la detección. Una idea que lleva años sobrevolando todas las estrategias contra la violencia machista, pero que todavía no ha terminado de cuajar lo suficiente como para ofrecer resultados palpables. 2021 ha demostrado que las denuncias salvan vidas, pero que hace falta algo más.

Lección número 4: a veces las instituciones fallan 

Y hace falta algo más porque las instituciones todavía no dan la talla. Otro reto a futuro: reparar las grietas que debilitan la respuesta ante la violencia machista. Que el 79,1% de las víctimas mortales no contara con denuncia previa significa también que el 20,9% sí había puesto su confianza en las instituciones. Y estas no estuvieron a la altura.

Para Consuelo Abril, hablar sin titubeos de violencia institucional es una de las claves “para que las cosas progresen”. Si cuando se detecta un fallo en el sistema no existe sanción alguna, se produce una quiebra de la confianza, pero también las instituciones se sienten entonces “menos responsables”, valora la jurista.

A finales de diciembre, Justicia e Interior se opusieron a un documento de Igualdad que hablaba precisamente de violencia institucional. Días después, Unidas Podemos registró una enmienda a la futura Ley de libertad sexual para incluir la violencia institucional como forma de violencia machista. “Es complicado”, reflexiona Abril. “Hablar de violencia de género no supone un problema para ningún partido, salvando la extrema derecha. Pero nombrar la violencia institucional implica ir más allá”. Las consecuencias de no hacerlo, sostiene la abogada, son palmarias y se traducen en que “cada vez más víctimas se piensan denunciar porque no ven respuesta por parte de las instituciones”. 

Lección número 5: la violencia también se da fuera de la pareja

2021 se perfila como el año con menos asesinatos machistas de toda la serie histórica

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2021 se ha cerrado con otro gran anuncio: las estadísticas oficiales pasarán a contemplar otras formas de feminicidios más allá del marco de la pareja o la expareja. Una de las grandes demandas del movimiento feminista, las asociaciones de mujeres y las voces expertas. Pero este anuncio no ha sido el único paso a la hora de reconocer todas las caras de la violencia.

En septiembre, el aborto volvió a la agenda política y mediática. Con un dato: el 85% las interrupciones voluntarias del embarazo se practican en clínicas privadas y hasta cinco comunidades los dejan fuera de su red pública. Con la reforma de la Ley del aborto de 2010 como promesa del Ejecutivo, las mujeres pusieron sobre la mesa otra forma de violencia que les afecta casi en absoluto silencio: la obstétrica

También la violencia que soportan las mujeres en el plano sexual volvió este año a exigir medidas contundentes. En diciembre, un estudio de la Universidad Carlos III de Madrid reveló que las denuncias por violencia sexual han aumentado un 138% en las últimas tres décadas. Y como forma de violencia sexual se ha erigido, este año con más fuerza, la trata y la prostitución. El Gobierno ha anunciado que tendrá lista este mismo mes de enero una primera propuesta de Ley de trata, mientras que la violencia entre las mujeres prostituidas ha ocupado también parte de la agenda política. Especialmente de la mano del Partido Socialista, cuyos dirigentes prometen hacer de esta legislatura la definitiva hacia la abolición de la prostitución.

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